Capítulo 10

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Emi no puede ocultar la sorpresa al encontrarse con Katsuki afuera del hospital. Aun es temprano por la mañana y el alfa viste el uniforme escolar. Apoyado en la pared, luce completamente absorto, con una mirada en sus ojos que irradia angustia. Emi siente un vacío en el estómago. Todavía no sabe qué lo ha llevado ahí a esta hora; sin embargo, puede hacerse una idea tomando en cuenta su gesto y la última conversación que tuvieron.

Se aproxima a él con cautela, sintiendo una urgente necesidad de mejorar lo que, seguramente, está pasando por su mente.

—¿No deberías estar en la escuela? —cuestiona Emi, queriendo despabilar el ambiente negativo.

—Arruiné todo —suelta sin más, en voz baja y cargada de derrota. Los rastros de su angustia son evidentes en cada línea de su rostro decaído.

—¿Qué pasó? —pregunta, la preocupación y compasión son palpables pues no puede evitar sentir empatía por la desolación que envuelve al joven.

Katsuki entreabre los labios y balancea los ojos de un lado a otro luchando por encontrar las palabras. Expresar su tormento parece ser un gran desafío. Finalmente, inhala, reuniendo el valor para hablar.

—¿Hay alguna manera de que la visita del asistente social salga bien? —dice, evadiendo la pregunta, pero sus palabras son más que suficientes para adivinar una respuesta.

Algo muy malo sucedió.

Emi suspira.

El aroma del muchacho es intenso y destila preocupación. Emi duda. Es cierto que su labor como consejera de predestinados es ayudar a estos a acercarse hasta consumar su unión, y eso es lo que ella misma considera como correcto; sin embargo, también es cierto que la reticencia que ve en Katsuki va más allá de un simple capricho. El rechazo es fuerte y aunque se hace ideas sobre el motivo, es consciente de que no es algo de lo que Katsuki quiera hablar ni que a ella le corresponda del todo saber.

Vuelve a suspirar.

La doctora toma lugar al lado de Katsuki, apoyándose también en la pared. Lo que está a punto de decir es éticamente cuestionable, no obstante, dadas las circunstancias desesperadas que enfrenta, no puede juzgar los métodos.

—Mentir —susurra con suavidad—, pero de alguna manera Izuku deberá sustentar aquello.

Katsuki suelta un bufido amargo, seguido de una sonrisa vacía, mientras agita a cabeza de lado a lado, lentamente.

—Claro, porque su palabra vale más que la mía —ironiza.

—No se trata de eso.

—¡Es precisamente de eso de lo que se trata! —exclama histérico, un grito desesperado por liberarse de las cadenas que lo atan—. ¡Estoy atrapado en esto porque él es un maldito omega!

Sus ojos, normalmente llenos de ironía y determinación, ahora arden con una intensa mezcla de amargura y desesperanza, como si una fuerza invisible de preocupaciones le oprimieran.

Emi observa su tormento, sintiendo un dolor agudo en el corazón. No puede ofrecerle una solución para su sufrimiento porque, simplemente, no la tiene.

—Quizás otra cita —sugiere cautelosa, buscando una posible salida a esta situación complicada.

—No —dice irritado, frotándose el rostro con una mano.

—Podría ir yo de mediadora —insiste.

—¡No!

—Pues no veo otra solución... —Finalmente se da por vencida, su voz llena de tristeza.

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