El Mal Trato a Kotetsu

VIII

Se encontraba cansado.

Estar todo el día en esa estúpida reunión para al final no llegar a nada lo había dejado con mala gana.

Estaba molesto, demasiado, quería gritar. Y lo peor es que no podía hacer nada porque estaba en pleno camino de regreso y no quería espantar algún niño, así que sólo fue tapando su enojo con la máscara que llevaba. Trataba de no hacer que su aura enojada salga tomando respiros calmados, aunque eso no sirvió de mucho ya que vio como un pequeño corrió al verlo. Tenía ganas de dormir para hacer pasar su enojo y recuperarse rápido, pero le habían mandado a comprar cosas urgentes para mañana así que tenía que aprovechar que aún no anochecia para avisarle al cuervo que no volvería. Eran las seis de la tarde, en media hora se iría más calmado.

- Malditos idiotas - habla para sí mismo sin dejar de observar el suelo y avanza con rapidez -, ¿no podían mandar a alg-

- Hola.

Sus pasos se detienen.

¿Ahora quién se supone que era?

- ¿Qué su casa no es por allá? - Al escuchar eso no duda en alzar su mirada y se queda algo sacado de si al ver que Muichirou se encontraba delante suyo, sin expresión y totalmente relajado señalando exactamente la casa dónde sabía que vivía. Ni siquiera había podido notar en qué momento se puso en su camino.

- Estoy yendo a hacer algunas compras - trata de no hacer notar su enojo -. A buena hora que te me apareces, avísale a Kotetsu que vaya con Kanamori porque no volveré hoy.

- Está bien - El pilar no tarda en desaparecer y Haganezuka sólo rueda los ojos volviendo a caminar mirando el suelo con mala gana.

Espera que Tokito pueda hacer bien lo que le dijo.

- Ya volví.

- ¿Qué? - Vuelve a observar al menor en frente suyo y no puede evitar asombrarse al notar lo rápido que había sido, osea sí sabía que los pilares eran eficaces pero no creyó que tanto - Bueno ya, gracias, ahora debo irme.

- Lo sé.

- ¿Entonces?

- ¿Puedo ir con usted?

- ¿Eh? - No esperó esa respuesta - No, no puedes salir.

- ¿Por qué? - Inclina su cabeza algo confundido.

- Viniste a visitar la villa no la ciudad así que quédate aquí - Vuelve a retomar su paso rodeando al menor por un lado para dejarlo atrás pero al instante nota que este empieza a seguirlo. Algo desesperado se detiene de nuevo y voltea para observarlo - Tokito ve a tu habitación.

- Mi habitación queda por dónde está yendo.

- Ah... - Tenía sentido - Bueno ya - Vuelve a caminar esta vez avergonzado y se golpea mentalmente por lo estupido que estaba actuando. Al menos agradecía que ya no se sintiera molesto, aunque igual le incomodaba verse de esa manera sólo por creer algo que no era.

Pasa varios minutos dando pasos con el menor tras suyo hasta que llega al lugar dónde se termina el camino y ya ni siquiera habían casas. El sol se oculta por completo ahora, Haganezuka se detiene abruptamente sin voltear y sólo habla - Tokito que yo sepa más allá ya no hay nada.

- Sí - El menor camina para ponerse delante suyo y lo observa - Sólo lo seguí hasta aquí porque quería despedirme.

- Pudiste haberme dicho adiós más atr-

Al instante el pilar se acerca a él subiendo un poco de su máscara y se pone de puntillas para unir sus labios son suavidad. Haganezuka abre sus ojos asustado al sentir como este pone sus brazos alrededor de su cuello para tratar de sostenerse y se queda totalmente quieto. Al principio no puede creer estar recibiendo eso ya que no tenía sentido que el pilar lo agarré así de la nada, pero sintiendo que ya no había nadie y que todo estaba totalmente oscuro sólo fue correspondiendo lentamente el beso sintiendo como el menor empezaba a moverse cada vez más rápido. Haganezuka rodea uno de sus brazos en su cintura y el otro acaricia suavemente de su espalda mientras va besándolo con más intensidad, puede sentir como el pilar empezaba a agitarse y soltaba gemidos en medio del beso. Los segundos que pasan en ese momento parecen un eternidad, tanto que se olvidan de su alrededor por un tiempo considerable y se dejan llevar. Tras ello el menor toma del rostro contrario para separarlo, y solo se queda unos segundos tomando aire para luego volver a unir sus labios. Esta vez con más suavidad y lentitud, su vientre siente un cosquilleo extraño en cuanto el herrero toma su cintura con fuerza. Es cuando decide parar.