Episodio 4: Posibilidades imposibles

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Elspeth aceleró el ritmo para ponerse a la par de Koth y ambos avanzaron todo lo rápido que les permitía la plataforma cubierta de escombros. El sacrificio de Nahiri los acercaba a su destino, pero también los ralentizaba mucho (salvo a Kaya), porque tropezar con los escombros podría hacerles caer hacia las profundidades de la esfera.

Aún tenían a la vista el agujero en el prístino cielo. Parecía una herida en la perfección de porcelana de aquel lugar, en la que se arremolinaba una polvareda de todos los colores de Pirexia. Los planeswalkers corrían en medio de una guerra y, aunque no se podía decir que sus horrores no les afectasen, de momento eran demasiado pequeños como para llamar la atención.

 Los planeswalkers corrían en medio de una guerra y, aunque no se podía decir que sus horrores no les afectasen, de momento eran demasiado pequeños como para llamar la atención

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Elspeth les lanzó una mirada viperina a los guerreros que luchaban en las alturas. Sólo esperad, pensó con toda la fiereza que pudo reunir. Lamentaréis lo que nos habéis hecho.

No lo harían. Estaba segura de ello. Aunque el plan siguiese adelante sin más contratiempos y arrancasen una victoria imposible en medio de aquel caos, los pirexianos no se arrepentirían de destruir Mirrodin. No estaban hechos para arrepentirse de nada. Lo que les empujaba era el "bien común" y la gloria de Pirexia; en el fondo, eso era lo único que les importaba. Todos serían uno, o no existirían en absoluto.

El puente elevado en el que había aterrizado el grupo parecía demasiado frágil como para resistir el impacto de una parte tan gigantesca del Coliseo de Sheoldred. Aunque el puente fuera lo bastante resistente en circunstancias normales, la colisión debía haber sido todavía más fuerte, ya que la hazaña de Nahiri los había arrojado hacia las insondables profundidades blancas. Elspeth echó un vistazo por el borde y vio un paisaje más inmenso de lo que parecía posible. Una red de plataformas de alabastro se extendía por todas partes, conectadas mediante largos puentes de tendones carmesí.

Después de pasar por los eriales llenos de necrógeno en los Fosos del Dros, esta capa le recordaba a la sangre derramada en las blancas arenas de Theros, mancillando lo que debería ser prístino. Koth, Melira y los ingenieros trasgos eran nativos de Mirrodin. Los planeswalkers eran forasteros en aquel mundo, pero esto era Mirrodin, era su plano, no el de Pirexia, sin importar cuánto lo hubiera transformado el aceite iridiscente. Los mirrodianos no deberían parecer fuera de lugar en su tierra natal.

En las plataformas se erigían cúmulos de edificios que surgían de la red de tejidos como esculturas orgánicas, fusionando la curvatura lisa del metal manufacturado y la desigualdad orgánica del hueso y los tendones. Todo era un contraste de rojo y blanco, un plano entero construido a imagen y semejanza de Elesh Norn, como algún sueño horripilante.

Aunque era obvio que los puentes se habían diseñado para facilitar la marcha de multitudes de pirexianos, allí abajo no había nadie salvo los planeswalkers. La batalla que se libraba en las alturas estaba demasiado lejos como para que les llegara incluso el eco del estruendo. Daba la sensación de que el grupo estaba totalmente solo. Lo único que se oía era una canción distante, como si las estructuras les cantasen, un himno de los horrores pirexianos.

Asalto a Nueva PhyrexiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora