👑 Seis 👑

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—Yo... soy un hombre. No puedo, ¿Cómo podría?

Yoongi movió sus manos de vuelta a la cintura del rey y se inclinó para susurrarle al oído:

—De la misma manera en que lo haces con tus damas. Solamente tendrías que dejarte hacer, dejarte sentir.

El corazón de Yoongi palpitaba como si estuviera en una carrera. Estar tan cerca del rey, respirar su aroma, sentir su calor y tocarlo de la manera en que lo estaba haciendo, era solo material de sus más profundos sueños, pero se negaba a sentirse mal por eso, porque obtuvo el permiso de comprobar con hechos sus palabras, porque había llegado el momento de que Jimin, su rey, conociera su verdad; la de ambos. La verdad del amor del duque del Este hacia el rey y la verdad del rey para sí mismo.

Yoongi obligó a sus manos a no temblar, a no tocar más de lo que era apropiado y a no volverse adictas al toque y la perfecta figura del rey. Jimin no le perdonaría tal atrevimiento luego de haberle permitido demostrar su punto al estar ahí, en su palacio, en su fiesta de cumpleaños y en la que elegiría a la que se convertiría en reina consorte pronto. También se obligó a hacer algo para evitar la histeria del rey. Lo último que quería era que lo echaran sin haber terminado de explicarse o que lo metieran a prisión esa misma noche, pero no había manera de darse a entender sin sobrepasar los límites y si esa misma noche su destino iba a ser sellado perdiendo su libertad o en el peor de los casos su vida, entonces, era su única oportunidad para hacer lo que deseaba, al mismo tiempo que enseñaba a su rey las cosas que era capaz de hacer y sentir.

—No es diferente, mi rey. Sólo tienes que sentir, dejarte llevar —dijo entonces, besando la comisura de sus labios y presionando sus caderas juntas. La evidencia de la excitación mutua rozándose tortuosamente y un gemido ahogado muriendo entre los labios apretados— ¿Lo ves, mi rey? ¿Lo sientes?

Los oídos del duque se llenaron con un ruego. Su rey pedía, aunque no sabía qué.

—Por favor. —lo escuchó decir, sonando como si se ahogara —Dime qué es esto.

—¿Qué es qué?

—Mi cuerpo, se siente...—Yoongi escuchaba como si su rey estuviera de alguna manera avergonzado, pero también agitado y quizás, necesitado— hay... hay algo húmedo allá abajo y... y duele.

Yoongi sabía lo que era, cómo sonaba y cómo se sentía Jimin. Lo había soñado innumerables veces y había sido parte de esos sueños que no tenían nada que ver con sus visiones del futuro. Compartiendo la necesidad de su rey, disfrutando de ella y saciándola. Soñando tantas veces, que era él quien cedía a sus propias necesidades y le ofrecía al rey el placer y la saciedad que ahora podía escuchar vívidamente de sus labios, emanando de su cuerpo. Entonces, dijo:

—Eso es tu cuerpo necesitando y preparándose. Si te tomarán ahora, la posibilidad de ese bebé que tanto deseas es más alta que la que ha habido en todos los años que has tomado mujeres.

Y, secretamente Yoongi lo anhelaba, tanto. Poder ser quien regalara al rey su más grande deseo, ser quien pusiera su semilla en el vientre bendito del hombre más hermoso y más inalcanzable del reino, verlo madurar con los meses, conocer a un pequeño príncipe con cabello rubio y ojos de bosque, creciendo para ser el dueño de un vasto reino que le correspondiera por derecho propio.

Pero eran sólo fantasías, un deseo insano del que sólo se podía permitir ese momento y luego resignarse a lo que viniera. Resignarse a ver a su rey decidir sobre lo que Yoongi le había dicho y luego, a como lo demandaba el reino, conseguir una esposa y seguir con su vida. Si es que no actuaba sobre su recién descubierta condición.

—¿Cómo eres capaz de continuar con la idea de ofrecer a tu hermana como posible esposa, cuando acabas de confesar tus sentimientos por mí y mi condición de fertilidad?

La pregunta del rey no era lo que Yoongi hubiera esperado en ese momento. Si bien era tan válida como cualquier otra, la atmósfera entre ellos estaba cargada de una tensión íntima y diferente a la de cuáles eran las razones del duque para ofrecer a su hermana cuando él mismo había abierto su corazón al rey. Aun así, tuvo que contestar con la verdad, porque así era Min Yoongi, el hombre y el duque. Honesto como su padre le había enseñado que un noble debería ser, aunque esa honestidad lo desgarrara.

—Como le dije, majestad, usted es mi rey y yo nada más un súbdito que tuvo el honor de develar una verdad. Sé que usted tiene responsabilidades y obligaciones para con el reino y yo no tengo el derecho de intervenir en eso por mis deseos egoístas.

—Eres más que eso, Yoongi. Eres especial por tus dones y por tu sentido de honor y lealtad, pero no podría importarme menos una esposa ahora. Eso no va a darme un heredero, a menos que lo de a luz yo mismo.

El rey seguía muy cerca de Yoongi, sosteniéndose casi totalmente de él y Yoongi no quería perder ese contacto, ese calor embriagador que se colaba hasta sus huesos y que se arrastraba a través de su piel. Sabía que era un gesto inconsciente, Jimin no se daba cuenta de que lo hacía, de que seguía muy cerca y todavía presionado contra el duque, todavía rozándose, tocándose, respirándose, como si ese fuera su lugar. Y lo era. En las fantasías de Yoongi, su cuerpo era el lugar para el de Jimin, su corazón era el lugar para los sentimientos y deseos de su rey.

Pero la noche no era eterna y las fantasías no eran más que eso, distantes de la realidad. Se obligó a si mismo a dar un paso atrás, porque ya había cumplido con transmitir el conocimiento y se había aprovechado un poco para demostrar lo que describía y no debía alimentar sus propios anhelos de esa manera. La burbuja se había roto y adentro, en el palacio, la fiesta aún seguía.

Sin una sola palabra más, volvieron sobre el camino en el medio del gran jardín hacía el gran salón donde el resto de los invitados disfrutaban la velada entre vino, comida y música.

El rey, Jimin, anunció el final de la fiesta y la disposición de que la casa del ducado Min sería considerada para la próxima unión en matrimonio y eran bienvenidos a quedarse en palacio mientras se hacían los arreglos para el compromiso. Yoongi suponía que eso, al menos era una ganancia. Su hermana había sido elegida como posible reina consorte y él podría permanecer cerca del dueño de sus sueños y de su corazón.

Lo que estuviera dispuesto a hacer el rey para conseguir ese hijo que tanto quería ya no dependía de él, porque por más que en las noches solitarias en su lecho, imaginara que era él quien le daba a Jimin ese gran obsequio, con su hermana siendo esposa y reina, Yoongi no traspasaría nunca la línea entre sus deseos y lo que era correcto. No a menos que él mismo rey se lo pidiera y sabía muy bien que eso nunca pasaría.

Guardaría su corazón como sabía que debía hacerlo y se consolaría con ver a su pequeña hermanita tener lo que él nunca podría.

MI REY  [YM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora