Hada

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Realmente creo que esto me ha afectado de más, aunque no lo sé, no lo sé con sinceridad, los que son iguales a mí solo los escucho pero no entiendo sus mensajes, sus palabras. No me importa del todo, solo me gusta que no estoy solo con el tema, con mi propio pensamiento, pero claro, eso es cuando estoy en el mundo real, donde parezco un individuo más. Aquí adentro, donde te veo con normalidad en noches extrañas y al azar no puedo huir o gritar, creo que solo olvido la pérdida y me concentro en que estás.

—¡Gon!— Es un sueño, una memoria pasada quizás o algo que me hubiese gustado que pasara antes de que desaparecieras. El pasto verde que se frota contra mis piernas descubiertas, las flores que recoges sin malicia. Cuando estoy a tu lado te veo sonreír y siento como lo hago también, mis mejillas se llenan, compartimos cosas así a tan corta edad, es agradable.

—¡Killua!— Gritas mi nombre como si no nos separaran tan solo centímetros de distancia, me pregunto cómo es que no he olvidado tu voz ¿Así nos afectó lo de aquel día que cometimos aquella travesura? —Traje mi libro.— Escucho y mis ojos viajan a ese vejestorio que solías cargar en la pequeña mochila desgastada, mis labios se fruncen, al parecer es aquel sueño que no me gusta por parecerse a la realidad —¿Quieres que te lea un cuento?— Tus ojos brillan y como en el pasado no puedo decirte que no, así que solo tomas mi mano y corremos hasta el límite del bosque porque ir más allá está prohibido. Peligroso, eso dicen todos, pero es nuestro escondite. —Pon tu cabeza en mis muslos.— Mi cara se calienta y con pena obedezco, no había nada obsceno en ese entonces, solo era mi pena de acercarme, de que pusieras sus dedos en mi cabello y comenzaras a hablar.

Mi vista se va al bosque, oscuro, horrible, una brecha que nos separa del otro continente, vago en las advertencias de él pero a diferencia de la vida real, de la mayoría de personas que conozco y convivo, pienso pero también te escucho. Cada palabra recitada, tus cambios en el tono, ese cuento extraño en particular donde habla de una especie rara parecida a los humanos, los otros, es como un cuento que raya en el terror. —Entonces las hadas envían una de su especie cada cierto tiempo para unirse a un alfa humano para tener cachorritos.— Es extraño, pero parece gustarte, demasiado a mi parecer. —Quiero conocer un hada.— Y esa fantasía que solías tener.

—Idiota, no existen esas cosas, y si existieran tendrías que meterte al bosque oscuro.— Me levanto de golpe porque sé lo que ocurre a continuación, pero esta vez no quiero que sea así, al menos aquí no. —Mejor te llevo a casa.— Pero como ese día, te niegas y eres un terco para avanzar. No te culpo, tu casa era un horror, ni siquiera eras hijo de aquella desconocida familia. Creo que esta fue una de las principales razones por las cuales la policía no avanzó en la investigación, quienes fueran que te adoptaron, que te criaron hasta entonces, desaparecieron junto contigo, pero las pruebas muestran que no estaban involucrados en lo tuyo. —Por favor, Gon.— Y de la nada rozas mi nariz con la tuya, algo descarado para mí aún con lo que anteriormente habíamos hecho.

—Me quedaré aquí un poco más, te lo prometo, mañana nos veremos otra vez.— Acaricias mi mejilla y duele, cierto, ese día el morado adornaba mi rostro. Unos tontos niños maltratados que se hacen amigos. —Confía en mí, por algo hicimos nuestro pacto.— Toca su collar por encima y yo asiento. Una mordida, unidos por mi mordida cuando aún éramos incapaces de entenderla por completo, igual que muchas cosas la idea era tuya, en ese entonces me habías dicho que era cosa de amigos.

—Está bien.— Agacho la cabeza y comienzo a caminar, no es mucha la distancia cuando volteo y te veo corriendo al contrario, a ese lugar lleno de naturaleza.

A la edad de ocho años desapareces.

Un sobresalto me trae de regreso a mi realidad, donde mi cuerpo no se acerca ni siquiera al tamaño de mi yo infantil y eso me desconcierta un segundo. Mi mano va a mi frente y lo noto, estoy sudando frío, un sueño, una pesadilla, lo que haya sido ya no importa. La ventana de mi cuarto se alumbró, tan solo fue un rayo quien impidió que siguiera soñando. Mi visión se ajusta, son las doce en punto, suspiro para levantarme mientras el hecho se repite como disco rayado en mi mente. Nunca pude superar tu desaparición, a mis veintiocho años parte de mi vida se ha dedicado a eso... Toda mi vida en realidad.

O de omega Donde viven las historias. Descúbrelo ahora