Una golondrina vestida de Eva

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(Advertencia: En este capítulo se mencionan temas para adultos como la sexualidad y la desnudez).

—No me digas que estás enamorada del rey Balduino IV.

—Claro que no—titubeó Ana.

Ana, te conozco, siempre te enamoras de los personajes de las historias.

—Está bien, si lo estoy—admitió Ana—. No sé por qué lo estaría, admítelo, el rey no es nada apuesto, está enfermo y aún así es encantador.

Es porque tiene una actitud tan buena, que no entiendo cómo ninguna chica se ha enamorado de él, si supieran el carácter que tiene, si supieran el corazón tan puro que tiene, estoy segura que no les importaría ni su lepra.

Eran puras palabras motivadoras, pero ellas no lo sabían, porque la realidad para el rey Balduino IV era otra totalmente diferente de lo cual ellas tarde o temprano debían de saberlo.

Por ahora, Teresa tenía volver a su forma humana y averiguar quién era aquel ladrón que logró convertirla en pájaro tan diestramente como si supiera usar la Magipad, entre más lo pensaba más se convencía que no debía de ser un personaje de la historia, a menos que el ladrón haya aprendido rápido a usar la Magipad mientras ellas estuvieron cenando con el rey; esto le dejó una preocupación a la trilliza de rosa que se preguntaba si aún habría batería suficiente como para regresar después, aunque lo mejor sería marcharse pronto si ese ladrón estaba por ahí sería mejor irse para que no se fuera a apoderar de la Magipad. 

Esto se lo planteó a sus hermanas cuando estuvieron en sus aposentos, al fin, Elena había despertado y se dispuso a comer los dátiles que los sirvientes habían dejado en la habitación por órdenes del rey en dejar toda la fruta que pudieran para aliviar los bajones de azúcar de Elena que ella afirmaba tener. Mientras tanto, Ana invocó una poción para curar rápido el dolor que sufría Teresa por culpa del ladrón que seguramente le rompió el ala, al menos ya podría volar un rato gracias a la poción mientras Ana estaba en la tarea de buscar una forma de darle su forma humana.

—Aquí dice que debes lavarte—comentó Ana leyendo la Magipad, pero después su cara cambió al leer las siguientes líneas—.Con el agua clara que del cielo es un espejo y fluye del paraíso al mar. Creo que es agua de río.

—No podemos tenerte como golondrina por siempre—bufó Elena—. Y no podemos gastar batería de la Magipad para que podamos regresar a casa. ¿Y de dónde vamos a encontrar un río en el desierto?

Te estoy oyendo. Tiene que haber una manera de encontrar un río, no todo puede ser desierto en Jerusalem, en Ascalón estábamos muy cerca del agua.

Agradecía que al menos estaba sana para poder volar, se elevó por los aires anunciando a Ana y a Elena que iría a averiguar dónde estaba el ladrón y así saber quién era.

Y procuren encontrarme en los jardines si no logran verme.

Teresa salió volando por la ventana, al principio le parecía una buena idea pero luego se percató de lo estúpido que fue porque la Torre de David era más enorme para ella ahora que era una golondrina, tanto que sintió cansancio y se posó sobre una ventana para descansar sus alas por el vuelo.

«¿Cómo es que los pájaros no se cansan?».

—¿No son hermosas las nuevas invitadas del rey?

Esas voces de los guardias llamaron su atención, unos hombres estaban por los pasillos acercándose a donde ella estaba, así que elevó el vuelo para acercarse más a los hombres cuando ellos la pasaron para escucharlos mejor y esperar a ver si averiguaba sobre el ladrón, entre ellos se encontraba Tiberias con una cara de pocos amigos escuchando como dos de los soldados que lo acompañaban elogiaban a sus hermanas y a ella, de como el rey estaba muy contento de tenerlas en el palacio.

Las tres mellizas adolescentes y el Rey Balduino IVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora