Capítulo 10

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Nuestro trágico aventurero ahora se encontraba solitario en su viaje, y ya no contaba con el apoyo de nadie más que de él mismo teniendo así que terminar solo lo que sólo comenzó. Mientras caminaba llegó a la conclusión de que debía ser una de las personas más hipócritas sobre la tierra, el no haber apreciado lo que tenía fue uno de sus más grandes defectos eso es seguro, pero cómo llegó a eso era lo que no entendía. Se dio cuenta que con toda su genialidad y talento que podría poseer seguía siendo muy estupido en otros aspectos, y si bien creer en dios no te hace buena persona, hacer un trato con el diablo sí que podría ser algo mínimamente criticable. Muy tonto.., "El hecho de ser incredulo no te hace mas realista y mucho menos inteligente Victor", se decia a si mismo. Se dio cuenta como el peligro golpeaba a una puerta cerrada todos los días, y no solo porque nunca lo hayas visto entrar significa que si lo invitas a pasar no pasara, y eso es independiente de que creas en él o no. No solo eso, el escritor también se dio cuenta de como vagabundos como Diogenes habían podido encontrar el paraíso y felicidad en tan solo un mínimo y pequeño rayo de sol, y el que tenía más posibilidades de ser dichoso lo había visto tan poco en su vida..
Después de todos estos pensamientos y algunos mas, Victor Leeme llegó a una conclusión: "Como habiendo escrito tantas cosas no he sido capaz de escribir algo bueno en mi vida"

El escritor maldito se da cuenta que había llegado a cierto lugar. El suelo era selvático y la tierra seca con algunos pocos árboles que se iban visualizando  cada vez más, al igual que vallas y cercas muy primitivas junto con casas y chozas. Era de noche en aquel lugar y el cielo estaba rojo, el camino era precoz y tosco; no había muchos animales más que aves y el viento soplaba intercalado entre fuerte y suave, el calor era notable. No fue hasta que el camino mejoró en su calidad que Victor pudo confirmar en qué cuento estaba. "Segundo pecado" era un cuento o relato corto de terror que había escrito hace muy poco y transcurría en un pueblo ficticio de África. En aquel cuento el escritor se proponía a criticar las desigualdades y corrupciones que afectan aquellos lugares y también que ocurren en el mundo entero. Todo marchaba bien, sin embargo al llegar a la mansión Victor no paraba de tener un mal presentimiento a pesar de que conocía bien aquel cuento. Se encontró con una fila de hormigas que al igual que en la historia le indicaban al protagonista por donde podía entrar a la mansión. El escritor trepó y saltó hacia al otro lado de un muro adentrándose así hacia el terreno de la mansión, luego volvió a trepar por la textura de un pilar hacia la cornisa de la mansión en donde se encontraba finalmente con una ventana de vidrio que daba hacia el inmenso comedor principal. Las luces se apagan justo cuando se disponía a mirar al interior y la estructura del ventanal en donde estaba parado se quiebra.

Victor Léeme cae desde casi cuatro metros de altura hacia una mesa que se rompe, sin embargo unos almohadones que estaban puestos logran amortiguar su caída. Las luces vuelven a prenderse y el escritor maldito queda horrorizado por la vista que tenía: Sobre la larga mesa del comedor principal se encontraban todos los protagonistas de aquella historias muertos como cadáveres inertes asesinados. Del otro extremo a lo lejos y subiéndose, pisando los cadáveres sin remordimiento alguno se encontraba Cianuro, el asesino con el que Victor ya se había cruzado casi al principio de su aventura.

-"Saludos, Sr.Victor"- le dice el asesino  posando parado sobre uno de los cadáveres más obesos, que había en la mesa mientras el pobre escritor cierra sus ojos de la impotencia y el miedo, pues a pesar de que no tenía heridas de gravedad lo cierto es que si estaba muy adolorido  y lastimado.

-"No creerá que me hubiese derrotado la última vez, ¿verdad?"- Cianuro le dice estas palabras a Victor con prepotencia mientras el escritor intenta pararse lentamente.

-"Debería saber que eso es imposible, después de todo.., usted me creo"- le dice el asesino mientras Victor observa la espada de haakon a un lado de él.

