Boruto ahora era alguien diferente, aquel sonriente y tierno niño del pasado había muerto cuando todos le dieron la espalda, en especial Mitsuki, su más grande amor.
Pero Mitsuki no estaba dispuesto a rendirse, ya que él siempre lo amó aunque el Ser...
Habían pasado tres maravillosos días en ese pueblo donde Boruto y Deamon se divirtieron a más no poder junto a los habitantes del lugar que disfrutaron compartiendo todo con el salvador del mundo.
Cuando partieron del pueblo, ambos prometieron volver a visitarlos. La alegría de Boruto había regresado a él una vez más junto al intenso deseo de volver a ver a Mitsuki. Su amor hacia ese peliceleste solo había aumentado durante esos tres años.
Deamon, por más que fuese un niño de trece años, se comportaba como un adulto cuando las circunstancias así lo requerían. Era una gran compañía para el rubio, además de serle muy útil. Boruto comprendía el motivo por el cual Ada lo conservó a su lado.
Su alegría fortalecía su luz interior haciendolo ver las cosas con otra optica. El bosque mismo se veía de una forma tan diferente, lleno de luz y colores por doquier.
Deamon pescó un par de salones rosados, y Boruto los preparó. Fue un delicioso almuerzo juntos. Aquello le recordaba los momentos compartidos con su maestro Sasuke, durante ese primer año que estuvieron juntos tras escapar de Konoha.
La nostalgia se adueñó de su persona, pero su alegría siguió albergando su alma. Respiraba entrecortado ya que Boruto no quería volver a caer en las garras de la oscuridad. Ya no deseaba vivir cautivo por la angustia, el dolor y la desazón. Necesitaba aferrarse a la luz y el optimismo.
Deamon trepó por la espalda de Boruto sin dejar de sonreír. El rubio lo sujetó al tiempo que recordaba las veces en las cuales regresaba a casa por las noches, tras un arduo día de trabajo ninja, y era recibido por su hermana Hima quien solía treparse en su espalda de la misma forma en que ahora lo hacía Deamon.
Esos eran momentos felices para Boruto. Disfrutaba junto a su familia, sus amigos y su amadísima luna. Mitsuki.
Las alegres carcajadas de Deamon alentaban aquellos nostalgicos recuerdos en Boruto, quien no dejó de sonreír mientras caminaba llevando a su amigo a cuesta. El peliazúl se aferraba del rubio con fuerza mientras le hablaba de sus sueños y deseos de futuro.
—¿Sabes? Siempre creí que lo único que aspiraba a ser era el pequeño hermano perfecto de mi hermana Ada. Jamás imaginé tener una vida propia. Pero tú me liberaste de esa oscuridad, dandome la posibilidad de pensar por mí mismo y tener una vida propia.
— Me alegra oír eso Deamon ¿y qué deseas hacer? — Permanecer a tu lado Boruto.
El rubio sonrió algo nervioso ya que esas actitudes lo hacían recordar a su amado Mitsuki cuando solía decirle lo mismo.
— Vaya Deamon, espero que no te arrepientas de esa decisión. — Soy sincero cuando digo esto Boruto ¿por qué cambiaría de parecer?
— Porque ya hubo alguien en mi pasado que me dijo tus mismas palabras y le creí al punto de enamorarme de él.
— Dejame adivinar. Hablas de Mitsuki ¿cierto? — Muy cierto Deamon, pero él no hablaba en serio y como sabrás me dejó por mi hermano adoptivo.
— Hablando a su favor, el poder del ojo de mi hermana los afectó a todos. Incluso a ese Mitsuki. Él jamás te dejó ni te mintió. De hecho todo lo que te dijo fue verdad. Aún ahora, a pesar de tu adiós él te sigue amando.
— ¿Deseas dedicarte a la psicología Deamon? Creo que serías un buen psicologo amigo.
Ambos rieron felices mientras el atardecer iba llegando. El rubio sabía que se iban acercando cada vez más a destino.
Cuando llegó la noche, ambos se adentraron a un pequeño pueblo, dirigiendose directamente a un hostal.
Deamon saltó de la espalda de Boruto al suelo para entrar a la hostal caminando. El rubio alquiló una pieza pidiendo servicio al cuarto, ya que ambos estaban hambrientos y muy cansados.
— No creo que Mitsuki te permita seguir lejos de su persona ¿sabes? — Ve a bañarte y deja de hablar tanto de Mitsuki. Además él no sabe dónde estamos ¿o si?
Como única respuesta el niño peliazúl se quitó la ropa y se adentró a la ducha, mientras el rubio recibía el servicio al cuarto. El recuerdo de Mitsuki empezaba a encenderlo más de lo que él mismo deseaba.
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