Detrás de las puertas

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Los días transcurrieron, para Megumi y Nobara, entre entrenamientos y salidas casuales al centro comercial. A veces, los dos solos; otras con Hana siguiéndolos a ciertos metros de distancia, siempre atenta a su proclamado predestinado. Nobara mejoraba rápidamente, recuperando el nivel que tenía en Shibuya, pero que aún era insuficiente para el que requerían las misiones actuales.

Las maldiciones habían aumentado su peligrosidad y, últimamente, aparecían en el centro de la ciudad con mayor frecuencia. Los hechiceros eran convocados para derrotarlos en todo Japón. Incluso, se murmuraba en los pasillos por boca de los estudiantes de primer año que algunos habían sido enviados a misiones más complejas fuera del país.

Yuuji, aunque regresó pronto de la suya, volvió a ser convocado para una nueva a la mañana siguiente y se convirtió en costumbre verlo llegar y marchar. De la misma manera, Yuuta permanecía ausente la mayor parte del tiempo y la escuela solía ser habitada únicamente por Nobara, Megumi, Maki, Toge, Panda y los nuevos. 

Y Hana, claro porque, a pesar de no ser una estudiante como tal, vivía con ellos y no era un secreto para nadie cuan empeñada estaba por andar cerca a Megumi, como su sombra.

Con el pasar de las semanas, Nobara parecía acostumbrada a su actual rutina, y no había mostrado problema con no formar parte de las misiones especiales. Al menos no hasta que los demás empezaron a ser convocados, de uno en uno, y más seguido cada vez. Entonces solo eran ella, Hana y los novatos, cuya poca o nula preparación era evidente, pero se había propuesto cambiarlo.

—¡Déjenme ir con ustedes! —Nobara se lanzó a las piernas de Maki, cuando ella, Panda y Toge se disponían a salir, rumbo a Kioto para una misión.

—De ninguna manera, no te han llamado —Maki le respondió, apartándola con brusquedad—. Si no lo hicieron es porque todavía no estás lista.

—Inumaki, Panda —Nobara rogó.

Ambos se miraron entre sí, con cierta duda.

—Lo siento, Nobara —el panda dijo finalmente—. Lo hacemos para protegerte.

Nobara pisó fuerte y se cruzó de brazos, mientras los veía alejarse, atravesando el patio.

—Me están subestimando —dijo para sí, creyéndose sola en la habitación—. ¿Acaso todos olvidaron que también soy hechicera?

—No seas caprichosa, estas misiones no son solo para derrotar maldiciones. Por si no lo has notado, están llamando a los hechiceros según tarea, disponibilidad y grado —Megumi apareció, sobándose la nuca, como si recién se hubiera levantado—. Ya que estoy aquí, y los otros se fueron, ¿por qué no vamos de compras?

—¿Tú yendo voluntariamente de compras? —Nobara preguntó, a media sonrisa.

—Lo decía por ti —Megumi replicó con su habitual voz monótona—. O demos una vuelta, simplemente. Podemos ir a por un café.

El rostro de Nobara se iluminó y ella olvidó por un instante la molestia anterior. Después de las compras, ya que Megumi no pudo retractarse más tarde, fueron por el prometido café. La cafetería escogida quedaba cerca de Roppongi y era una a la que ya habían ido con Yuuji, anteriormente. 

—¿Y bien, Fushiguro? —Nobara lo miró a los ojos, con los propios muy chispeantes—. Ya sé que me trajiste aquí por una única razón. Anda, no seas tímido, solo dilo.

La cara de Megumi se pigmentó de un rosa encendido, sin embargo, lo disimuló con el semblante que mantuvo tan serio como siempre.

—¿De qué hablas? —le dijo y bebió un sorbo de su café negro.

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