⋆ Capítulo 15 𝟹🥛

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Quería matarlo! No, definitivamente eso era muy poco para las miles de ideas de tortura que pasaban por su cabeza, todas hacía Hueningkai, claramente. Matarlo sería muy fácil, quizás hacerlo sufrir arrancándole cada uno de sus dedos hasta verlo llorar y después cosérselos sería más placentero. Y no, Soobin no era un seguidor de esas películas donde todo se basaba en el sadismo, pero para ese momento sabía que podía moler a golpes al ojimiel si lo tuviera frente a sus ojos.

Era la tercera, quizás cuarta vez que recorría las mismas calles cercanas a la urbanización donde vivía uno de sus mejores amigos, Yeonjun no aparecía por ningún lado y ya se había hecho de noche. Soobin se encontraba pasando por cada etapa de la locura hasta ese momento, donde sus sentidos se agudizaban, intentando escuchar hasta el más mínimo ruido de las calles, por si alguno de esos se parecía al maullido de un gatito.

No era que fuera llorón, él podía justificar las lágrimas que no dejaban de caer de sus ojos con el simple hecho de que se le había escapado el amor de su vida, no encontraba a su pequeño niño y si no aparecía era capaz de golpearse la cabeza contra la pared hasta que reventase, claro, eso después de hacerle lo mismo a Kai. Una vez el castaño le había contado, William cortó el teléfono sin siquiera escuchar lo que seguía después del “Yeonjun se escapó, Bin.”

Salió de la casa, sin importarle absolutamente nada, solo buscar al pequeño, que no había estado en la calle nunca desde que lo conocía y que, para agregar, se encontraba lejos de la casa de Soobin, además de agregar el factor principal, Yeonjun era buscando por unos hijos de puta para hacerle sabrá Soobin que cosas.

Claro, se había asegurado de dejar a Beomgyu y a Taehyun en su casa, con la intensión de que si alguien volvía a pasar preguntando por Yeonjun, supieran que sí había un adolescente y un gato ahí, pero no eran los que ellos estaban buscando. Beomgyu servía de mucho, ya Soobin se encargaría de quitar las manchas de evidencia de los actos sexuales entre esos dos de su sofá, esa no era su prioridad ahora.

—Maldición, Yeonjun, ¿Dónde estás?

Quería sacar la cabeza fuera de su auto y gritar a los cuatro vientos el nombre de su bebé, pero a la vez sabía que era ya tarde y si lo hacía, al menos una persona terminaría llamando a la policía por un loco psicópata que se le ocurre hacer un teatro de gritos en esas horas.

Lo peor de todo era que su mente le jugaba muchas malas pasadas. Él podía hasta ya imaginarse a Yeonjun siendo raptado fuera del país con tal de que no se escape de nuevo, o a personas haciéndole tantas cosas al pequeño minino por ser tan malcriado y huir. No quería, Soobin jamás se perdonaría la vida si perdía al dueño de su mundo una vez lo había encontrado.

Detuvo su auto en un semáforo en rojo y golpeó su cabeza contra el volante. Dolía, sí, pero nada se comparaba a la opresión en su pecho por la simple idea de perder a Yeonjun. ¿Cómo podía cambiar tanto su vida de un momento a otro? Soobin había pasado desde ser un chico completamente normal, con un trabajo casual y una vida monótona, a un ladrón del pequeño que le robó el corazón y no iba a dejar que esos, que se decían sus dueños, pusieran una mano sobre lo que le pertenecía, porque Yeonjun era suyo, completamente suyo. Él sabía que no podría vivir más sin volver a escucharlo.

—Meoooooow~

Exacto. Sin volver a escuchar esos maullidos hermosos que le hacían sentir como su corazón bailaba en su pecho y las mariposas de su estómago le informaban que todo, todo estaba bien. Él había caído en una especie de hechizo desde la primera vez que Yeonjun dijo su nombre.

— ¡Bin!

Esa vocecita tan hermosa, esos labios tan suaves que-

¿Qué?

Levantó su cabeza del volante, sin importarle el dolor que sintió por la rapidez con la que lo hizo, o que ahora tenía toda su frente marcada con el diseño que cubría dicha parte del vehículo. Giró la cabeza lo más que le fue permitido y estacionó su auto a un lado, bajándose, él lo había escuchado, estaba completamente seguro de que esos eran los maullidos y la voz de su pequeño.

Entonces él caminó en cámara lenta, observando todo, esperando alguna otra señal, pero todas parecían casas de los suburbios realmente normales. Menos una, y ahí fue donde detuvo su vista: Una casa abandonada arruinaba todo el estereotipo perfecto del lugar; ésta estaba demolida, sabrá Dios la razón por la cual nadie se preocupaba en reconstruirla. Parecía un bonito espacio, pero las maderas que cubrían su puerta se encontraban ligeramente abiertas, y Soobin pensó que nadie le diría nada si echaba un vistazo en ese lugar.

Una vez tocó las maderas, observó hacía adentro del lugar y confirmó que todo estaba destruido, pero a pesar de eso, las paredes continuaban algo estables, así que estaba seguro de que esa sería una buena casa para cualquier vagabundo que pasara por ahí, de no ser porque el espacio que permitía entrar entre los maderos era muy pequeño y peligroso; la mayoría se encontraban partidos, cualquiera que intentara entrar ahí, se llevaría más de dos raspones como mínimo o muchas astillas en su piel, por suerte su pequeño no…

—Meoooooow.

Oh mierda, tiene que ser una broma. Cambiando su ángulo de visión, Soobin se encontró con Yeonjun dentro de ese lugar, claro, un cuerpo de un niño tan pequeño podía pasar por ese espacio casi sin ningún problema, y ahora estaba ahí, había encontrado a su pequeño entero, aunque llorando y encogido en un rincón del lugar. Ahí estaba Yeonjun, y Soobin por fin pudo sentir como su corazón volvía a latir con tranquilidad.

—Yeonjun, amor. ¡Oh por la…! Dios, no puedo creer que estés aquí.

⋆ 🐾◗Neko Corporation ‹𝟹 𝒔𝒐𝒐𝒋𝒖𝒏Donde viven las historias. Descúbrelo ahora