Capítulo 5: Fuego interior

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Una fría hoja de acero atraviesa mi abdomen. La sangre no para de escurrir por la punta del arma. Mi mano derecha sigue sosteniendo el filo, puedo sentir como el corte en mi palma se vuelve cada vez más profundo. Con mi mano izquierda sostengo el antebrazo de aquel hombre.

- ¿Qué intentas hacer? Escoria - confundido, el hombre intenta liberarse de mi caminando hacia atrás, pero sus esfuerzos son en vano. Estoy plantado con gran fuerza en el suelo sin la intención de dejar que se mueva. - ¡Suéltame niño estúpido! - grita furioso.

-Miku, levántate. Huyan de aquí- dije sin dejar de ver al hombre con mi ojo izquierdo.

-Pero ¿Kenji y Kaori?

-Tranquila, yo llevo a Kaori en mis hombros- Kenji ya se había levantado y aun con el pecho lleno de sangre llevaba cargando a Kaori en su espalda.

-Rápido Miku, lo mantendré ocupado todo lo que pueda- dije con una voz llena de dolor.

Miku se puso de pie y comenzó a alejarse junto con Kenji.

-Tienes que regresar con nosotros- dijo Miku con lágrimas en los ojos mientras rápidamente la su silueta y la de los demás se alejaba.

-Niño imbécil. En cuanto te desmayes por el sangrado iré por ellos- el hombre comenzó a acercarse a mi oído para susurrarme -No importa si no acabo con ellos hoy. Sé en donde viven y en que escuela estudian. Puedo regresar otro día.

Pude sentir como aquel hombre soltaba la katana para poder zafarse de mi agarre por lo que solté el filo del arma, dejando que la hoja me atravesara por completo y tomé sus manos apretándolas contra el mango.

- ¿Qué crees que haces? Te estás desangrando. Retenerme aquí no va a cambiar nada. Hacer tiempo no cambiara nada- dijo con un tono arrogante.

Solté una carcajada y comencé a apretar más el brazo y las manos del hombre -No estoy haciendo tiempo- en ese momento mis manos comenzaron a desprender un gran calor lo que comenzó a atravesar la camisa y llegando a la piel de su antebrazo. Poco a poco podía sentir como su piel se pegaba a mis dedos. Sus gritos y el olor a carne quemada me confirmaban el daño que le causaba -Quiero causarte mucho dolor.

Podía sentir todo el peso que el hombre ejercía para apartarse de mí y sabía que en algún punto mis piernas iban a ceder. Entonces incline mi cuerpo y mi cabeza hacía atrás para tomar impulso y de un solo movimiento golpee su nariz con mi frente, dejando salir un mar de sangre. Al mismo tiempo que golpeé su nariz solté mi agarre y pude notar como su piel se había quedado pegada en mis manos.

Podía ver el músculo que quedaba al descubierto de las zonas en las que tenían contacto mis palmas. Si hubiera dejado mi agarre más tiempo seguramente hubiera podido llegar hasta el hueso.

Entre gritos de dolor el hombre me vio con ojos asesinos - ¡YA NO ME IMPORTAN LAS ORDENES! ¡VAS A MORIR AQUÍ!

Con una mano tomé la venda que cubría ojo derecho cubriéndola con sangre y tejidos carbonizados y volví a arrancarla como aquella noche. Esta vez el ojo no brillaba, ambos iris eran de un tenue color naranja -Pues entonces ven.

El hombre se abalanzó sobre mi, pero por alguna razón podía ver más lentos sus movimientos ¿Era la adrenalina?

Pero, aunque mis ojos pudieran verlo, mi cuerpo no reaccionaba tan rápido por lo que recibí un golpe de lleno en la cara y otro en el dorsal. Tomó su espada que aún seguía en mi abdomen y con un solo impulso atrás la retiró. La sangre comenzó a salir a chorros y caí de rodillas frente a él.

-Es hora...de terminar- el hombre se escuchaba cansado. Debido a su nariz rota se escuchaba como se ahogaba al respirar y la rama en su ojo le impedía ver. Sus brazos temblaban por el dolor y a causa de las quemaduras no podía sostener correctamente su arma.

Itami no honōDonde viven las historias. Descúbrelo ahora