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Soulé despierta nuevamente en la habitación de Enzo, esta vez durmiendo en cucharita con el mayor. Se siente aliviado al saber que el cordobés está vivo.

Matías, después de tanto, inició felizmente su día. Recibió el cupcake de Facundo, dejándolo en su mesita de luz y no en el tacho de basura, y se arregló para ir a cursar.

Se sentía bien, estaba bien.

Prestó atención a cada una de sus clases, almorzó con algunos de sus compañeros y planeó una juntada con el trío inseparable el fin de semana.

Llegada la tarde noche, volvió a pisar el edificio de los profesores.

—Soulé, que bueno verlo por acá. –Matías solo le dedicó una sonrisa de labios cerrados. –Creo que no es tan bueno.

Matías se adentró unos pasos a la habitación y cerró la puerta tras de sí.

—Vengo a ponerle fin a esto, Véliz.

El rostro del mayor era la personificación del signo de interrogación. —¿Se puede saber por qué?

—Estoy conociendo a alguién, y aunque no estemos en nada concreto, no me parece correcto verme con usted, espero sepa entender.

Soulé jura ver una pizca de tristeza en los orbes marrones del más alto.

—Si, si, entiendo.

Un incómodo silencio se formó entre ellos. Matías notaba que Véliz quería decir algo, pero no soltaba las palabras.

—Bueno, me-me voy.

—Esperá...¿te-te podría pedir un último beso?

El corazón de Matías dio un vuelco, no se imaginaba que sus encuentros significaran tanto para el profesor, pero obviamente no se lo dijo, solamente aceptó, también creyendo que sería una buena forma de despedirse, porque, si bien para él sus encuentros no eran la gran cosa, Alejo lo trataba con cuidado y hacia disfrutar mucho.

Fue un beso lento, con cada toque ambos recordaban cada uno de los momentos que compartieron entre esas paredes.

Matías dejó un último piquito en los belfos del morocho, y sin más que decir, salió de la habitación.

Antes de volver a su casa, Matías caminó hacia el hospital del campus. Allí logró escabullirse por la ventana de la habitación donde estaba internado Tanlongo.

—¿A quién en su sano juicio no se le ocurre trabar la ventana de la habitación de un asesino? -Susurra el marplatense para sí mismo.

Mateo estaba durmiendo en la cama, en ningún momento se percató de su presencia, así que Matías aprovechó para pararse a un lado de la camilla.

Tomó de su bolsillo trasero de su pantalón una navaja.

—Eu, Tanlongo -lo movió suavemente.

Al instante el asesino en serie abrió completamente sus ojos y cuando sintió la presencia de Matías a su lado, sin pudor, Soulé clavó la filosa navaja en el corazón de Tanlongo.

Sacó lentamente la navaja del pecho de Mateo y la limpió con las sábanas, guardó nuevamente el arma en su bolsillo, y salió sigilosamente de la habitación.

Camino a su casa, se encontró con Enzo, no dudó en acercarse a él.

—Hola, bonito.

—Buenas ¿recién volves de cursar?

—Si y no, tuve que ir a lo de Brian, tenemos un trabajo grupal.

Matías asintió. Ambos caminaban en dirección a sus casas, quedan a unos metros de distancia una de la otra.

Feliz Día de Tu MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora