zero.

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Todo comenzó hace ya un tiempo...

Nos encontramos caminando hace casi dos horas, según mis cálculos, no es que tuviera un reloj o algo por el estilo como para saberlo.
El clima era un tanto frío, una tormenta se avecina;
debemos encontrar un refugio ahora mismo si queremos pasar la noche sin resfríos o algún otro obstáculo que pueda haber en el camino.

- ¿Cuánto falta? Me pesan los pies... - suelta el niño a mí lado, lloriqueando.

- El pueblo está un poco lejos y lloverá pronto, deberíamos quedarnos aquí - digo señalando la carretera, viendo algunos autos vacíos.

- Yo quiero dormir en ese - el castaño corre hacia un auto azul, para luego abrir la puerta de este.

- Espera Kaib... - grito al ver un inconsciente salir del auto.

Rápido saco mí arco y disparó una flecha que se dirige a la cabeza del inconsciente.

- Fíjate la próxima Kaib - digo enojada, no es la primera vez que lo hace y se lo he repetido más de diez veces.

- Lo siento... -

- Será mejor que te quedes en este camión, es alto y parece ser seguro - le digo mientras reviso el camión, había algunas provisiones, pero no mucho, quizás podrían durar uno o dos días.

- ¿Que me quedé? ¿No piensas quedarte? -

- Iré al pueblo a buscar más comida y cosas que nos puedan servir, si alguien anda cerca simplemente escondete -

Tomo algunas armas, un cuchillo y mí arco con un par de flechas.

- Volveré antes del anochecer - suelto antes de seguir mí camino.

- ¿Y si llueve? - dice bajando del camión.

- Kaib... Tranquilo estaré devuelta antes de que te des cuenta - acaricio su cabello para tranquilizarlo.

- Entra a el camión, si escuchas algo simplemente agachate y espera a que se vaya -

- Está bien, ten cuidado, por favor... - suelta en un hilo de voz.

Planto un pequeño beso en la sien del chico, para luego volver a tomar rumbo.

45 minutos...

Casi una hora ha pasado desde que dejé a aquel pequeño en el camión, unos quince minutos después de partir comenzó a llover, tuve que huir de una horda de inconcientes, pero finalmente he llegado al pueblo.
Comencé a caminar por las calles, revisé unas cuantas casas, almacenes, hasta que llegué a un garaje, ¡bingo, si!.
Una hermosa motocicleta.

Busqué en la casa las llaves de está, había algunos bidones de gasolina en el garaje así que eso no sería problema, aquí el problema es como llevaría todo yo sola.

Luego de unos minutos pude acomodar todo, cargue el tanque de la motocicleta e inserté las llaves, ¡Solo espero que arranque!

Uno, dos y tres...

Nada.

Vamos otra vez.

Uno... Dos y... Tres.

Nada.

Put... Mierda.

Revisé un poco el artefacto, pero para ser sincera no entendía nada de motocicletas, solo sabía manejar.

Después de tocar algunos cables y otras cosas finalmente prendió.

Calenté un poco el motor de esta y salí con todas las cosas a los lados.

La lluvia era fuerte, aceleré lo más que pude y salí finalmente de aquel pueblo.

Estaba anocheciendo debían ser cerca de las siete y media o algo así.

Solo espero que Kaib se encuentre bien y no haya cometido alguna estupidez.

Lo quería, pero solía ser un poco tonto, no lo juzgó es tan solo un niño de siete años o quizás ya tenía ocho, no lo sé.

Recuerdo ese auto, finalmente estoy cerca, ¡al fin!
Mí culo está quedando cuadrado en esta mierda de asiento.

La lluvia ahora era una pequeña llovizna.
Al llegar, dejo la motocicleta a un lado de la carretera entre unos árboles, bajo tomando todas las cosas y me dirijo hacía el camión.

Subo a este y ahí me encuentro con el pequeño niño, dormido, recuerdo que antes de toda esta mierda le relajaba dormir con lluvia de fondo, a veces cuando no podía descansar yo solía ponerle sonidos de lluvia y a los minutos se encontraba durmiendo muy placenteramente.

Acomodo un poco las cosas y me acuesto a un lado de el, la lluvia comienza a ser fuerte nuevamente, busco una manta entre mis cosas, para luego cubrirnos a los dos con esta.

- Volviste... - dice para luego abrazarme.

- Descansa Kaib - dejo un beso en su pequeña frente, para después caer rendida ante el sueño...

𝘚𝘰𝘯𝘥𝘦𝘳 - Daryl DixonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora