Había algo de indecisión en su mirada al ver su reflejo en el espejo.
Sus ojos rojizos se deslizaron de arriba a abajo, sus manitas sacudieron la falda azul que con esfuerzo se había colocado y con torpeza arregló el último botón de su blusa blanca con pequeños puntitos naranjas. Bonito, los holanes y las cintas eran esponjosos, revoloteando con cada movimiento que daba; por eso era uno de sus conjuntos favoritos, obsequio de su tía Momo en su cumpleaños pasado.
Dio unas vueltas sobre su eje y un par de risitas salieron con diversión antes de correr por el pasillo.
La habitación a la que se dirigió tenía la puerta entreabierta, un caos en el suelo en medio de ropa sucia, zapatos desacomodados y papeles. Negó levemente con la cabeza mientras caminaba con sus piecitos en punta buscando no hacer ruido ni tropezar con nada para acercarse con sigilo a la gran cama frente a ella.
Un ronquido profundo llenó de pronto el silencio en la habitación, y tuvo que contener su risa para no fallar en su misión. Con decisión y más dificultad de la esperada logró subirse aferrándose a las sábanas hasta llegar a la cima.
—Papi...— tanteó con su vocecita susurrante sobre el oído del hombre profundamente dormido, un infructuoso intento que solo logró arrancarle un quejido mientras se ocultaba bajo las mantas. La pequeña empujó sus labios en un puchero al ser ignorada y con más decisión, colocó sus manitas sobre el brazo de su padre y con todas las fuerzas que su pequeño cuerpo pudiera tener, lo sacudió. —¡Papi, tienes que llevarme a la escuela! ¡Si llego tarde, le diré al tío Kacchan!
La frase logró finalmente poner en alerta al hombre, saltando de la cama e iniciando el caos como cada mañana.
—¡Me quedé dormido! ¡Lo siento Eri!— los grandes ojos de la niña no se sorprendieron cuando el lazo negro salió de las manos de su padre, llenando la habitación por todas direcciones; unas extensiones rebuscando en el armario, otras yendo hacia el baño en busca del cepillo de dientes, otras haciendo la cama y recogiendo el desorden.
Eri rio traviesa al ver lo revueltos que lucían los cabellos de su padre, luciendo como el "Gran señor Árbol" de su programa favorito. El hombre notó sus pequeñas burlas y sacudió su cabeza, despeinando aún más su ya alborotado cabello para que riera aún más fuerte.
—Parece que a mi pequeña princesa le divierte mucho burlarse de su pobre padre— una dramática exhalación abandonó sus labios al bajarla al suelo con delicadeza. La pequeña volvió a reír, alzándose sobre las puntas de sus pies para dejar un besito de buenos días en la pecosa mejilla de padre.
—Buenos días cariño— se tomó el tiempo para responderle, acariciando con ternura la cabecita de su nena y tomando fuerzas para iniciar un nuevo día.
Sus pasos apresurados fueron seguidos de cerca por los de su hija, directo a la cocina. Tan preocupado en el poco tiempo que le quedaba para preparar el desayuno y el almuerzo de Eri, que no notó el diabólico bloque de construcción de juguete amarillo en medio de su camino dispuesto a atacar sus indefensos pies descalzos.
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Una madre para Eri-chan
FanfictionY preocupada por la felicidad de su noble caballero, la princesa guerrera del reino de los gatounicornios se enmarcó con decisión y valentía en una misión sin precedentes. ¡Encontrar una mamá! •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••...