👑 Siete 👑

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El rey solicitó la primera reunión oficial con el duque del Este y su hermana a la mañana siguiente.

Jimin había conocido partes de sí que nunca hubiera imaginado apenas la noche anterior, pero haber pasado la noche en vigilia y repitiendo la conversación y los acontecimientos con el duque Min, nada menos unas horas antes era más que suficiente para evadir el sueño y para pensar en lo que sería de su vida de ahora en adelante.

Era un rey. Uno que se debía a su pueblo y a las leyes que habían mantenido al reino en pie por demasiado tiempo para que Jimin pudiera saber o recordar. Era el pilar de toda una nación y había cosas que se esperaban de él, pero del mismo modo era un hombre, un humano de carne y hueso, con capacidades como cualquier otro para desear, anhelar y querer algo para sí mismo. Sus padres habían sido fervientes gobernantes y leales protectores de su gente, pero habían sido también, solamente un hombre y una mujer más allá de títulos, coronas, tronos. Enamorados el uno del otro, de su familia, de su hijo ¿Sabrían ellos que Jimin era lo que era, que su hijo único y prematuramente coronado rey llevaba en su cuerpo eso que se necesita para concebir y traer vida al mundo?

Debieron haberlo sabido. Su madre lo dio a luz y lo cuidó desde sus primeros instantes, pero quizás no les alcanzó el tiempo para prepararlo, para enseñarle de lo que era capaz, además de gobernar. Ellos debían saber y, sin embargo, no pudieron decírselo. Nunca le habían mentido o engañado y de pronto se fueron sin confesar lo único que haría que la vida de Jimin cambiara.

Porque era un rey, un hombre, sería un esposo algún día... y un padre. Pero de la manera que menos alguien se podría imaginar y ahora que todo el poder y la responsabilidad recaía sobre él en más de una manera, el anhelo se hacía más grande y las posibilidades de crear cambios también lo hacían.

¿Por qué no empezar desde ahora?

Convocó al duque Min —Yoongi— y a su hermana para compartir el desayuno en el mismo jardín en que la noche anterior había aprendido lo que su cuerpo era capaz de sentir y hacer. La luz del sol bañaba cada rincón que antes había estado oscuro y el bullicio del día llenaba el silencio de la noche, y aún seguía siendo el mismo sitio, el mismo árbol, las mismas rosas, el mismo Jimin... y el mismo Yoongi que ahora se sentaba frente a él en una mesa de jardín a la sombra del enorme cerezo cubierto de flores.

Pero no estaba hablando. Ninguno lo hacía y el silencio sobrepuesto al canto de las aves era ensordecedor. Lady Min era demasiado recatada y aunque era la mejor cualidad en una señorita noble, Jimin estaba acostumbrado a la jovial alegría de sus damas, a las que pronto tendría que devolverles su vida, las que no volverían a compartir su lecho ni a esperar que las noches de pasión resultaran en un heredero, porque ahora el rey lo sabía mejor.

No era ninguna de ellas la que daría al reino un sucesor para las siguientes generaciones y no sería lady YoungMi tampoco la que se vería en esa posición.

Dejó que el sosiego del silencio acompañara los pocos bocados que se atrevió a comer y se dedicó a observar al hombre que había significado un cambio en su vida. El que había compartido sus dones y había demostrado sus palabras.

El mismo que le había confesado sus sentimientos y aun así antepuso un deber antes que a sí mismo. El mismo sacrificio que se esperaba del rey Park y que apenas ayer habría estado dispuesto a hacer por el bien de su pueblo.

Hoy... El rey Park Jimin no sabía lo que haría.

No, viendo a la linda jovencita bien sentada en su puesto como una hermosa muñeca y al elegante hombre con ese traje negro a la medida que acentuaba su cuerpo, sus oscuros mechones ondulados enmarcando su rostro fino y esculpido, brillante por su palidez natural y el reflejo de los suaves rayos del sol filtrándose entre las ramas cubiertas de flores del gran cerezo a su espalda. El hombre que supo la manera correcta de tocar su cuerpo y hacerlo sentir.

¿Qué iba a hacer Jimin ahora?

Sabía que vendrían nuevos tiempos. Cambios que no era posible evitar, pero la verdadera pregunta era ¿Cómo?

¿Cómo cumplía Jimin con su pueblo y consigo mismo?

Después del último trago de su taza de té, todo lo que se le ocurrió fue ofrecer su mano a la que todo el mundo pensaba sería su futura esposa. Lady YoungMi era hermosa y justamente la mejor candidata, pero no fue esa la razón por la que decidió escogerla a ella al final de la velada. No era a ella a la que quería mantener cerca cuando toda la corte y los nobles del reino se hubieran ido. Sino al hombre de profundos ojos negros, brillantes como gemas y misteriosos como el universo, que permanecía sentado viendo hacia las rosas que él mismo había devuelto a la vida antes.

—Camine conmigo mi lady —dijo Jimin, con el brazo doblado delante de ella y una sonrisa amable que su madre le había enseñado a dar a todo el mundo, aun si alegría fuera lo último que sintiera en su corazón. Aunque no estaba seguro de qué sentir, cuando los ojos que se lo habían comido entero antes, ahora no lo miraban y las manos que habían acariciado su rostro y más allá estaban envueltas en una taza fría de té.

Jimin se perdió con su dulce acompañante entre los arbustos cubiertos de flores y lo último que vio por el rabillo del ojo antes de girar en dirección a la fuente, fue la mirada sufrida del duque y su espalda en retirada de vuelta a las puertas de palacio por donde antes habían salido.

—¿Qué es lo que desea, Majestad?

La suave voz de la niña colgada de su brazo sacó a Jimin de una ensoñación en la que no se había dado cuenta estaba sumergido.

—No sé a lo que se refiere mi lady —fue todo lo que pudo responder.

—Sé que mi hermano habló en privado con su majestad anoche durante la velada —dijo, y luego agregó, como si anticipara que el rey expresaría una queja —. Mi hermano tiene un don, uno que no cualquiera tiene y eso ha causado todo tipo de reacciones en la gente y ninguna ha sido buena. Las personas le temen o lo insultan, lo acusan de cosas malas; pero él es bueno. Sé también que nuestra presencia aquí no era sólo por el festejo de su cumpleaños o la presentación de las damas nobles para que usted eligiese una esposa, sino para que él pudiera decirle a su majestad algo que nadie más sabe. Ni siquiera yo.

—Entonces-

—Lo he escuchado durante las noches. A mi hermano. —Aclaró— Sus sueños son algo que le quita la paz en muchas ocasiones. Sobre todo, los que tienen que ver con usted. Lo sé porque lo he escuchado susurrar su nombre mientras duerme y luego, cuando despierta, sollozar como si llevara un gran sufrimiento. No estoy interesada en saber los secretos de su majestad, pero sí en que su majestad conozca uno mío, ya que estamos en estas.

Jimin se detuvo junto a la fuente y ofreció a lady YoungMi un lugar donde sentarse en un banco cercano. Rodeados de árboles y rosales, el pasto y el canto de los árboles, escuchó con atención cada palabra dicha por la hermana del duque Min.

Lo que ella tenía que decir significó mucho más que una confesión, sino una realización.

...Soy leal al rey y si ha decidido que soy yo con quien va a casarse... que así sea. Pero no podía seguir adelante sin haber dicho esto antes.

MI REY  [YM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora