Parte 3

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*Un año despúes*

Era madrugada en Arendelle, el reino estaba a oscuras y todos dormían... Bueno, casi todos.

Elsa, ya más adulta y feliz, daba vueltas por su habitación buscando ideas para el cumpleaños de su hermana que se celebraría aquel día. Caminaba de un lado a otro esforzándose lo más que podía: ¿Qué le regalaría a Anna? ¿Un oso de felpa? ¿Un collar? ¿Un vestido?

— Esto es tan difícil...— exclamó finalmente Elsa rendida.

Dio un suspiro y abrió la ventana para tomar aire fresco. El viento frío cruzó el balcón y movió un poco el cabello de Elsa, ya liberado del sofisticado peinado desde hace un tiempo. Se apoyó en la baranda y observó su silencioso reino, recordando todo lo que había pasado: la coronación, la huida, el reencuentro con Anna, cuando Hans la regresó al castillo, cuando intentó asesinarla... El sacrificio de Anna... Y el final feliz.

Elsa dio otro resoplido y admiró la enorme y majestuosa luna llena que brillaba en el cielo frente a ella. Inesperadamente le llegó a la mente la imagen de aquel misterioso y atractivo chico que había estado con ella ya dos veces en su vida... Jack Frost, así se llamaba aquel mágico joven de piel y cabellos de nieve y ojos de mar. Aquel muchacho que le había dado el principal consejo de ser feliz y de no preocuparse, consejo que finalmente había seguido. Luego de recordar todo lo que había pasado con él, Elsa recordó los besos que se había dado con Jack, ambos igual de inesperados, tiernos y perfectos.

Todas esas memorias ayudaron a Elsa a darse cuenta de que lo extrañaba.

—Jack Frost, ¿dónde estarás ahora? — Elsa murmuró esas palabras mientras contemplaba más a la luna.

De pronto una escarcha cayo directamente en su nariz. Elsa se enderezó y se limpió extrañada. Miró al cielo y se sorprendió más al notar que no había nube alguna, ni siquiera provocado por ella. Luego volteó y brincó del susto al ver al lindo chico frente a ella, sonriendo mientras se apoyaba en su cayado.

—Buenas noches, mi reina Elsa...— saludó Jack con una risa burlona admirando a una agitada Elsa.

—¡Jack! — Elsa dio dos pasos largos y abrazó con cálidez a Frost, haciendo que el chico sintiera de nuevo esa extraña sensación dentro de él, sentimiento que aumentó con lo que Elsa agregó —. Te he extrañado mucho, Jack.

—Yo igual... Reina de Arendelle.

Jack se separó de Elsa, la miró a los ojos y luego gimió del dolor por el puñetazo que la reina le dio en el brazo.

— Eso fue por asustarme —argumentó Elsa cruzando sus brazos y sonriendo de lado.

—De acuerdo, lo siento...— se quedó unos segundos en silencio observando a Elsa —. Ha pasado tanto y sigues tan hermosa como la última vez que nos encontramos.

Elsa se sonroja y se miró a sí misma: tenía la trenza ladeada, los mechones sueltos y el traje de dormir de seda, de igual diseño que aquel vestido celeste que había utilizado en su época de soledad, sólo que con algunos encajes de más y completamente blanco.

—Estoy en pijama — exclamó esa riendo.

—¡Qué importa!, te ves encantadora igual.

—Y tú...— Elsa empezó a rodear a Jack, analizándolo detalladamente—. Estás igual de atractivo que cuando nos vimos... De hecho estás exactamente igual, no acostumbras a cambiarte de ropa, al parecer —Jack dio una carcajada por ese comentario.

—¿Y qué ha sido de usted, reina Elsa?. Veo que está feliz, ¿siguió mi consejo?

—Así es, finalmente soy feliz.

Encuentros no contados (Jelsa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora