Althea, despierta una mañana en un mundo desconocido, frente a Hannibal Lecter, el asesino caníbal al que admira. Pero hay un giro sorprendente: ahora es una niña y tiene amnesia. Mientras intenta comprender su situación, descubre que su presencia e...
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Mientras Emily dormía plácidamente en el respaldo de la cama, no pude evitar quedarme mirándola, sumido en mis pensamientos. Me acerqué silenciosamente, sintiendo la necesidad de tocar su mejilla. Cuando los dedos rozaron su piel, noté lo suave y cálida que era. Era una suavidad que contrastaba con las sombras de lo que parecía una existencia compleja.
La acariciaba con cuidado y noté que sus cejas se movían en un gesto de incomodidad. Esa pequeña muestra de inquietud me hizo darme cuenta de lo vulnerable que era, a pesar de su aparente fortaleza. Era un recordatorio de que, aunque su cuerpo era el de una niña, su mente llevaba un baúl pesado de pesadillas.
A medida que la observaba, me preguntaba qué pasaba por su mente. Sabía que había vivido un trauma profundo, uno que había dejado cicatrices visibles en su cuerpo. Las heridas que aún adornaban su piel eran un testimonio de su sufrimiento, pero había algo más en ella que me intrigaba. No mostraba los comportamientos típicos de alguien que hubiera pasado por experiencias tan desgarradoras. Su deseo de ganarse mi confianza era palpable, pero también lo era su miedo. La combinación de esos sentimientos creaba una tensión que se manifestaba en sus gestos sutiles y en su mirada.
Emily intentaba convivir conmigo, un extraño en su vida, sin saber que yo era un ser marcado por la oscuridad. Su deseo de acercarse, entrelazado con un evidente temor, creaba un dilema fascinante. Era como si estuviera atrapada en un juego de sombras, tratando de descifrar mis intenciones mientras mantenía sus propios secretos a raya. La forma en que se movía por la casa, cautelosa pero decidida, me hacía cuestionar su estado mental. ¿Podría su trauma haberla llevado a buscar consuelo en mí, a pesar de la incertidumbre que la rodeaba? La teoría del apego sugiere que, en situaciones de estrés, algunas personas buscan la cercanía de quienes las rodean, incluso si esos individuos son percibidos como amenazantes.
Mientras reflexionaba, pasé mis manos por mi cabello, sintiendo la tensión acumulada. Decidí encender la lámpara de la mesa de noche, un gesto simple, pero necesario, en caso de que la oscuridad la inquietara. Apagué la luz del cuarto, dejando que la suave luz amarillenta iluminará el espacio, creando un ambiente más acogedor. Recogí la bandeja con el plato y la carne restante de la comida de Emily, asegurándome de no dejar rastro de lo que había sido su cena.
Dejé la puerta semi abierta, permitiendo que la luz del corredor entrará, facilitando su salida si decidía explorar. Mientras bajaba las escaleras, el crujido de los peldaños resonaba en la tranquilidad de la casa. Me dirigí a la cocina, donde me serví un poco de comida, reflexionando sobre la complejidad de nuestra situación.
