La corriente de aire volvió a rozar la mejilla de Nobara, ella pestañeó débilmente y trató de alzar el puño, como si empuñara su martillo, pretendiendo darle en la nariz a la maldición de cara cosida. Sin embargo, al abrir sus ojos, lejos de hallarse en el metro de Shibuya se reconoció en una habitación blanca y vacía, donde lo único que llegaba a oír era su latido y respiración.
—Bievenida —Shoko Ieiri, de espaldas a ella, le dijo calando un cigarrillo. El humo del tabaco fue el primer olor que Nobara inhaló, tras despertar, escociendo el interior de su nariz y obligándola a aspirar con fuerza, para contener un estornudo que amenazaba con salir—. Perdona, no pensé que despertarías hoy.
—¿Mahito...?
—Él ya no está, ni ningún otro que te pueda lastimar.
Nobara volteó a mirarla, alcanzando a verla quitarse el delgado cilindro acartonado de la boca y estrellarlo contra la superficie de la mesa, pero creyó percibir diferente su propia visión, y se llevó la mano a la zona izquierda del rostro donde un espadrapo escondía uno de sus ojos.
—Utilicé mi técnica de Maldición Inversa en ti, puede curar las heridas —Shoko se calló y frunció los labios—, pero no salvar tu ojo.
La joven se levantó de la cama y corrió a la ventana a apreciar su reflejo. Colocó dos dedos en la punta del espadrapo y empezó a levantarlo, despacio, con una mueca de dolor, que se acrecentó cuando pudo descubrirse nuevamente a sí misma, encontrando su apariencia distinta a la última vez que se observó.
Entonces, gritó. Gritó, con todas las fuerzas con las que no pudo hacerle frente a Mahito, mientras sentía como si se le desgarrara la garganta.
No muy lejos de allí, en otra parte de Tokio, los ahora hechiceros de segundo año salían victoriosos de su más reciente misión: Megumi juntó los dedos para deshacer su dominio y Yuuji aprovechó para asestarle el golpe final a la maldición de primer grado, con la que habían estado peleando dentro del Jardín Azabache de las Quimeras, terminando al fin con su existencia.
—¿Ves? No necesitamos a Mahoraga —Yuuji bromeó, sacándole un gruñido a Megumi. En ese momento, el timbre de su celular sonó invitándolo a contestar, por lo que hizo una seña a su amigo y tomó distancia, con el aparato en alto, para encontrar mejor cobertura dentro de aquel edificio abandonado.
Megumi se sentó en unas escalinatas a guardar su Espada China de Combate, pero una sombra lo cubrió, adviriténdole de la presencia de una tercera persona.
—Debes estar muy cansado —Hana le dijo con una sonrisa y le extendió una botella con agua—. Hiciste un buen trabajo en la misión de hoy, Megumi.
Él cogió la botella y empezó a beber, mientras ella contemplaba el líquido bajar por la garganta masculina, con las manos en la cara y el rostro embargado por la fascinación. Después de un prolongado silencio, Yuuji cortó la llamada y corrió hacia ambos, con notorias lágrimas cayendo por sus mejillas.
—¡Fushiguro, Fushiguro! —Se lanzó hacia Megumi para abrazarlo—. ¡Kugisaki despertó!
Megumi tosió, casi atragantándose con el agua, denotando en su expresión un mínimo atisbo de felicidad.
—¿Lo dices en serio?
Hana se llevó el dedo a los labios.
—¿Quién es Kugisaki? —ella preguntó, pero su duda permaneció en el aire.
Yuuji asió a Megumi del brazo y lo alejó de la chica, que se quedó esperándolos, sin moverse del sitio en el que la habían dejado.
—Han pasado muchas cosas en tan poco tiempo, Kugisaki debe estar muy confundida. Vayamos a verla —Yuuji observó de reojo a Hana—. solo los dos.
—Itadori...
—Fushiguro —Yuuji frunció las cejas ganando un aspecto más serio, muy diferente a su usual apariencia de bonachón—. Kugisaki no la conoce y le explicaremos de su existencia después. No quiero que piense que la hemos reemplazado.
—Escucha, Itadori, nadie reemplazaría nunca a Kugisaki, pero tienes razón, resolveremos lo de Kurusu más tarde —Megumi lo miró a los ojos—. Kugisaki ahora es nuestra prioridad.
No fue sencillo deshacerse de Hana Kurusu, pero su devoción profunda por Megumi pudo serles de provecho para alejarla por un largo tiempo con la excusa de buscar un supuesto botón perdido del uniforme escolar. Una vez solos, Yuuji y Megumi buscaron a Ijichi para explicarle la situación y éste, contento por la buena noticia, accedió a llevarlos donde Shoko.
Muy pronto, estarían nuevamente los tres... como debía ser.
—¡Kugisaki! ¿Kugisaki?
Yuuji tocó la puerta y, al no obtener respuesta, se volvió hacia Megumi.
—Pudo haberse quedado dormida.
—Shoko nos lo hubiera dicho —Yuuji negó con un gesto y cogió la perilla—. Entremos, debemos verla.
La puerta se abrió de un giro, al mismo tiempo que Nobara se tapó el rostro, en el fondo de la habitación.
—¡No me miren! —gritó—. ¡Se ha ido!
—¿Quién se ha ido?
—Mi belleza.
Nobara se arrojó en la cama y se recostó bocabajo para protegerse con la almohada. Yuuji y Megumi dejaron las bolsas de compras, que habían hecho de camino para ella, en la silla de al lado y se sentaron a mirarla.
—No es para tanto —Yuuji levantó cuidadosamente la cabeza de su amiga, percatándose del parche y su ojo derecho empapado en lágrimas—. No está tan mal, solo perdiste un ojo —La soltó y buscó apoyo en Megumi con la mirada-. ¿No es cierto, Fushiguro?
Éste lo golpeó en la cara.
—Idiota —musitó y lo apartó para ocupar su lugar, cerca de Nobara—. Kugisaki, no hace falta que te diga cómo es Itadori, lo conoces y está tan emocionado que se ha puesto más tonto de lo normal... Tú... Nos hiciste mucha falta.
El ojo de Nobara volvió a lagrimear y ella, apretando los labios, abrazó a Megumi y lloró sobre su hombro. Él la abrazó de vuelta, acercándola a su cuerpo y afianzando la postura para tenerla más próxima. Yuuji, con los párpados húmedos, se unió a ellos.
Finalmente, ya no era más un sueño, sino la realidad: la volvían a ver.
De vuelta en el auto, las bromas tontas de Yuuji, así como la canción que puso Ijichi en la radio, hicieron sentir a Nobara como en casa y la animaron a cantar. Yuuji se unió pronto a ella y ambos empezaron a moverse como lombrices en sus asientos, aplastando a Megumi que iba sentado en el medio, como el relleno de un sándwich. Éste, aunque estaba siendo constantemente estrujado, se reservó las quejas y optó por mirarlos con una pequeña, y casi disimulada, sonrisa.
—¿No cantas, Fushiguro? —Nobara, al notarlo, le preguntó guiñándole el ojo. Parecía haber olvidado, por un momento, su nuevo aspecto—. ¡Vamos, canta conmigo!
—No, yo no canto.
—¡Ay, te la sabes!
Nobara lo rodeó con el brazo, acercándolo más a ella. Él evadió el contacto visual.
—¡No seas amargado! —Yuuji se sumó, también atrapándolo, por lo que, al verse presionado, Megumi terminó por ceder.
La combinación de sus tres voces, cantando a un coro desentonado, llamó la atención de los transeúntes y otros pasajeros que se quedaban mirándolos.
Megumi nunca se había sentido tan ridículo, pero también feliz. Nobara había estado ausente por casi un año, pero parecía que entre los tres el tiempo no había pasado y la conexión se mantenía intacta, como si nunca se hubieran separado. Por esa razón, Ijichi, a pesar de que trataba de esconder su cara detrás del timón por la vergüenza que le estaban haciendo pasar los chicos, no se atrevió a interrumpirlos, sino que subió el volumen para compartir en silencio aquel reencuentro.
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Volverte a ver┊FushiKugi
FanfictionUnos meses después del Incidente de Shibuya, Kugisaki despierta encontrándose con un mundo de la hechicería muy diferente a como lo dejó, por lo que Fushiguro, en ausencia de Itadori, deberá ayudarla a adaptarse a todos los cambios. POST SHIBUYA SEM...