.Amber.
Estaba perdida, más que nunca. Ellos se habían ido, ya no estaban conmigo y yo... no tenía a nadie más. Y no tenía nada más.
Caminaba sin ningún rumbo por las calles de Livinton, un pequeño pueblo casi inexistente en Texas.
No lo confundan con Livingston, ya que esa es una ciudad, esto es un pueblo... Livinton.
El cual, muchos dirían que era una leyenda, pero para nosotros...
Simplemente no lo era.
Solo pocas personas sabían de él, y no precisamente por lo bueno, sino por cosas que han pasado a lo largo del camino.
Ahora no me quedaba nada, y lo único que tengo en mi bolsillo son unos estúpidos cinco dólares.
Trabaja.
Me recuerda mi conciencia.
Pero no era buena, para ello. Me había criado en un mundo en donde no necesitaba trabajar, en donde mataba por diversión, sin saber el porqué.
Pero eso lo perdí, perdí todo por su culpa, todo siempre fue por su culpa.
Hasta lo que en su mayoría sufrí, pero como siempre dicen, pasado pisado, y eso era, es y será siempre, pasado.
Solo me quedaba una opción y no quería recurrir a ella, tenía años sin verlos, y aparecer así de la nada nunca trae nada bueno... Pero algo muy en el fondo me decía que podía hacerlo.
Y eso era llamar a Lori, mi mejor amiga de la escuela y mi mejor amigo, Zac, pero ellos estaban en Londres y yo no tenía para llegar allá.
Mirando mis opciones, suspiro y me voy a un bard cerca de ahí.
¿Prostitución mi querida amiga?
No me queda de otra, tampoco estoy tan mal vestida. Tenía una mochila con unas cosas mínimas que pude sacar de casa y llevaba puesto unos jeans rotos con un top negro y unos tacones blancos. Un pequeño maquillaje y mi cabello en una coleta alta.
Al acercarme a la puerta del bard un tipo que parece gorila me pide mi identificación, la cual le doy sin reproche, y este al verla me ve con cara de pocos amigos antes de preguntar:
—¿Veinte?—Dijo evaluándome de arriba a abajo.
—Sí, veinte, ¿ahora me dejas entrar?—Pregunto sin mucha cortesía.
Lo cierto es que solo quiero un trago y ver que encuentro por aquí.
El tipo gorila, luego de terminar de escanearme, me deja pasar aún no muy convencido, evaluando cada paso que doy.
Estúpido.
Como si no los aparentara, puf.
En lo que entro, las luces neón y la música, a todo volumen, me reciben fuertemente. La masa de cuerpos que hay bailando es impresionante.
A pesar de que Livinton es un pueblo pequeño tiene muchos habitantes y los bares suelen llenarse bastante.
Luego de ver todo a mi alrededor voy a la barra y pido un shot dejando mi bolso al cuidado del barman.
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El fuego entre nosotros.
RandomCuatro... Cuatro era nuestro número, solo eso. Solo nosotros sabíamos su significado y lo importante que era para nosotros. La gran fachada de bailarines profesionales de danza contemporánea se volvió no solo en una fachada sino también en nuestro...