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Aunque no habíamos hecho nuestros exámenes habituales con cámaras especiales, grabadoras de audio, equipo de luz infrarroja, y el equipo para medir los niveles de temperatura, una visita nos bastó para confirmar que había un demonio y espíritus en esta casa.

Por lo demás, la cercanía de la noche de Halloween era suficiente para arriesgarnos a hacer la conversión, aunque nunca antes habíamos realizado una de tal magnitud. No sabíamos si funcionaría, si nuestra labor sería efectiva, si por fin aquella casa dejaría de estar bajo el control de espíritus y demonios.

A las diez en punto, tocamos el timbre y los niños nos abrieron la puerta. Estaban disfrazados y sonreían traviesos mostrando sus trajes. Gunwook iba de superhéroe y el pequeño Yujin, de pirata. Hao les sonrió guiñando un ojo para luego entregarles una bolsita con dulces que compramos para ellos.

Sus miradas se iluminaron y sus sonrisas se ensancharon en instantes. Ellos corrieron al interior de la casa para mostrarle a su padre nuestro obsequio, mientras nosotros ingresamos tras ellos; queríamos instalarnos cuanto antes en su habitación.

─ ¿Cómo pasaron la noche? ─preguntó Hao a Sunhwa, que acababa de aparecer tras el bullicio de los niños emocionados.

─ Igual que las anteriores, pero más tranquilos. Hemos rezado mucho hasta quedarnos todos dormidos. ─su voz era suave, sus facciones estaban más calmadas a comparación del día anterior.

─ Qué bueno escucharlo. ─Hao tomó su mano para darle confianza.─ Por favor, necesito que permanezcan en la sala. Nadie debe subir ni interrumpirnos.

Ellos asintieron y nos dieron paso para subir a la segunda planta de la casa. Con cada paso que dábamos al subir por las escaleras, un sentimiento de nerviosismo nos inundaba. Se sentía un aura totalmente distinta, algo que nunca antes habíamos sentido en nuestros casos.

La única luz que alumbraba la casa era la de la luna llena que entraba por la ventana y unas velas que logramos conseguir. No había electricidad en que el segundo piso, y la verdad era que lo agradecía.

Caminamos por los pasillos hasta que llegamos a la habitación de los pequeños. Nos detuvimos: la claridad plateada y las pequeñas flamas era suficiente. Sin pensarlo, ahora estábamos de pie frente al espejo.

En la mano izquierda, sostenía una Biblia y en la derecha, un crucifijo que me acompañaba desde que me inicié en todo esto. A mi lado, Hao, concentrado y con los ojos muy abiertos, entraba en contacto con el portal.

─ Huele a carne quemada. ─murmuró con gesto de desagrado.─ Ya los veo venir.

En un principio, todo estaba tranquilo, ambos hablábamos en voz baja. Invoqué el nombre de Dios y repetí mis oraciones sin ver más que mi propio reflejo en el espejo. Mis manos se aferraban a los objetos que cargaba y mi respiración se hacía cada vez más pesada.

─ ¡Cuidado! ─gritó Hao de repente.

En ese momento, todo comenzó a sacudirse sin explicación alguna y la puerta se cerró con tal fuerza que ambos saltamos ante el estruendo.

Los objetos de la habitación cobraron vida propia y las velas que nos alumbraban se apagaron por completo. La lámpara, los juguetes de los niños, las sillas, los veladores se movían sin control, hasta las camas se elevaron como si fueran plumas.

Parpadeé, intentando adaptarme a la penumbra y a todo lo que estaba ocurriendo, y de repente, un libro se elevó por los aires, volando directamente hacía mi dirección, queriendo impactar contra mi cabeza. Logré esquivarlo a tiempo, pero tropecé al retroceder.

𝐌𝐈𝐑𝐑𝐎𝐑 ✧ 𝐡𝐚𝐨𝐛𝐢𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora