𝟒| 𝐏𝐄𝐑𝐃𝐎́𝐍𝐀𝐌𝐄

83 12 0
                                    

Tengo una vida tan desgraciada

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Tengo una vida tan desgraciada.

—Te vas a tu cuarto, Marinette —me miró con molestia. —No me pongas caras de odio, te vas a tu cuarto y ya, por pesada.

—No eres mi madre, no puedes obligarme a nada —cruzó los brazos junto a esa expresión de mierda que odio tanto.

—Yo te crié y te cambié pañales, así que me haces caso —bufó y se quitó el delantal, me lo arrojó a la cara y yo rodé los ojos. Que chica tan pesada he criado, literalmente. Supongo que algo he de haber hecho mal para que sea así o quizá es que la he presionado mucho.

Sólo quería que fuera mejor que yo, pero no era mi trabajo criarla, era el trabajo de nuestros padres y ninguno que había querido hacer cargo de ella. Son el tipo de personas que no saben ser padres, el tipo de irresponsables que dejan a su hija mayor a cargo de la menor.

Por Dios, he estado al pendiente de Marinette desde que era incluso menor de lo que es ella ahora. Iba a dejarla a sus clases de diseño para niños, la llevaba a la escuela cuando tenía tiempo y si no lo tenía, ella se iba sola con un GPS metido en bolsillo mientras yo la monitoreaba en todo momento. He cometido errores, pero tenía derecho a cometerlos, porque era una niña haciendo el trabajo de mis padres.

Ellos me habían dejado sola y yo no quería que Marinette sufriera lo mismo que yo.

—Carajo... —dije cuando sentí más lágrimas bajar por mis mejillas. Me pegué en la frente con dos de mis dedos para lograr calmarme, pero no podía parar de llorar.

Había fracasado.

No había hecho un buen trabajo con mi hermana, ella no me tenía confianza e incluso parecería que me odia, pero comprendo que ella está pasando por una etapa complicada. Tengo un problema más grande que eso; me he cerrado yo misma las puertas para trabajar en la casa de modas Agreste.

Iba a ser mi pase hacia la adultez, pero le hablé de mala manera al tipo ese y ahora estoy jodida.

—Perdóname, por favor —apreté los ojos cuando reconocí su voz ronca desde la puerta, no quería que más lagrimas salieran de mis ojos, así que le di la espalda. —Mari, por favor.

—¿Me dejará tranquila cuando le diga que si? 

—Claro que si, no me iré hasta que me perdones —lo sentí más cerca.

—Entonces te per... lo perdono —respondí sin dejar de darle la espalda. Sentía los relámpagos en el cielo y me hacían saltar por momentos. Escuché su risa pesada y por instinto reí con ella, la hice callar y sequé mis lágrimas. —Discúlpeme por tutearlo.

¿En serio estaba pidiéndole yo disculpas ahora? que ridícula.

—Te perdono si me aceptas una salida por un café.

Epale, ¿cómo?

—¿Disculpe? —me sentí atontada. Él pasó al otro lado del mostrador y puso ambas manos sobre mis hombros empapados. Que hombre tan confianzudo, vaya.

La gente millonaria es tan extraña.

—Quisiera que aceptaras tomar un café o ir a algún lugar a modo de disculpas, quisiera compensarte por todo el mal rato que te he hecho pasar este día, ha sido muy irrespetuoso de mi parte —bajó la mirada y subí la mía para ver su rostro, yo era una especie de enano a su lado, porque la verdad es que no llego siquiera sus hombros y me siento tan pequeña. —Entonces, ¿aceptas?

Dile que sí.

Dile que sí, maldita sea.

—Claro, pero solo si promete que no me tirará agua con auto otra vez, o juro por mi vida que lo demandaré —traté de reír, pero me salió más como una mueca. Sentí una gota de agua caer por mi sien, a estas alturas no podía confirmar si era una gota de sudor o de agua de la calle que bajó por mi cabello. Espero que sea la segunda. —¿Necesita algo más?

Negó y volvió a su postura de hombre blanco millonario, algo típico en esta ciudad.

—¿Dentro de la semana que viene estaría bien? —asentí.

—No es como si tuviera mucho que hacer, acabo de graduarme, supongo que lo recuerda —hice hacia atrás un mechón de cabello con inquietud. —Lamento ser grosera, pero a veces se me sale sin pensarlo —. No te preocupes, a mi también me pasa, murmuró. —Entonces nos vemos la próxima semana.

Acercó su rostro al mío y pasó de largo hacia mi oído. —Genial, ahora ¿me podrías vender cuatro pasteles de canela?

El calor subió a mis mejillas, pero bajó al ver que cuatro personas habían entrado a la panadería y supuse que por eso Gabriel se había acercado demás, para no ser oído del todo. —Enseguida... —corrí a la puerta trasera y la abrí rápido, vi a Marinette sentada al otro lado; veía su celular con odio, debía estar hablando con ese chico que la molesta todos los días con mensajes patéticos, según ella. —Nette, ven ya.

Marinette y yo teníamos monosílabos para comunicarnos cuando era algo rápido, era un elemento crucial para nosotras en estos momentos. Ella fue la encargada de despachar a dos clientes y yo al resto del grupo, dónde se encontraba Gabriel, el cual solo pagó y salió en silencio tras dejar un papel en mi mano.

Apreté el puño con el papel dentro y cuando abrí la mano, logré ver que era una carta de presentación con sus datos. Nette tomó la carta de mis manos y la leyó con cuidado.

—Creo que no la cagaste tanto después de todo —comentó dándome un corto golpe en el brazo. —¿De qué hablaban tanto? —preguntó levantando sus cejas una y otra vez.

Te voy a soltar la sopa, hermana.

—Me vino a pedir disculpas.

—¿Y...? —hizo un gesto con sus manos para que siguiera con mi historia.

—Meinvitóasalir —dije tan rápido como pude. Nette me miró incrédula. —Me invitó a salir, Marinette... Me invitó a salir.

Sus ojitos azules se abrieron demasiado, mucho más de lo que creí que era posible. —¡No te lo creo! ¡Eso está increíble! —se lanzó a abrazarme con fuerza, pero tras darse cuenta, me soltó y regresó a su mueca pesada de siempre. —Disculpa.

—Eso mismo me dijo él —murmuré con emoción.

—¡Oh por Dios!

Saltamos como niñas por la panadería, como no hacíamos desde que eramos unas niñas que se emocionaban porque los protagonistas de su serie favorita se besaban en el capítulo dieciséis.


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
𝐋𝐎𝐕𝐄𝐑𝐌𝐀𝐍 ᴳᵃᵇʳᶤᵉˡ ᴬᵍʳᵉˢᵗᵉ ᵃᵘ ᶠᶤᶜDonde viven las historias. Descúbrelo ahora