Capítulo 3

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Tao miró al doctor Wu. Cómo alguien podía tener ese aspecto tan fantástico mientras se le iba la olla, era un misterio para él. Aunque todavía quería odiarlo y seguía muy enfadado con él, tenía que admitir que se veía tan caliente como siempre.

Con su largo cabello de ébano, piel dorada y profundos ojos marrones, era la imagen que había rondando sus sueños desde que llegó a la coalición. Y el hecho de que también tuviera un cuerpo increíble, pómulos altos y labios llenos tampoco dolía. En resumen, era todo lo que a Tao le gustaba en sus hombres y aún más.

El doctor le soltó la cara y se alejó, dejándolo finalmente a solas con sus pensamientos, y vaya si no tenía un montón que repasar. Después de tantos días con solo la rutina, de repente, su vida se había ido de cabeza, pero ya no haría más el gilipollas.

Si sólo el doc no fuera un maldito idiota. Entonces las cosas serían perfectas. Pero nooooo... Tao tuvo que ir y enamorarse de un patán. Algo en lo que parecía sobresalir. Él no podía sentirse atraído por un buen tipo por una vez, eso haría que su vida fuera demasiado fácil.

Fue gracias a su primer novio que casi había conseguido que su coalición de nacimiento fuera destruida, y por lo que fue exiliado. Ahora, gracias a su obsesión por el doc, había recibido seis balas y era incapaz de caminar o cambiar. Y ¿qué consiguió a cambio de ambas cosas? Una gran nada. Ahora estaba repudiado y era la mitad de hombre de lo que solía ser. Tendría que haber entrado en el sacerdocio, excepto que no era católico, por lo que tampoco habría funcionado.

Tao miró al doctor, que estaba sobre su gráfico. Como de costumbre, el ceño en su rostro estaba totalmente fruncido. Nada nuevo. El doc rara vez sonreía. O al menos no lo hacía cuando Tao estaba alrededor. Probablemente incluso lo fruncía en sus sueños.

Por aburrimiento, Tao comenzó a sacarse las intravenosas. Odiaba las malditas cosas. No sólo lo irritaba el esparadrapo, sino que odiaba estar atado a las máquinas. Si quería hacer pis, ya era lo suficiente duro sin tener que arrastrar la máquina con él.

—Ya basta, Tao. Saca una IV más, y te podré una vía central, y confía en mí cuando digo que no te va a gustar —dijo el doctor sin levantar en ningún momento la mirada de la tabla.

Tao se detuvo, preguntándose cómo lo había visto. ¿Tenía un par de ojos extra ocultos en la parte trasera de su pelo o algo así? Murmurando una maldición, dejó el esparadrapo.

—Pica —se quejó.

El doctor se acercó y lo miró.

—Hmmm... Puede que seas alérgico a esa cinta. Déjame probar con otro tipo y ver si te molesta menos.

El doctor cogió algunos suministros de un carro cercano y remplazó los esparadrapos de las IV. Cuando terminó, Tao se sorprendió al encontrar que eran mucho más cómodas.

—¿Se siente mejor? —preguntó Wu.

—Sí, gracias —asintió Tao.

—¿Eso quiere decir que vas a comer algo por mí?

—No. —Tao no era tan agradecido.

—Es eso o la sonda de alimentación, Tao, elige.

Tao dejó escapar un suspiro de irritación. —¿Desde cuándo te importa un comino lo que me pasa?

El doctor dudó durante mucho tiempo, como si sopesara lo que iba a decir. Finalmente dijo: —Desde me salvaste la vida.

Wu le murmuró algo a Kihyun. Unos momentos más tarde, Kihyun regresó con una bandeja de comida. No era mucho, sólo un poco de caldo y una gelatina roja, pero la vista de eso le revolvió el estómago.

Serie de los CP 25 - El regreso del Doctor WuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora