Muchos consideran a Madara Uchiha como uno de los más grandes Uchiha que haya nacido. Su propio clan le teme y respeta al mismo tiempo por su gran poder. Pero ¿qué dirían muchos si el Uchiha más poderoso de todos estuviera a merced de la Senju más odiada por los Uchiha?
La primera vez que se conocieron fuera del campo de batalla fue cuando tenían 13 años. Ambos habían ido a ese río donde tanto Madara como Hashirama se volvieron amigos. Ella estaba con su típica cara sin expresión alguna, llena de heridas y con un brazo en mal estado. Él tenía flechas clavadas por casi todo su cuerpo y solo quería relajarse en el río. No creía necesario ir a la enfermería, pues había demasiados heridos de gravedad en esa batalla y no quería molestar a los médicos y enfermeras que atendían a los heridos.
"Senju", dijo Madara.
"Uchiha", fueron las frías palabras de la Senju.
"¿Quieres matarme?"
"Mucho, pero en nuestros estados simplemente somos comida para cualquier animal que esté a nuestro alrededor", dijo acercándose al río. "Tregua", añadió, sabiendo muy bien que la Senju conocía estos alrededores y lo peligroso que era encontrarse con los animales siendo tan vulnerable.
"Por ahora", dijo ella, dejando su katana en el suelo y comenzando a desnudarse para entrar al río. Era mejor limpiar sus heridas antes de que se infectaran. "¿No vas a entrar?", preguntó mirando al Uchiha con su típica cara de póker.
"No tienes vergüenza", respondió él.
"Realmente no. Sé que a pesar de todo todavía sientes que eres amigo de mi hermano y no le harías nada a su hermana."
"Las cosas pueden cambiar, Senju", dijo Madara, sacándose su armadura y la poca tela que tenía para entrar al río y estar junto a la Senju. A pesar de que todavía no estaba desarrollada, la Senju tenía una cara de ensueño. ¿Cómo era posible que ella y Hashirama fueran hermanos?
"Si intentas algo, simplemente me suicidaré mordiéndome la lengua. Dudo que quieras profanar un cadáver", advirtió ella.
"Eres demasiado extremista", comentó él.
"Si mi clan se entera de que fui profanada por mi enemigo, me cortarán la garganta. Somos demasiado honorables con nuestra pureza y muchos creen que una mujer debe llegar pura al matrimonio. Los hombres no tienen esa regla y pueden acostarse con cualquier mujer que quieran. Incluso mi padre le fue infiel a mi madre con tres o cuatro mujeres. Perdí la cuenta cuando quemó mi diario."
La Senju más temida por su clan tenía un diario. "Seguro que eres la verdadera Tori Senju", dijo Madara.
"Te cortaría el cuello si mi brazo funcionara y no tuviera que necesitar ayuda para sobrevivir en este bosque", dijo ella.
"¿Sabes usar chakra curativo?", preguntó él.
"Lo necesario para no desangrarme, pero no cuentes con que no dejará cicatrices", respondió ella, poniendo una de sus manos en una de sus tantas heridas abiertas. "Si me das chakra, curaré lo que pueda de tu cuerpo."
"Trato", aceptó Madara. Después de una sesión de curación y de lavar sus ropas, procedieron a comer el pescado que Madara había capturado. "¿Y por qué no me cuentas cómo le ha ido a Hashirama?"
"Es información clasificada", respondió la Senju.
"Es mi amigo", dijo Madara.
"Fue tu amigo hace dos semanas. Ahora somos enemigos", dijo ella, mordiendo cuidadosamente su pescado.
Madara decidió comer en silencio. La Senju era peor que él en las conversaciones. Alistando una pila de hojas, se echó en esta para poder dormir. La noche fue extremadamente fría y el pobre fuego que hicieron no aguantó la pelea contra la temperatura. Escuchando los jadeos de la Senju, Madara dijo: "Si mi padre se entera, se retorcería en su tumba". Parándose de su cómoda cama de hojas, fue a la descuidada e improvisada cama de la Senju, que solo consistía en unas hojas esparcidas por el suelo y su armadura como almohada. Tomándola entre sus manos, pudo sentir el frío acero de su katana a pocos centímetros de su cuello.