California: Somewhere I belong.

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Tres intranquilos meses habían transcurrido desde el incidente entre las bandas. Hubieron otros agresivos encuentros con sus principales enemigos, los menores de Aversion.

Jimin poco a poco se acostumbraba, no solo al peligro que corría, sino a todo lo que estaba ocurriendo desde que era parte de la banda.

Seguía asustándose cuando se veían amenazados y debían pelear, pero lo reprimía, no quería sentirse como un peso para los otros. Veía cómo Rose se había adaptado rápidamente. Junto con Hwasa, ellas peleaban realmente bien, se desenvolvían con facilidad cuando llegaba la hora de sacar sus bates y darles una buena paliza a los otros. Bastante inesperado, jamás imaginó que Rose tuviese esa fuerza y técnica, ese control sobre su miedo para poder arreglárselas contra unos delincuentes dementes.

La envidiaba un poco, él apenas podía dar dos pasos sin temblar cuando veía a un chico más alto y más fuerte que él querer golpearlo.

Al menos tenía a Yoongi, desde que se propuso ayudarlo a mejorar en el combate cuerpo a cuerpo, realmente mejoraba. No comprendía sus razones, podría simplemente echarlo de la banda o ser un imbécil con él, pero no, le estaba ayudando con todo lo que necesitase.

Suspiró con cansancio, acababa de despertarse y tenía agujetas en todo el cuerpo, hasta sus malditas pestañas estaban adoloridas. Se sentó como pudo en la cama jadeando por la tensión que sentía en sus piernas.

¿El por qué? Había comenzado a ejercitarse desde hace dos meses, trabajaba su cuerpo completo para tener un mejor desempeño en lo que a pelear respecta. Salía a correr cuando tenía tiempo libre para mejorar su agilidad en ese apartado y, por otro lado, Yoongi le hablaba algunos días para encontrarse solos y entrenar la pelea cuerpo a cuerpo.

Al principio fue un suplicio, de verdad, una puta tortura.

Él no había hecho ejercicio en su vida, se saltaba las clases de educación física y no soportaba casi ni caminar, además, no comía durante varios días seguidos, apenas tenía fuerzas para abrir una puerta.

Claro que a esto también se había acostumbrado, el ejercicio dejaba de sentirse tan pesado después de haber finalizado, para dejar paso a una sensación de tranquilidad, cansancio y logro. También se sentía más feliz después de hacer ejercicio, y adoraba ver los cambios en su cuerpo, dejaba de sentirse como si tuviese obesidad mórbida cuando tocaba sus músculos frente al espejo del baño y los sentía endurecidos.

A pesar de saber que antes no estaba gordo, ni cerca de estarlo, estaba mucho más cercano a tener anorexia. Su madre antes la pasaba pidiéndole fotos por teléfono para ver si había adelgazado, y terminaba siempre en "sigues teniendo grasa extra". Su padre, cuando se quedaba sin insultos o argumentos, recurría a insultar su físico y sus gustos, "Demasiado feminino ¿Eres marica?", "Ni siquiera comes y sigues engordando, no sé qué mierda haces para verte tan asqueroso", "Jimin, si eres gay solo tienes que decírmelo y voy a echarte a la puta calle", "¿No te estás dejando el pelo demasiado largo? Pareces una mujer".

Ese tipo de cosas que le decían sus padres, también habían cesado, su madre al ver las fotos, le llamaba para halagar su cuerpo algo más masculino y trabajado, aún demasiado delgado. Su padre, bueno, simplemente ya no decía nada de su físico o gustos, seguía metiéndose con su pelo y le obligaba a cortárselo.

Oh dios, el día que llegó a casa con el cabello naranja, su padre no pudo retener más su ira y lo golpeó hasta que no pudo caminar, tuvo que arrastrarse como un gusano a su cuarto.

¿Qué mierda tenían con controlar todo lo que hiciese con su cuerpo? Si se quería pintar el pelo de naranja, lo iba a hacer, y si tenía que ser morado, lo haría también. Y si quería llegar con un vestido de gala y que se le viese un puto huevo, iba a hacerlo de todas formas.

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⏰ Última actualización: Jun 19 ⏰

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