Octubre 31

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¡Ya está extrayendo!, escuchó decir a su técnico, un chico de escasos veintitantos que expedía un fuerte olor a cebolla curtida, "inequívoco indicativo de tu falta de aseo", pensó el skvaller, el "chismoso" de Senna, la fuente de la eterna sabiduría callejera. Se levantó del sofá con pesar para intentar entender la jerga digital que comenzó a soltar aquél muchacho frente al monitor en un oscuro y sucio departamento en Estocolmo. En el monitor, montones de ventanas y cuadros se desplegaron rápidamente, solicitando autorizaciones al mismo tiempo que los dedos hábiles del técnico se movían deprisa, masajeando el teclado, navegando entre recuadros que no parecían dejar de aparecer.

Solo... necesito... a ver acá... este no me sirve... decía el jóven, como si de rutina se tratara, una rutina digital. Al cabo de unos minutos, la información de la computadora que estaban esperando señales de vida, apareció desplegando una tabla con información médica. Senna, con peso tal, estatura equis, con escala del dolor siete, edad tal, la consulta refiere dolores de cabeza intensos. Los datos parecían bastante fieles a una consulta estándar. El skvaller y su técnico esperaron, impacientes. ¿Puedes ver algo más?, preguntó el mayor de ellos, dando a notar su profunda ignorancia digital. No, sólo podemos ver lo que el usuario controle en su equipo, debemos esperar.

Al cabo de unos minutos, decepcionados al no ver mayor movimiento sobre el monitor, un glitch se hizo presente en el formulario médico, llamando la atención del técnico. ¿Viste eso?. No, ¿qué hizo?, contestó su socio. Me aparece que otro servidor se ha conectado al equipo. ¿Cómo que otro servidor? Explícame bien. Sí, una computadora digital. De pronto, unas ventanas comenzaron a abrirse rápidamente, llenando el formulario con más información que antes no estaba ahí. Rol Social, Record Criminal, Evaluación, Status. ¡Carajo, ves esto! Sí, sí lo veo, pero ¿quién lo está buscando? ¿El médico? No lo sé, no creo, la información sale muy rápido. Ambos espectadores querían ver más allá, esperando una respuesta de la búsqueda cuando en la pantalla se abrió un enlace directo donde dos logos aparecieron. Los dos hombres reconocieron los logos de inmediato. El primero unas siglas amarillas y el segundo un escudo amarillo con tres coronas dentro y el fondo azul. ¿Es...? Sí, sí es. ¡Rápido, ciérralo, apágalo! gritó el jóven cuando un humo blanco seguido de un gas amarillento entró como tornado, derribando puertas y ventanas. Confundidos con el estruendo de explosiones y luces cegadoras, los dos socios se tiraron al piso entre una tos atroz que les cerraba la garganta y ojos llorosos. Cuando menos lo notaron la habitación estaba llena de siete sujetos que portaban un chaleco reconocible en cualquier parte del mundo, copia del logo del monitor. 

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