-"Nisiquiera lo piense Victor, seguramente debe creerse un dios, pues mejor, ya que mi fantasía es asesinar a dios y luego tal vez vaya por ese el que dicen que está muy cerca de aquí y es el diablo"- Cianuro le dice esto mientras le apunta con una ballesta y se acerca hacia él, pero Victor se hace hacia atrás lentamente mientras asoma algo con la mano. 

El ingenioso escritor muestra el reloj del tiempo frente a la cara del asesino que se apresura en atraparlo mientras Víctor estaba en el aire retrocediendo en el tiempo hasta el momento de la ventana de la cornisa que se había roto. Cianuro que lo había tomado del pie ahora estaba colgado, y Victor lo patea pero el asesino logra amortiguar un poco la caída dando una voltereta en el aire. La cornisa al igual que al principio se vuelve a romper tirando nuevamente a nuestro protagonista, repitiendo aquel momento; esta vez Victor cae sobre el asesino para inmovilizarlo, luego toma la espada de haakon y sale a correr mientras ve apenas como Cianuro se trataba de levantar rápidamente para ir tras él. Mientras corre por los pasillos Victor piensa en que si hubiese tenido la espada en mano mientras caía hubiese podido acabar con el asesino.
"Victor, vamos a terminar con nuestro juego Victor!", se escucha como grita Cianuro mientras va tras el escritor. Por los pasillos de las habitaciones había demasiadas hormigas, estaban infestados y llegaban más, Cianuro se daba cuenta de eso. 

Cuando el asesino estaba a punto de irse de nuevo al comedor principal se da cuenta que Victor intenta escabullirse detrás de él y escapar por una ventana. El asesino corre por los pasillos llenos de hormigas tras el escritor y le lanza una flecha con su ballesta, pero Victor utiliza la espada de haakon para invocar un colchón que tapa todo el estrecho del pasillo y unos muebles detrás de él para que hagan fuerza como soporte. La flecha del asesino da en el  colchón y queda atrapado  mientras Victor se va por la ventana. Creyendo que había ganado el escritor sigue caminando unos cuantos pasos mientras medianamente sigiloso, Cianuro salía de cabeza por los bordes superiores del colchón y mientras queda colgado boca abajo de un pie le apunta con su ballesta y le da en la pantorrilla derecha. La flecha estaba atada a un hilo que al ser tironeado por su cazador logra tirarlo al suelo. Ya era muy tarde para cuando Victor se había dado cuenta, el asesino se acercaba hacia él arrojando su camisa infestada de hormigas al suelo y sacudiéndose. Cuando Cianuro se acerca lo suficiente el escritor intenta cortarlo con la espada, pero esta última es detenida salvajemente con la mano implacable de su oponente que ahora comenzaba a sangrar.

-"Si intentara capturarme es inutil Victor, en su estado actual tiene el mismo espíritu de una serpiente escurridiza siendo cazado por un halcón"-, le dice Cianuro mientras captura el reloj/brújula del tiempo con la espada de haakon que le había robado al protagonista.

Todo estaba fatídico para el escritor maldito, pero esta vez se aferraba a no perder ni tampoco morir, sobre todo estando tan cerca de su destino final. Sigilosamente y una movida rápida sin que el asesino se diera cuenta, Victor había escrito unas frases en el suelo arriba de una hoja de su libreta con la sangre de la herida de flecha en su pantorrilla derecha. De esta forma, una invasión de libélulas fue invocada que estorbaron y nublaron la visión del asesino por un momento, un momento que Víctor Leeme aprovecho para tironear de la cuerda que estaba atada a la flecha clavada en su pie y robarle la ballesta a Cianuro. Sin desaprovechar la distracción,  nuestro personaje de odisea, Victor, mata a cianuro de un disparo en el corazón. El frío asesino que había llegado tan lejos se saca la flecha del corazón mientras se tambalea viendo a Víctor y la sangre correr solo dice unas últimas palabras cuando cae al suelo: "La sangre, es negra, no es roja como a todos los que mate en el cuento". Victor le responde que así había querido que fuese su sangre, distinta a la de los demás, y con esa misma frase terminaba su cuento. Cianuro deja de respirar y existir, eso si es que alguna vez existió; la verdad es que se fue con una sonrisa entremedio y dejando con terror todo lo que estuviese detrás de él.

Escrito con sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora