👑 Trece 👑

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El corazón de Jimin dolía. Dolía de amor, de felicidad, de angustia por la triste vida que Yoongi se había resignado a vivir. Dolía de ganas de cambiar eso para él.

Quería amarlo y amar lo que les esperaba en el futuro, porque Jimin no tenía el don de la visión, pero sabia en su corazón que su futuro era con Yoongi, con ese bebé que llevaba dentro de él y que rogó al cielo todas las noches que de verdad estuviera allí.

—Te amo —dijo desde su corazón. Con sinceridad.

No pudo evitar sonreír al ver la expresión de Yoongi. La incredulidad, la sorpresa y la alegría brillando en el negro ónice de sus hermosos ojos. En el leve tono rosa de sus pálidas mejillas arrulladas entre sus manos.

—Te amo —repitió, sólo porque podía. —Te amo a ti, a nuestro hijo, a nuestro destino.

La alegría pareció opacarse en los ojos de Yoongi y su rostro se deslizó de entre sus manos.

—YoungMi...

La dulce niña, cómplice de Jimin.

—Ella lo sabe todo. —Confesó Jimin. —Nunca fue su intención casarse conmigo porque sabía de tus sentimientos hacia mi.

—Nunca le dije.

Que ingenuo era Yoongi al no darse cuenta de que su rostro era más transparente que el agua cuando se trataba de sus emociones. Que el oscuro resplandor de su mirada era un espejo de su corazón. Leal, entregado y noble como su título.

—Ella está complacida de que su hermano sea feliz. Se ha dedicado a los preparativos de la boda y ha cuidado cada detalle.

Jimin se avergonzó al darse cuenta de que había estado haciendo tantas cosas sin siquiera preguntarle a Yoongi, pero ¿no era esa una de las ventajas de ser rey? ¿De saber que el corazón de su duque le pertenecía?

—Lamento haber actuado a tus espaldas, mi amor. Me dejé llevar, pero espero que sepas perdonar y aceptarme como tu esposo.

—¿Qué pasará con el reino? El consejo no lo permitirá.

Jimin se movió hasta el escritorio de madera tallada junto a una de las enormes ventanas, apenas notando que lo único que llevaba era el camisón de seda para dormir. Tomó la carpeta de cuero que contenía el diario de su madre y las notas de su padre con las páginas de los libros médicos y el árbol genealógico de los Park. Cada trozo de información celosamente guardada por sus padres y ahora descubierta para que Jimin pudiera hacer lo que tenía que hacer.

—El reino ha tenido otros como yo antes. Hace demasiado tiempo para ser recordado, pero no soy el primer doncel, a como se les llama, y tampoco seré el último. Las generaciones vendrán y se irán y así como tu don ha sido traspasado, el mío también. Y en este tiempo, este reino tendrá otra vez un rey que puede dar a luz y tú serás mi consorte. Si lo deseas. Si me concedes esa alegría.

No estaba vestido apropiadamente, tampoco tenía un anillo elegido de entre las joyas de la corona que fuera el adecuado para proponerle a Yoongi ser su rey consorte, o la fiesta de compromiso que se merecía, pero Jimin sabía que esa era su mejor oportunidad. Dejó de lado el alijo de papeles y se enfrentó de nuevo a Yoongi que permanecía en silencio, aturdido y totalmente hermoso, con su cabello ondeando sobre sus hombros suavemente.

—Min Yoongi, duque de las tierras del Este y el hombre al que amo... —Jimin se inclinó sobre su rodilla, pero las manos de Yoongi no dejaron que cayera al suelo.

—¡No! —exclamó apretando a Jimin entre sus brazos.

—¿No quieres casarte conmigo, mi amado duque?

Jimin se maravilló de lo especial y único que era Yoongi, quien, en su lugar se postró sobre una rodilla y cubrió las manos de Jimin con las suyas. Sonriendo de la manera más dulce que jamás haya visto, mirándolo directamente a los ojos y pronunciando las más maravillosas palabras dichas alguna vez.

—Mi querido señor, gobernante de este reino, de este palacio, de este hombre y de este corazón. —Recitó Yoongi, como un poema a los oídos de Jimin. —Mi rey, has feliz a este hombre que ha vivido para amarte toda su vida y déjame adorarte y servirte para toda la eternidad. Permíteme ser tu más fiel súbdito. Tu esposo y consorte.

—Y el padre de mis hijos —completó Jimin, arrastrando a Yoongi de nuevo a sus pies.

Jimin probó los labios de Yoongi otra vez después de tanto tiempo y bebió sediento de su aliento dulce y cítrico como el té de toronja de media tarde. Se dejó besar, poseer y amar en un simple roce de labios, cediendo al deseo instantáneo que se encendía en su cuerpo con sólo un toque o una mirada de Yoongi. Sucumbiendo a la necesidad de su cuerpo de entregarse y sentirse pleno. Derritiéndose entre los brazos de su duque.

—Yoongi —murmuró contra sus labios.

—¿Qué deseas, mi rey?

—A ti, mi amor.

—Me tienes. Siempre.

La fresca seda en el cuerpo de Jimin cayó de su cuerpo en un delicado desliz como un deja vú de la primera vez. Las manos curiosas de Yoongi trazando su cuerpo con adoración, delineando las curvas y los planos, los suaves montículos y las profundidades ocultas. Centímetro a centímetro, palmo a palmo, beso a beso, pausando en la llanura de su vientre, donde el fuego una vez encendido ya no se había apagado, atizando la llama y manteniéndola viva.

Mi rey. —Sonó el susurro de Yoongi contra las paredes de piedra, seguido por mordidas en sus caderas, en su ombligo, en sus muslos cuando volvió a caer de rodillas. —Mi amor. —Continuó, lamiendo con lascivia el centro de su cuerpo. —Mi hijo. —Se detuvo y besó con ternura el centro del plano vientre de Jimin. —Míos. —Declaró, llevando la hombría de Jimin a su boca haciendo que las chispas brotaran a través de su cuerpo.

—Yoongi, por favor.

No estaba más allá de suplicar, rogando por un poco de alivio al ardor en su centro y la plenitud en el vacío de su cuerpo.

—Tan dulce —dijo Yoongi antes de que hiciera estremecer a Jimin hasta la punta de los dedos, lamiendo un profundo surco en la humedad de su cuerpo. La que delataba su condición de doncel, de portador de vida, de recipiente para el placer y el amor de un acto carnal como la unión de los cuerpos.

—Hazme tuyo —imploró en un sollozo.

En la privacidad de su alcoba, Jimin no era el rey de un reino, era el esclavo de un hombre, el fiel sirviente de un amor y de un deseo, de una unión.

Detrás de las pesadas cortinas de terciopelo, Jimin fue puesto contra la pared, con las ropas de Yoongi aun en su lugar, pero su parte más íntima al alcance de su mano, de su cuerpo, pesada, caliente y rígida, lista para estar dentro de Jimin. Y lo deseaba, lo necesitaba más que al sol del siguiente día. Con las piernas envueltas en la cintura de su futuro rey, Jimin se entregó a la pasión y se dejó poseer como un tesoro.

—Jimin... Jimin, mi Jimin —escuchó el cantó de Yoongi junto a su oído.

—Reclámame como tuyo, mi rey.

MI REY  [YM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora