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Tres semanas después, Kajol estaba sentada en el despacho de su casa una mañana, antes de acudir al trabajo, con gesto de enfado. La respuesta del segundo banco había sido muy rápida, y el tercero la informaba de que la comisión de préstamos había decidido paralizar todos los créditos durante los próximos seis meses. Cerró un sobre nueva solicitud. Antes o después, tendría suerte.

Durante los últimos días, Kajol había estado buscando locales en otras avenidas, pero los alquileres eran tan altos que habría sido una locura. Mientras tanto su principal competidor había celebrado la inauguración del nuevo local por todo lo alto. Incluso algunos de los clientes de Kajol habían tenido el descaro de comentarle, maravillados que la nueva tienda era espectacular. Además para colmo, últimamente se sentía fatal. Kajol presionó la tecla del ordenador que ponía en marcha los pagos mensuales.

Durante toda semana, al levantarse, se había sentido tan mal que había sido incapaz de desayunar. A mediodía no tomaba más que una galleta o dos y un refresco, que parecía asentarle el estómago. Y para cenar, picaba algo ligero. No le apetecía nada, estaba cansada. Le costaba levantarse para ir a trabajar. Y a medio día necesitaba apoyar la cabeza en algún sitio, y echar una siesta. Shah Rukh llevaba de viaje toda la semana, y aún tardaría otros diez días más en volver. La llamaba por teléfono todas las noches, pero Kajol no le había contado nada acerca de su malestar. Confiaba en que se le hubiera pasado, para cuando él estuviera de vuelta.

Era ridículo, pero lo echaba de menos. Kajol caminó animada por la calle en dirección a la galería, esperando que su estómago revuelto se asentara. El día anterior el malestar le había durado casi todo el día, apenas había podido soportar el olor de la comida, Y había vomitado la cena. Tumbada era como mejor se sentía, pero no podía pasarse el día así, sin hacer nada.

Sin embargo ese día, a la hora de comer, apenas podía tenerse en pie. Penny la encargada, corría de la tienda a la trastienda, en donde Kajol se había sentado apoyando la cabeza en el abrigo colgado del perchero.

—Dios mío, Kads, tienes un aspecto horrible! Deberías marcharte a casa. Si esto es un virus, ¡Que Dios nos asista!

—¡Vaya, gracias, Pen! Creo que tienes razón será mejor que me vaya a casa—contestó Kajol agarrándose a aquella excusa. No quería contarle a nadie que estaba embarazada—. ¿Por qué no llamas a Melissa, a ver si puede venir hoy y mañana?

Penny asintió y corrió a llamar a Melissa. Luego, sin decir nada, llamó a un taxi para Kajol

—¡Pero si solo son unas pocas manzanas! —se quejó Kajol.

—Demasiadas, por tu aspecto —contestó Penny dándole al taxista una generosa propina.

Una vez en casa, Kajol durmió durante horas. Había oído hablar del malestar de los primeros meses de embarazo, pero jamás habría imaginado que la sensación de náusea continua fuera tan insoportable. Para su desgracia, la semana siguiente fue exactamente igual. Acudió a diario a trabajar, pero mas de una vez tuvo que tumbarse en el a trastienda. Hasta el agua le provocaba vómitos. Penny la atendía solícita, pero evitaba acercarse, por miedo al contagio.

— ¡Por el amor de Dios, Penny, esto no es contagioso!— Exclamó al fin Kajol un día—. ¡Estoy embarazada!—aquella confesión provocó perplejidad  en Penny—. Y no se lo digas a nadie.

—Descuida —asintió Penny—. Vete a casa y descansa, no te preocupes por nada. Me ocuparé de que venga alguien a ayudarme.

Kajol volvió a tomar otro taxi y cerró los ojos. Al llegar a casa se tumbó en la cama vestida, y se quedó dormida. La semana siguiente fue aún peor. Kajol solo podía controlar la sensación de náusea en posición horizontal, inmóvil. Girarse a un lado u otro, en la cama bastaba para revolverle el estómago. Kajol buscó el teléfono con mano vacilante. Tenía que avisar a Penny de que no iría a abrir la tienda aquella mañana.

Un hijo tuyo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora