Capítulo 3

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Eunha daba patadas y luchaba mientras la arrastraban hacia la furgoneta. Tenía una bolsa en la cabeza, por lo que no podía ver dónde estaba. Tampoco podía ver a ninguno de sus secuestradores. Pero eso no le impidió conectar un buen par de patadas y un cabezazo sólido. Papá Xiumin estaría muy orgulloso.

—Es sólo una niña, por el amor de dios. ¿No podéis mantenerla bajo control? —Una voz oscura rompió.

Un escalofrío pasó por Eunha. A pesar de que no reconocía la voz, el leopardo en ella le decía que era un hombre muy, muy malo. Uno que no dudaría en volver a hacerle daño. Al igual que le había hecho daño a papá Luhan.

Los ojos de Eunha se llenaron de lágrimas mientras pensaba en cómo había luchado tan duramente para protegerla. No fue sino hasta que lo habían disparado y apuñalado un montón de veces, que se había detenido. Y eso fue sólo porque se había desmayado.

«¿Y si lo habían matado?»

Eunha negó. ¡No! Eso no podía haber ocurrido. No sólo Luhan era fuerte, sino que Xiumin llegaría a tiempo para rescatarlo. O al menos eso esperaba. Papá Luhan era tan agradable, siempre le hacía sus comidas favoritas y veía los dibujos animados con ella. También la abrazaba cada vez que tenía un mal sueño y le decía que todo estaba bien. Sólo la idea de que estuviera muerto la hacía querer llorar y luego herir a alguien gravemente.

Los hombres que la llevaban se detuvieron. Oyó el sonido del desbloqueo de una puerta abriéndose y luego la metieron en una habitación fría y con corrientes. Una vez que la puerta se cerró de nuevo, le quitaron la capucha.

Eunha se puso en pie, al mismo tiempo que parpadeaba contra la luz brillante. Sólo le tomó unos momentos ajustarse, y recobró la vista. La tenían en una habitación que le recordaba al laboratorio que su viejo maestro solía utilizar. Otro escalofrío le recorrió la espalda cuando el miedo se arrastró sobre ella.

Cuatro hombres la rodeaban, y de inmediato supo que eran Cuervos. No sólo le recordaban a 'Eduardo Manostijeras'4, sino que eran realmente apestosos.

Eunha quería golpearlos y patearlos a todos. Habían herido a papá Luhan, por lo que ahora tenían que pagar. Pero sus manos estaban atadas a su espalda, así que lo único que podía hacer era estar allí y gruñir.

El más alto se adelantó. —Ahora, ahora, ahora. Esa no es la forma de comportarte con tu nuevo dueño.

—No necesito un maestro. Xiumin papá lo dijo —respondió ella.

El hombre dio un paso amenazador. —Bueno, papá Xiumin no está aquí, ¿lo está?

Mientras el hombre hablaba, Eunha miraba hacia arriba, buscando sus puntos débiles. Llevaba traje, lo que le dificultaría luchar. Tenía zapatos de vestir, feos y que parecían incómodos y poco seguros. Lo más importante es que no tenía armas. Eran sus guardias quienes las sostenían. Papá Xiumin le dijo una vez que eso quería decir que o bien era una persona débil, o se apoyaba demasiado en los demás para que hicieran su trabajo.

Eunha decidió que si alguna vez tenía la oportunidad de atacar, iría a por líder en primer lugar. Tendría que ser rápida, pero eso no era un problema. Había sido entrenada por su antiguo maestro sobre cómo hacer el mayor daño en los primeros segundos de la pelea.

Eunha le sonrió, como había visto hacer a papá Xiumin cuando estaba realmente cabreado. Debía haber hecho un buen trabajo, porque dos de los guardias dieron un paso atrás. —Tal vez mis papás no estén aquí ahora, pero llegarán muy pronto. Cuando lo hagan, vas a tener muchos problemas. No les gusta que ningún cambiaformas me haga daño.

Un destello de miedo pasó por el rostro del líder antes de que negara. —Los dos están muertos.

Inclinando la cabeza hacia un lado, Eunha canturreó: —No estaría tan segura de eso. Son muy difíciles de matar. Creo que sólo los cabreaste. No te gustará cuando los veas así. Por supuesto, eso si no te mato yo primero.

Serie de los CP 21 - La Ira Interior de XiuminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora