šŸ–| š€š’š„š’šˆšš€ š€ š’š”š„š‹šƒšŽ

16 5 0
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Realmente no sé cómo es que me convenciste para hacer esto

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Realmente no sé cómo es que me convenciste para hacer esto... —murmuré tratando de estar cerca de su oído, en lo que claramente fallé debido a su estatura y la falta de la mía.

Sentí el aroma de su perfume y cerré los ojos para llevar mi sentido al olor amaderado con una nota cítrica al fondo, era leve, pero la podía sentir por completo. Abrí los ojos rápido al darme cuenta de lo que estaba haciendo.

Le miré esperando que no haya notado que estaba oliendo su perfume. Sentí una tranquilidad inmensa al verlo tan concentrado en el paisaje. —Mira, son palomas.

—Creo que son pichones...

—Da igual, ¿te quedan galletas? —me preguntó y asentí, habíamos pasado a una pastelería a comprar hace unas horas apenas empezamos la caminata. Le tendí la bolsa de papel y sacó un par para molerlas en su mano y dejarlas en el suelo. —La verdad no sé diferenciar palomas de pichones, así que para mí son lo mismo, ambos vuelan y eso los hace iguales.

Le di la razón mientras me tiraba aire con la mano.

Levantó una de sus cejas, o eso vi tras el marco de sus lentes. Puso toda su atención en mí. —¿Estás bien?

—Si, sólo... tengo un poco de calor —seguí tirándome aire con la mano. —No estoy acostumbrada a las caminatas largas, además un paso tuyo son como tres míos.

—¿Quieres que volvamos? puedo llamar a Nathalie y decirle que venga por nosotros —puso su mano sobre mi frente y negó. —No tienes fiebre, es más, estás fría. ¿Segura que estás bien?

—¿Quien es Nathalie?

¿Y si yo me estaba pasando películas que no correspondían? ¿qué tal si Nathalie era su pareja y yo estaba aquí esperando cosas inapropiadas?

—Es mi asistente —respondió con calma. —Ella me ayuda a gestionar mis tareas del día y las de Adrien, es mi mano derecha por decirlo de alguna manera.

Genial, quiero una de esas. Aunque no tengo tareas del día ni el dinero para pagarle a una asistente. —Increíble, debe ser como un ángel.

—Lo es, un poco malhumorada, pero no sé que haría sin ella —susurró lo último. No diré que no noté sentimientos en sus palabras, pero no era en el sentido romántico, sino más bien en el sentido de admiración. Debe ser una persona excepcional. —¿Quieres que venga por nosotros? puedo llevarte a tu casa si gustas.

—¡No! estoy perfecta, mi casa no, por favor —negué muchas veces. La verdad no quería llegar a casa todavía, ya que mis padres seguro me mandarán a atender la panadería y no es que no quiera ser responsable con eso, es sólo que ellos no lo piden, sino que me obligan a estar parada atendiendo gente hasta la hora que se les ocurre mientras ellos ven televisión.

Siempre han sido irresponsables.

—Bien, entonces... ¿gustas acompañarme a casa? —dio largos pasos hasta quedar frente a mí, claro, con sus manos tras su espalda como todo un caballero. Dios, en qué pienso.

—¿Quien me asegura que no eres un secuestrador en potencia? —bromeé y saqué mi teléfono. —Tendré listo el número de la policía por si acaso, tú tenlo marcado igual. Nadie te asegura que yo no sea una asesina a sueldo y me hayan enviado a matarte.

Soltó una carcajada. —Lo tendré en cuenta, pero dudo que con tu estatura puedas hacer algo contra mí —me dio una palmada en la coronilla.

—¿Me estás diciendo enana? —me metí el celular al bolsillo y crucé ambos hombros.

—Claro que no, persona de estatura baja —se dio la media vuelta y comenzó a caminar, partí corriendo tras él.

—Que tu seas del porte de un poste de luz no me hace enana, soy una persona de estatura normal, tú eres el raro —me paré frente a él y lo apunté. —Demasiado alto para mi gusto.

Acercó su rostro al mío. —¿Para tu gusto?

—Digo... —titubee. —Creo que si tengo fiebre, oh por Dios, estoy delirando —fingí tener frío y me arropé con la chaqueta de cuero que cargaba conmigo, la que me había quitado un rato antes porque tenía calor. —¿No me ibas a llevar a tu casa? vamos.

—¿Ya no soy un secuestrador? —se alejó y entrecerró los ojos. Negué. —Vamos, señorita asesina a sueldo.

Chasquee la lengua y comenzamos nuestro camino hacia el lugar al que él llamaba casa, pero era una inmensa mansión que ocupaba toda una cuadra. Tras un rato mis pies comenzaron a doler, y aunque nadie me mandó a salir a caminar con tacones —bajos, pero tacones al fin y al cabo—, yo salí muy campante y ahora me estaba pasando la cuenta.

Quizá caminaba raro, lo digo porque Gabriel al parecer se dio cuenta y se detuvo. Faltaban un par de metros para llegar a su increíble mansión, pero aún así hizo lo que no me imaginé ni en mis más húmedos sueños. Se agachó y puso su brazo por detrás de mis rodillas, mientras que el otro brazo lo mantenía en mi espalda.

—Épale, ¿qué haces?

—¿No es obvio? te cargo para que no camines más —me alzó como si fuera una pluma y miré al suelo, mierda, nunca había estado tan lejos del suelo. —Cruza tu brazo tras mi cuello o te caerás.

—Es que me da vergüenza...

—Con confianza, yo no muerdo.

Muérdeme lo que quieras.

E hice lo que me dijo.


Capítulo cortito, pero bonito, espero

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Capítulo cortito, pero bonito, espero

Has llegado al final de las partes publicadas.

ā° ƚltima actualizaciĆ³n: Sep 28 ā°

Ā”AƱade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

š‹šŽš•š„š‘šŒš€š į“³įµƒįµ‡Ź³į¶¤įµ‰Ė” į“¬įµŹ³įµ‰Ė¢įµ—įµ‰ įµƒįµ˜ į¶ į¶¤į¶œDonde viven las historias. DescĆŗbrelo ahora