La familia Wright ya no estaba solo conformada por Bobby, el simpático; y Amanda, la hermosa y delicada. Al matrimonio valiente y amoroso que conocimos se les había sumado un tercer miembro. Uno que los convertía totalmente en una familia: la pequeña, carismática y brillante Stacy Wright Miller. Esa bebé era la alegría de la casa.
Está mal que lo diga, pero un día sin la sonrisa de ese pequeño ángel sería como un día sin sol. Y no solo porque se nublara, sino porque la estrella Alpha explotaría. Todos morirían poco a poco.
Soy una niña especial.
Nuestra casa no era una mansión. Aunque no vivíamos en Manhattan, la vivienda y su costo siempre fue uno de los principales problemas en Nueva York. Sin duda, una ciudad cara.
Era una pequeña casa, pequeña pero cómoda. Había tres habitaciones en la parte superior. La primera y más grande era la del matrimonio Wright. Tenía su cama, un par de mesitas de noche al lado, un clóset amplio que cubría toda la pared lateral, una mesita de trabajo llena de libros, cuadernos y algunos periódicos viejos; así como un baño completo dentro de la habitación.
La otra recámara era la mía, llena de peluches, adornos, cuentos de cuna; mis favoritos son los del Dr. Seuss. Mi pared tenía muchas fotos con caritas de bebé, dicen que soy yo, pero no estoy segura. Esa niña casi no tiene cabello, pero yo sí. Mi cuna, mi estación, para que me puedan cambiar los pañales, más juguetes; en pocas palabras todo lo que una niña pudiera desear.
Luego está el "cuarto blanco", un cuarto de visitas que jamás se utiliza. A veces escucho a mamá hablar por teléfono con alguien que llama "pequeño Matty". Siempre hablan de lo mismo: el clima, la comida, alguna serie o película de moda. Cosas realmente sin importancia. De la nada siempre le hace la misma pregunta.
—¿Sabes algo de Eloise? —pregunta Mamá con la voz entrecortada. Silencio. Unas veces más largo que otras, pero siempre hay dolor en su rostro después de preguntar. Tras esto hace un par de comentarios sin importancia y al colgar llora sin fallar. Lo hace en silencio, no como en las películas. Fluye una forma que cuesta notarlo, pero se ve que le duele.
Al bajar te encontrabas con la cocina, la sala y un baño común. También el sótano, que es el cuarto favorito de papá y mío. Ahí están todas sus colecciones, es un lugar genial.Todos los pisos de la casa eran de madera, una madera de pino que me encantaba. A veces, gracias a eso te sentías como si vivieras en un árbol, como si fueras una ardilla. Había días en que, si cerrabas los ojos, podías sentir como si estuvieras en el bosque.
Las paredes eran blancas con ligeros destellos de ámbar, gracias a la iluminación, mamá coleccionaba lámparas de piso y de mesa. A papá no le encanta la luz blanca, así que toda nuestra casa tenía un ligero toque de ámbar debido a los focos. No había muchos cuadros en casa, casi todo se decoraba con fotos; fotos de Bobby, de Amanda y de mucha gente que no conozco. Además de muchas, muchas fotos más de mí. Aunque solo llevo algunos meses viviendo aquí, soy el eje de toda la familia.
—Alguien despertó parlanchina, ¿no? —dijo, Bobby. Mientras salía de la ducha. Ya arreglado y cambiado, con ese traje gris que siempre usaba para ir a trabajar, su camisa blanca impecable y la corbata negra que día a día usaba. Siempre le quedaba chueca, por alguna razón.
—Parlanchina y madrugadora —dijo Amanda desde la cocina, aún vestía su pijama, pero se cubría con una bata. Seguro cuando Bobby se fuera, volvería a la cama.
—Buenos días, bella durmiente —le dijo Bobby desde la planta alta. Ese saludo era muy de ellos. Cursi, totalmente cursi, pero siempre que uno lo decía, el otro no podía evitar sonrojarse.
ESTÁS LEYENDO
Stacy & Jack - La chica de las entradas dramáticas
Chick-LitStacy Wright Miller sabe que vive en un mundo de "cositas especiales". Desde el día en que nació, fue muy claro que era una niña peculiar, tenía una imaginación viva y dinámica, podía convertir cualquier situación cotidiana en una aventura colorida...