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ㅤㅤㅤㅤEl moño cayó al suelo, debajo de el había otro y otro. Finalmente escogí el mismo broche que alguna vez Apolo puso en mi cabello, peinando mis hebras doradas en una coleta baja como él lo hizo. Mire mis pies descalzos unos instantes antes de ponerme de pie y verme al espejo de pies a cabeza. Le había pedido a Apolo el favor si me podía conseguir prendas parecidas a las usadas por su tío, el señor Hades, pues captaron mi atención una vez las vi a detalle.

Di la vuelta sobre mi misma y me incliné en una reverencia.

Me aclaré la garganta y actúe torpemente: fingir ser un dios no era difícil, hay muchas formas de engañar a los sentidos y el acuerdo correctamente de acuerdo a la divinidad no es muy difícil. Aunque claro, para cada dios su divinidad se siente diferente, desde fuerte y estruendosa hasta suave y susurrante,  la mía se sentía cada día más vacía.

Repetí algunas palabras que escuche decir al señor Hades la última vez que lo vi, siempre era elegante y educado, guardando la etiqueta pese a que algunos podrían ver frialdad en su comportamiento. Cuando te acercas lo suficientemente y metes las manos en el agua, llegas a sentir su calidez, así era Hades.

Fue el ruido de la puerta que me hizo girar enredando los pies en los moños y listones que deje en el suelo, de a tropezones avance a la puerta hasta recuperar el equilibrio.

Cuando abrí la puerta vi una silueta conocida, una que me hizo sonreír al instante pues como siempre me venía a dar los buenos días.

— ¡Apolo!

Lo llame, abriendo la puerta por completo e inmediatamente lo abrace.

— ¡Ala! Buenos dias, mi belleza.

— ¿Qué tal? ¿Cómo estás?

— Bien, tan radiante como siempre y mucho más hermoso que ayer — dijo mientras pasaba los dedos en mi cabello —, ¿Por qué tan contenta? ¿Es por la ropa? Estos días has estado más alegre.

Su abrazo era cálido y protector, me resultaba familiar pues eran los cientos de noches en estos últimos siglos en los cuales había dormido acurrucada en sus brazos así como él lo hacía en los míos. Un suspiro de me escapo y cerre los ojos al hablar.

— Ya he terminado los ungüentos en los que he trabajado tan duramente estos años.

— Oh, felicidades entonces, ¿Para qué son?

— Es un secreto.

— Nosotros no tenemos secretos, cariño.

Guarde silencio por un momento, no sabía que decir, ya había acabado todas las mezclas que necesitaba y las había guardado cuidadosamente en mi habitación, solo me quedaba vertirlas y servirlas...
Sostuve sus mejillas y aprecie su rostro, odiaba la idea de verlo lleno de desilusión, pero sentía que si confesaba mis palabras él podría esa expresión. Debe ser doloroso que al final las personas que amas te oculten algo, incluso si no es con mala intención.

— He logrado engañar a las decisiones del propio Zeus.

— Aww, me alegr-... ¿Qué?

Siempre había tenido una mala tendencia a hacerme meter en aprietos y condenarme a mi misma, sacrificarme en exceso por los demás, era una mala llorona pero una buena mentirosa que se engañaba a si misma, lograba la prosperidad de mis seres queridos a costa de un momento de oscuridad.

— Quiero que veas esto.

Escape de su abrazo y me aleje un poco de él, le di la espalda antes de empezar a desvestirme ante su espectante mirada.

GOLDEN EYES. apoloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora