3._Sacrificio

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Shin abrió los ojos tendido en una cama en un cuarto elegante, pero poco amoblado. Al tratar de sentarse sintió un agudo dolor en el abdomen y en la cabeza que lo obligaron a quedarse como estaba. Cuando el dolor comenzó a disiparse recordó que había sido golpeado por un automóvil en la calle después de haber visto un horrible espectro. Aquello le parecía un delirio no así el olor a cera de vela que inundaba el aire. Reconocía muy bien ese aroma. En la casa que compartía con sus hermanos reinaba el olor de las velas y el incienso.

El lugar era frío y húmedo. Pero no había en él una humedad sucia. El ambiente ahí se sentía fresco, como en un bosque muy lluvioso. Shin tardo en intentar moverse de nuevo y al hacerlo quedó bastante desconcertado. Pensaba que estaba tendido en una cama, pero en realidad lo estaba en una mesa rodeada de velas con símbolos extraños tallados en ellas. También notó que tenía puesta una ropa diferente. Un atuendo sencillo de color blanco de una tela suave.

–Sera mejor que no se mueva– le advirtió una voz que reconoció. A su izquierda, vistiendo un atuendo azul como el de un sacerdote, estaba Dai– El trabajo todavía no está terminado– agrego. Su rostro se veía pálido a la luz de las velas y sus ojos parecían dos amatistas de lo duro que lo veían.

–¿Qué..?

–Sufrió un grave accidente– lo interrumpió Dai que se mantenía a unos tres pasos de distancia– Uno bastante grave...

Shin lo miraba sin entender nada. Pronto su atención se vio ocupada con una sensación como de hormigas caminando por su abdomen. La sensación creció en intensidad hasta provocar un malestar que lo hizo levantarse la camisa para ver qué estaba ocurriendo. Shin casi dio un grito cuando observó una herida abierta en que centenares de insectos, como gusanos de cera, tejían una red que parecía hecha de hilos de araña. Dolía, pero sobretodo fue nauseabundo observar su cuerpo siendo infectado por esas diminutas criaturas. El chico trato de apartar esos gusanos de su cuerpo, sacudiendoselos con las manos, ignorando la advertencia de Dai de que no era buena idea. Como Shin no lo estaba oyendo, él intervino sujetandole los brazos desde atrás y reiterando su advertencia.

–Las larvas solo están reconstruyendo el tejido dañado– le dijo mientras Shin luchaba por soltarse de él– Observé y se dará cuenta.

Shin, ante la imposibilidad de liberarse dejó de resistirse pudiendo corroborar que lo que Dai decía era cierto.

–¿Qué... qué son estás criaturas?– preguntó Shin sin quitar los ojos de ellas.

–No le gustaría saberlo– le contestó Dai que relajo su agarre.

Pronto Shin estuvo completamente curado. Su torso lucia impecable. Parecía que nunca hubo allí una herida. Era tan sorprendente que le tomó varios minutos asimilar la situación. Con cuidado, un rato después, Shin se sentó sobre la mesa viendo a esos gusanos ir en fila india hacia lo que en un principio le pareció una manzana, pero tras una mirada más a detalle descubrió era un corazón humano. Un músculo tan fresco que todavía palpitaba.

– Era de una niña– le dijo Dai al tomar el corazón para ponerlo en un frasco de cristal. Shin no supo como sucedió, pero las velas comenzaron a arder hasta derramar su cera sobre el suelo como si fuera agua– Y antes de que se haga ideas equivocadas... No, no fui yo quien la mató.

Shin lo oía, pero sus ojos estaban fijos en el piso que parecía estar inundado. Sin embargo, lo más impresionante no era eso. En las paredes, al fuego que ardía en las velas, Shin pudo ver rostro como esculpidos en cera. Rostros de todas las edades que tenían una expresión muy serena.

–¿Qué es todo esto?– preguntó Shin viendo a su alrededor.

–Magia negra, artes oscuras. A la largo de la historia ha tenido muchos nombres. Ninguno muy amable debo decir– le respondió Dai– Todo lo que existe no es otra cosa que energía. El plano material es apenas una fracción de la existencia. Hay mucho que los ojos no pueden ver y que la conciencia no puede entender. Un mundo de posibilidades capaces de modificar todo lo que el hombre cree, está ahí...en la oscuridad. Disponible solo para aquellos que se atreven a dar la espalda a lo convencional. Como yo... y como usted, joven.

Ten piedad de mí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora