El destino de la princesa Ak'lia parecía que ya estaba escrita por la mismísima Eywa. Esta es una historia de como alguien puede cambiar de un momento a otro, de pasar a ser la más bondadosa y buena se todas a ser la guerrera más peligrosa, respetad...
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Había pasado tan solo cinco años, los cinco años más miserables de todos. Desde que murió mi hermanito mi madre había tenido un cambio muy grande. Estaba distante, fría, no sabíamos que hacer ya con mi padre ya que él se encontraba muy angustiado con toda esta situación. Mi madre visitaba el árbol de las almas todos los días para ver al pequeño Niriko, ese era el nombre que le habían puesto mis padres a pesar de todo.
En varias ocasiones, intenté verlo en el árbol de las almas. Sin embargo, jamás pude ver su rostro, sólo lo veía en la manta que lo había envuelto aquella vez mi madre y era realmente triste, desde ese entonces jamás volví al árbol de las almas porque la escena me partía al medio.
Todos los días solía levantarme antes de que saliera el sol ya que no quería ver el rostro deprimido de mi madre. Solía pasear por el bosque en las madrugadas explorando cada rincón, conocía el bosque como si fuera la palma de mi mano. Trepaba todos los árboles, me columpiaba en las lianas y me gustaba ver el nacimiento de los Viperlobos. Me escondía entre los arbustos sin hacer un miserable ruido, sonreía al ver las crías y a su madre.
Una vez que termino de recorrer suelo volver a casa cuando el sol ya está saliendo y una vez que salió llego justo para el entrenamiento, hoy era un día bastante especial ya que todos los jóvenes tendríamos nuestro primer Banshee. Estaba bastante ansiosa, si bien en estos últimos seis años mi entrenadora era Neytiri junto con Neteyam ya que mis padres se lo pidieron porque me veían "muy frágil" tenía que estar lista por si pasaba lo peor. Sinceramente, no era una persona que le gustaba las peleas, los arcos flechas y todas esas cosas, pero las ordenes de mis padres solía respetarlas. Jamás les discutía algo a ellos y mucho menos desobedecerles, aunque la única travesía que hago es levantarme por las madrugadas y salir a recorrer el bosque sin permiso. Para ser sincera, nunca entendí el cuidado extremo que tenían hacia a mí, o quizás si sabía y era entendible, no querían perder otro hijo.
Bueno, hoy llegó el día más esperado por ustedes. Iremos a las Montañas Aleluya, iremos al territorio de los Banshee—explicó Neytiri, observé que había muchos Na'vis jóvenes, entre esos se encontraba Neteyam, Kiri, Lo'ak y yo.
Hablando de Lo'ak, desde que falleció mi hermanito jamás se separó de mi, hasta su comportamiento fue otro. Era bastante tierno, amigable, tenía sus momentos inmaduros que en varias ocasiones lo cubría y varias veces mi padre me regañaba por eso, pero a mí no me importaba. La amistad, si es que se puede decir así, con Lo'ak era muy diferente a la que tenía con Neteyam ya que el primogénito de Jake y Neytiri era mi mejor amigo y con Lo'ak le relación era más que una amistad. Desde esa vez que estuvo conmigo me abrazo, me contuvo hasta que dejara de llorar y me besó sin querer en los labios. Aquel día hicimos un juramento, que íbamos a estar juntos cuando tengamos la edad suficiente, que era a los dieciocho años.
—Muy bien, síganme—dijo Neytiri y todos comenzamos a seguirla.
El camino era en las Montañas Aleluya, el paisaje desde ahí arriba era magnifico, mi hogar era tan majestuoso. Íbamos saltando y riendo como niños hasta que llegamos al territorio de los Banshee. En eso llegó Jake Sully, junto con mi padre Tsu'tey y mi madre.