1

466 34 6
                                    

ㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤLa paz fue devuelta, los dioses festejan en sus comedores mientras las lunas pasan sobre el cielo, mientras tejo y tejo un tapiz tras otro, cuidando del hijo del sol, pinto cuadros hasta que me duela la mano y doy vida a las cosas en el lienzo, ayudo a curar a las damas y trato sus malestares con mis medicinas, los días se acaban como la bola de estambre violeta que uso para tejer, mi divinidad se siente como un graznido sin escuchar o como una caracola vacía que alguien abandono en la orilla del mar.

Me arrastro entre los pasillos para ver las flores del jardín en un recuerdo de mi tiempo en la tierra, a veces canto canciones de cuna que escuche de alguna hermana o prima de la cual ahora no recuerdo su nombre mientras arrullo a Asclepio  y él se queda dormido en mis brazos. Es un niño adorable, sus piernitas regordetas y sus mejillas rosadas lo hacen parecer un capullo, los días pasan y lo veo crecer, y con eso también veo como su parte divina se disminuye. Su cabello rosado como el de su padre ahora se adornaba con pequeñas hebras similares a las de su madre, aunque su sonrisa brillante como un sol siempre me recuerda al rostro de Apolo.

Su primera palabra fue “Ránide” y su segunda fue “mamá”, algo que sin duda me puso muy feliz, tanto que le conté felizmente a la primera doncella de Apolo que pasó ante mis ojos. En menos de un día, medio Olimpo ya sabía que el hijo semidiós de Apolo ya hablaba. Aunque me dio un poco de vergüenza, pues tenía algo de miedo de que me culparan si Asclepio crecía siendo un niño raro como yo lo había sido.

Aunque tal vez solo sería peculiar, destinado a ver su rostro grabado en las estrellas como los héroes que alguna vez recorrieron la tierra. Todos los héroes tuvieron algo que los hizo raros, desde fuertes sentidos de la justicia casi irracionales hasta una mente habilidosa para los engaños.

— Ránide, estoy bien.

La voz de la doncella fluyo suave llamando mi nombre, mientras me mantenía a su lado vendando su brazo. Había sufrido una leve lesión, curaría sola sin duda, pero en un mal movimiento podría ser permanente.

— Es mejor vendar la lesión para evitar un mal peor.

— Siempre te preocupas demasiado.

Las comisuras de mis labios se quebraron, formando una sonrisa seguida de una risa boba. Con vergüenza aparta la mirada, de cierta forma era verdad, tomaba las situaciones con más importancia pensando en las desgracias futuras como si fueran a pasar siempre. No es que sobrepiense la situación, solo soy precavida.

— Y tú eres muy descuidada al andar jugando en el bosque.

— ¡Oye! No sabes lo libre y feliz que me siento.

— Debe ser una maravilla — dije —, ¿Cómo están los bosques en esta temporada?

La ninfa guardo silencio un momento, vi como sus dedos jugaban con su melena castaña, sus movimientos ligeros guardaban años de encantos. Era una joya en su máximo esplendor.

— Bueno, las flores están más que bonitas y su néctar es dulce, y las hojas se ven muy verdes, la primavera es un momento ideal para nosotras.

— Me alegra saber eso.

Con cuidado corte la venda en su muñeca, poniéndome de pie y sacudiendo mis manos.

— Puedes irte ya, solo ten cuidado, si algo te duele tengo un par de hierbas para eso, solo búscame, sabes que siempre estoy aquí.

De un brinco se puso de pie, sus perlas dentales eran visibles por su sonrisa, a pasos ligeros se fue de mi habitación agitando la mano para despedirse de mí.

Cuando me quedé sola, mire a mi alrededor: hierbas medicinales, medicamentos hechos pasar por pinturas, lienzos a medio acabar y más, era un pequeño desastre del cual me sentiría orgullosa si no fuera porque parece que perdí la cabeza al no ordenar nada. Suspire mientras me acercaba para poder colocar un par de ungüentos en una caja de madera, estaba segura que la ninfa volvería por las hierbas y pomadas para el dolor, ¿Cómo se llamaba? No recuerdo, creo que Alke, pero era una más de las varias que sirven aquí entonces podría equivocarme.

GOLDEN EYES. apoloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora