La primera victoria del rey

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Advertencia: En este capítulo tiene descripciones de violencia y muerte que puede ser sensible para algunos lectores, intenta llegar hasta abajo o lee bajo tu propio riesgo.

Las trillizas estaban un poco nerviosas por la batalla, Ana simplemente pensaba que el rey Balduino IV era un tipo muy terco solo por querer pelear aunque esté enfermo, tenía todas las de perder, sobretodo cuando descubrieron que el ejército de Salahaddin los superaba en número, siendo mucho más grande que el del rey Balduino IV. ¿Cómo ayudarían? ¿Cómo lograría vencer a Salahaddin? ¿Acaso las hermanas serían testigos de un rey enfermo que murió derrotado en una gran batalla? 

No, eso era algo que no quería observar Ana, si antes estaba mal por su fracaso ahora estaría peor por ver los fracasos de otros. ¿Acaso por eso estaban ahí? ¿Para hacerles atender a sus hermanas que el fracaso siempre es inminente no importa cuanto te esfuerces por hacerlo? Seguramente por eso serían testigos de una cruel masacre, para demostrar que no todos estamos destinados al éxito en la vida, si naciste para fracasar, entonces hay que ser siempre un fracasado y aceptarlo.

Hubo un punto en el cual se detuvieron en Ascalón y se refugiaron en el castillo, las hermanas se preguntaban cómo el rey Balduino IV iba a continuar la batalla si el ejército de su enemigo lo superaba en número. Contaron los soldados, templarios e infantes que tenían y eran muy pocos, aunque para las trillizas seguía siendo un ejército enorme y es que nunca habían visto tantos hombres montados en caballos.

Y con el calor que estaba haciendo, les comenzaron a repartir agua, incluso Teresa se acercó al rey con una cantimplora llena de agua fresca, él amablemente la aceptó y se alejó de ella para quitarse el velo y beber del agua en solitario dejando a la joven con la intriga de saber cómo era su rostro debajo del velo, aunque le hubiera gustado acercarse un hombre la detuvo asegurando que el rey no desea contagiar a nadie de su enfermedad ni que le miren el rostro, el hombre se presentó como Guillermo de Tiro, antiguo maestro del rey Balduino IV.

—Lo conozco desde que era un niño, de hecho, fui yo quien se dio cuenta de su enfermedad. Jugaba con otros niños y me di cuenta que él no sentía ningún dolor cuando lo pellizcaban, ni siquiera cuando le corté el brazo, fue alarmante para mí porque eso significaba que el príncipe sufriría de lepra, le sugerí al rey Amalarico y a los médicos que no divulgaran esta información para asegurar que tuviera el trono. Cuando comenzaron a aparecer las llagas en su piel y los síntomas visibles de la lepra, todos empezaron a alejarse de él, también él empezó a hacerlo—suspiró—. Es una lástima que nunca vaya a casarse ni a tener hijos, habría dejado unos buenos herederos con todo lo que le impartido.

Ana no le quitaba los ojos de encima a la situación, estaba nerviosa, temiendo que el rey Balduino IV muriera en la batalla, aunque así debía seguir la historia no le gustaba la idea que él fuera a morir, no como a la Sirenita que no pudieron evitar su muerte y decirle al príncipe que estaba con la equivocada, simplemente se quedaron como espectadoras observando el triste final en lugar de haberlo cambiado.

«¿Por qué simplemente no podemos cambiar el cuento? Aunque no sabemos la historia, si ese va a ser su final, no quiero que termine muerto, no puedo dejarlo morir por su terquedad» pensaba Ana observando la Magipad «Tengo que buscar algo que pueda ayudarme a ayudarlo a él».

—¿No estarán cansados esos hombres de llevar esa enorme cruz?—se cuestionó Elena observando como cuatro hombres estaban por detrás del rey llevando una cruz que brillaba de oro al reflejo de la luz del sol.

—Creo que era su costumbre para los cristianos llevar esa cruz en la batalla como prueba de su fe a Dios— enfatizó Teresa.

Les explicaron que se trataba de la Santa Vera Cruz, es en la cual en la que Cristo fue crucificado. Claro que, a Teresa le parecía imposible que fuera la misma cruz, tomando el cuenta el tiempo, podría ser simplemente una cruz que modificaron para hacerles creer que era la misma, o quizás realmente estaba hecha con los restos de la misma cruz donde murió Cristo.

Las tres mellizas adolescentes y el Rey Balduino IVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora