Capitulo 1. Los preparativos

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Estaba nerviosa, me encontraba delante de la puerta de la mujer que cambiaría, si todo salía bien, el curso de mi vida tanto profesional como personal. Estiré la mano para llamar al timbre de la casa, pronto empecé a escuchar unos pasos tras el portón. 

—Luz, ¿a que se debe esta visita? —Mi abuela Rita, siempre tan entusiasmada por verme.

—Hola abuela —me acerqué para darle un solo beso en la mejilla, no era muy cariñosa la mujer que se dijera —, venía a verte... —pasé dentro de la casa, Rita cerró la puerta tras nosotras —Y a contarte una cosa, por que necesito tu ayuda. —Frunció el ceño a la vez que se acercaba a mi, dirigiendo la mirada al suelo queriendo escuchar más. Pasó su brazo por el mío mientras me guiaba al salón.

—Cuéntame, en que puedo ayudar a mi nieta —al menos no me había negado la atención, era un paso en la buena dirección.

—Verás abuela, ya sabes que a mi la cocina me encanta —chisté—, bueno no me encanta me apasiona. Y había pensado en aprender más sobre un tipo de gastronomía en concreto, ya sabes para poder traer nuevas recetas e inspiración al Hotel Lasierra —mi abuela me miraba atenta, bajo lo que parecía ser una mirada inquisitoria. Pero no era así, cualquier persona de su entorno sabría que era su estado natural.

—Me parece bien Luz, pero ¿Qué tengo yo que ver en todo esto? —carraspeé.

—Bueno abuela, pues... —tenía que hacer como las tiritas, quitarlas del tirón por que si no al final, ahí se quedaban. Cogí aire —Necesito un poco de dinero. Al menos para estar allí un mes y ver si encuentro un sitio donde me quieran o me necesiten —humilde ante todo — para poder aprender.

—Luz, ¿pero a dónde te piensas ir? Ya sabes que los países esos extranjeros pasan muchas cosas y más a chicas como tú... —comencé a negar. Los prejuicios de esta mujer no tenían límite.

—Que no abuela, que no —la comencé a interrumpir —Que me quiero ir al Norte, al país vasco —noté como la mujer suspiraba, de alivio.

—Bueno haber empezado por ahí mujer —puso una mano sobre mi pierna —A ver, ¿y de cuánto estamos hablando? —rodé los ojos. Pero no negativamente, era una suerte que a mi abuela le diera igual el dinero, tenía tanto que la verdad, apostaba a que no sabía ya en que gastárselo o invertirlo. Toda la vida se había dedicado a mantener el Hotel Lasierra, negocio familiar en el que estábamos metidos toda la familia. 

De hecho, el restaurante Lasierra era el del hotel. Por eso en parte tenía las ganas, la sensación, de tener que salir de allí. Quería muchísimo a mi familia, éramos una piña, pero necesitaba volar con mis propias alas. Enfrentarme a problemas sin tener a mis padres detrás, quería ver de qué pasta estaba hecha Luz Romaña.

—Contando con la estancia ya serían al rededor de unos tres mil, más gastos en comida y demás, unos mil quinientos... —mi abuela se comenzó a reír.

—Luz, por favor, pensaba que me ibas a pedir diez mil. ¿Con seis mil tienes para ir tirando? —los ojos se me abrieron como platos y la mujer "pareció" sonreír. No es que tuviera muestras de afecto habituales, ni palabras acertadas de cariño, bueno y sin acertar tampoco. No era lo suyo. Pero mi abuela Rita siempre estaba dispuesta a ayudarme en lo que necesitase, a cualquier integrante de la familia. Para ella éramos intocables, como una mamá leona con sus cachorros. —Espera aquí un momento que voy a por el talón de cheques y te vas ahora al banco que hasta las once de la mañana te atienden en ventanilla —le sonreí haciéndola caso. 

Me quedé sentada en el sillón, tenía una mezcla curiosa de sentimientos. Por una parte me sentía fatal por tener que recurrir económicamente a mi abuela, no era una necesidad vital irme al norte a aprender gastronomía, era más bien un capricho, no tendría por que pedirle dinero a nadie. Pero por otro lado, quería hacerlo, quería probar suerte y aprender de los mejores. Además, el chef del restaurante, Pepe, me había dicho que sin ningún problema me haría carta de recomendación, añadiendo que si fuera necesario llamaría el a sus contactos allí para que me hiciesen hueco. Claramente no quise que lo hiciera. Era algo mío y era yo misma por mis medios, menos económicos, la que debía conseguir las cosas. 

Bajo La Lluvia [Luznhoa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora