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«El genio de las finanzas de Boston, Shah Rukh Khan, queda en sexto lugar en nuestra lista de solteros más codiciados del Noreste. Khan, de treinta y dos años, multimillonario con intereses financieros en negocios diversos, ostenta la patente de Securi-Lock, una innovación tecnológica creada hace diez años que ha revolucionado el mundo de la segundad en el hogar. Viudo desde hace dos años, y sin hijos, es un hombre que se ha hecho a sí mismo. Vive en el exclusivo barrio residencial de Brookline, en Back Bay, Boston, mide un metro setenta y tres y pesa sententa y tres kilos. Si quiere usted captar el interés de este eminente soltero de oro, no tiene más que ir a nadar, a remar, o a hacer jogging».

Shah Rukh Khan escuchó a su acompañante en la mesa ocultando apenas el mal humor. La miró, y dijo: —Aparta eso de mi vista.

—Estoy impresionada —respondió Kajol Mukherjee guardando la revista en el bolso con una sonrisa y un brillo en la mirada que Shah Rukh conocía bien, después de haber crecido juntos—. ¿Quién habría pensado que el flacucho de mi vecino iba a convertirse en un «eminente soltero de oro»?

Pero el enfado de Shah Rukh duró poco. Kajol estaba tan guapa como siempre, con su traje de chaqueta gris marengo y sus botas negras, de invierno. Shah Rukh sintió una vez más la atracción sexual que había sentido siempre hacia ella, con solo sonreír.

—De haber sabido que ibas a traer esa basura, no habría venido.

Lo cierto era que Shah Rukh jamás habría desperdiciado una oportunidad de ver a Kajol. Y él lo sabía. Kajol había sido su vecina durante la infancia, su primer amor, no correspondido, durante la adolescencia, y su mejor amiga durante toda la vida. Se veían todos los terceros miércoles de mes para comer. Kajol se sacudió la melena negra. Shah Rukh era perfectamente consciente de que más de un hombre la observaba, en el bar del hotel Ritz-Carlton.

—Pues me alegro de que hayas venido. He estado pensando en ti, preguntándome qué tal estarías —respondió Kajol contemplando el parque por la ventana, con sus ojos verdes.


Shah Rukh sabía que no se refería a qué tal le iba la vida en general. En realidad, lo que Kajol quería saber era qué tal estaba tras la muerte de Gyan. Ella le había hecho esa pregunta todos los meses, a lo largo de dos años, en medio de la conversación y de una forma completamente natural. Pero aquel día Shah Rukh prefería no pensar en ello, de modo que contestó con un tópico:

—La vida me va bien. Los negocios marchan bien. Y tú, ¿Qué tal?

—Bien —contestó ella con una breve expresión de reproche, dejándolo pasar—. Los negocios... son los negocios.

—¿Algo va mal en la galería?

—No, mal exactamente no —vaciló Kajol—. Esta mañana me he enterado de que mi mayor competidor se ha expandido. De momento no me ha afectado, pero con un local más grande, y más mercancía... estoy preocupada.

Kajol era propietaria de una galería de objetos artísticos a una manzana de allí, en Newbury Street, y proveía de artículos selectos a los ricos que aspiraban a un elegante estilo de vida. Shah Rukh le había comprado regalos muchas veces, y siempre le había impresionado la calidad y la exclusividad de los objetos allí reunidos. Los precios, por supuesto, iban dirigidos directamente a las clases más poderosas.

—¿Y qué vas a hacer?

—No lo sé, apenas he tenido tiempo de pensarlo —contestó ella acariciando la copa de vino—. Esta mañana he estado muy ocupada, pero ya se me ocurrirá algo —añadió encogiéndose de hombros, sin darle importancia.

—Seguro —respondió Shah Rukh alzando la copa en su honor—. Eres una mujer de recursos, la más imaginativa que he conocido nunca. Eso por no mencionar tu testarudez y tu tenacidad.

Un hijo tuyo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora