Apenas el maestro empieza a hablar, Izuku se arrepiente de haber asistido a clases. La falta de sueño viene haciendo mella en él. Sus ojeras, que antes eran apenas perceptibles, ahora se marcan profundamente bajo sus ojos, opacando el iris verde; y el dolor de cabeza, es solo un reflejo del cansancio y el agotamiento mental de sobrepensar todo en torno a su relación con Katsuki. Por más que quiere dejarlo de lado, su mente lo trae de regreso de una u otra manera, presionando su corazón y humedeciéndole los ojos. Constantemente seca las comisuras de sus ojos mientras escribe, intentando ocultar las lágrimas que quieren escapar.
No obstante, esto no detiene el dolor. Su alma sufre y su cuerpo se convierte en un reflejo de ello.
La voz del maestro retumbando en el aula se convierte en un eco insoportable que taladra sus sienes. El sol que ingresa por las ventanas brilla tanto que lastima sus ojos. El calor del mediodía obliga a muchos a abanicarse con sus cuadernos mientras él se sumerge en un frío gélido. Su cuerpo tiembla víctima de escalofríos y nauseas.
Se siente al borde del colapso.
—Izuku, ¿estás bien? —pregunta Ochako, bastante preocupada.
—Me siento mal —murmura con voz temblorosa.
Lo demás, no lo escucha. Solo hay un pitido en sus oídos y centra la poca consciencia que le queda en no desmayarse ahí mismo. Intenta ponerse de pie, pero las piernas le tiemblan; es extraño cómo su cuerpo se siente pesado y débil al mismo tiempo. La luz, antes insoportable, se torna negra y solo es capaz orientarse por su olfato. Así distingue a Shoto, quien le toma por la cintura ayudándolo a estabilizarse y dar, al menos, unos pasos hasta salir del aula. Cuando no percibe más el olor de sus compañeros, entonces siente a su amigo cargarlo.
En silencio, agradece aquello.
Porque su cuerpo no puede más con su propio peso. Porque el aroma a alfa que percibe de él, comienza a compensarlo. Su cuerpo retoma calor, no hay más escalofríos y las náuseas desaparecen junto a la jaqueca.
Aunque el dolor emocional se mantiene.
Su corazón se aprieta al saber que esa calma no se la está dando su alfa, sino otro. Izuku respira hondo, controlando las ganas de llorar que se amotinan en su garganta.
—Llegamos —le avisa Shoto, ingresando a la enfermería.
La beta que le asiste le asigna una camilla, toma su temperatura y presión, una vez se encuentran solos. El diagnóstico es cansancio y la medicina, un relajante. La mujer le deja a solas en el cubículo, cerrando la cortina para mayor privacidad hasta que arribe el sueño.
Izuku se acurruca de lado, abrazando sus rodillas. Desea tanto parar los pensamientos de su mente, quedar en blanco totalmente. Pero incluso cuando no piensa en Katsuki, solo hay tristeza y desaliento, llevándolo cada vez más abajo.
No pasa mucho hasta que el cansancio lo envuelve gradualmente; sus párpados se tornan pesados, y los bostezos se hacen más frecuentes. El sueño comienza a alcanzarle e Izuku se alegra de poder refugiarse en él. Aunque esté lejos de ser apacible.
Las sombras en la habitación cobran vida, distorsionando objetos familiares en figuras amenazadoras. La escasa luz se desvanece ante una oscuridad que lo hiela hasta los huesos, el silencio se convierte en una inquietante cacofonía. Y la sensación de soledad se vuelve abrumadora.
En medio de la penumbra, ve los ojos de Katsuki como los de un depredador acechando a su presa. Izuku intenta salir de la fantasía; sin embargo, su cuerpo no responde y el rostro del alfa comienza a materializarse como un demonio en frente suyo. Sus labios rabiosos lanzan palabras como dardos venenosos.
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El instante preciso
FanfictionKatsuki es un alfa huraño, detesta el mundo de los olores, el instinto y, sobre todo, a los omegas. Para su mala fortuna, encuentra a su predestinado en un mundo donde son estos los que llevan el mando. E Izuku no está dispuesto a dejar atrás a su...