CAPITULO 2

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JIN
Seis meses después

—Despierta. Despierta.

—Vete. —, refunfuño y me subo las mantas por la cabeza, volviendo a mi oscuro capullo.

Pero mi hermano es un pesado y sólo las arranca, sacándome de mi feliz oscuridad. —Kim Seokjin, levanta el culo y sal de la cama. Ahora.

Mantengo los ojos cerrados y levanto el dedo medio en el aire, apuntando en dirección a su voz.

—Jin.

Maldita sea. Puedo oír la determinación en su voz. No va a ir a ninguna parte. Me obligo a abrir los ojos y lo miro con una mirada furiosa, con la esperanza de transmitir lo molesto que estoy.

—¿Qué? Es mi primer día libre en Dios sabe cuánto tiempo. Estaba durmiendo, y la llave que tienes es para emergencias, no para ser un imbécil. ¿Qué demonios quieres?

Sólo se ríe, pero sigue siendo severo y tranquilo. —Quiero que mi hermano saque su culo autocompasivo de la cama. Ahora.

No me muevo. Me tumbo de espaldas, sin apenas mirar en su dirección. —He salido de la cama. Voy al gimnasio todos los días y corro. Hoy voy a dejar que Solar se encargue. Ella es totalmente capaz.

—Sí, sé que lo haces. Me he pasado por allí. ¿Y adivina qué? El humano más duro que tú y yo conocemos también está muy preocupado por ti.

Solar empezó a trabajar en el gimnasio que tengo hace tres años. Tiene cuarenta y cinco años, es madre de tres hijos y acaba de casarse con su mujer, Byulyi, hace un año. Solar fue militar durante años y estuvo casada con un hombre durante veinte años antes de que éste muriera, y luego conoció a Byulyi un año después. Decir que ha pasado por el infierno en su espalda es un eufemismo. Y sí, definitivamente es la persona más dura que conozco.

—¿Por qué están preocupados por mí? Estoy bien.

Me lanza una mirada que sólo me irrita más. —No lo estás. Tu mujer fue atacada y pudo haber muerto y luego te pidió el divorcio la misma noche. Sólo vas a trabajar y luego vuelves aquí a revolcarte en tu amarga soledad.

Vuelvo a levantar el dedo, pero no le molesta en absoluto. Se limita a entrecerrar los ojos y redoblar la apuesta quedándose sentado en mi cama.

—Vete.

—No. Soy tu hermano y ya te he dejado revolcarte lo suficiente.

Levanto los brazos y me cubro la cara con las manos, gimiendo: —No me estoy revolcando, mierda. Estoy bien. Lisa está bien. Está felizmente divorciada. Tengo la casa. —Aunque no la quería. —Tengo el gimnasio. El gimnasio es mi vida, igual que jugar a ser policía es la tuya.

—Mierda. Tú—, refunfuña, y bajo las manos para ver que me mira con el ceño fruncido como sospechaba.

—Estoy bien.

—No lo estás. Estás jodidamente traumatizado, y lo entiendo. Pero seis meses de esto es suficiente. Necesitas salir de casa y no sólo para ir a trabajar al gimnasio que tienes.

—¿Esto es para hacerme echar un polvo? Porque no me interesa. En absoluto. —En realidad no llamaría a mi hermano un galán, pero tampoco es ajeno a salir con frecuencia y pasarla bien. Y eso no es propio de mí.

Resopla y sacude la cabeza. —No. Se trata de que veas algo más que la cuadra que te lleva al trabajo. Vístete. Vamos a desayunar.

—No—, gimo y me vuelvo a tapar la cabeza con las sábanas, y okey, sí, me revuelco. Mi mujer me ha dejado. Después de ser atacada. En su momento más vulnerable, no me quería. Quería huir de mí.

MALTRATADO (Libro I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora