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La noche se hacía presente, Jay, Carlos y Cheryl ya estaban en la habitación de los chicos, hablando de la apuesta.
— Muy bien, yo conocí a un par de muchachas muy lindas. No se apartaron de mí en todo el día.— Habló Jay sonriendo con orgullo.
— Dijimos amigos Jay, no ligues.— Recordó Cheryl.
— ¿Cuál es la diferencia?— Preguntó el moreno.
— Con uno te acuestas, con el otro no.— Respondió la chica con franqueza.
— Lo tendré en cuenta.— Mencionó Jay actuando pensativo. — ¿Y tú? Seguro que en vez de amigo hiciste un enemigo.
— Ambos.— Confesó la pelirroja.
— ¿En serio? — Preguntó Carlos mientras jugaba en una plataforma frente al televisor.
— Conocí a la hija de la archi-enemiga de mi madre.— Respondió Cheryl no muy feliz.
— Entonces hiciste un enemigo, no un amigo, perdiste.— Dijo Jay riendo.
— Y estuve hablando con Ben.— Soltó la pelirroja.
— ¿El príncipe? — Preguntó Jay.
— Todos aqui son príncipes.— Dijo Carlos.
— Bueno pues Ben en la mañana nos habló a todos así que no cuenta.— Dijo Jay sonriendo, así que Cheryl lo goleó en el hombro.
— Vete al carajo.— Lo insultó la pelirroja. — ¿Carlos?
— Conocí a un chicos llamado Henry, estuvimos hablando, es hijo de Blanca Nieves y el rey Florian, dijo que mañana habría práctica de algo llamado Tourney y me invitó.— Habló Carlos feliz.
Cheryl y Jay se miraron entre sí y luego de suspirar pesadamente Cheryl fue por su bolso y sacó su perfume.
— ¿Qué vas a desear?— Le preguntó la pelirroja rodando los ojos.
— ¿Gané?— Preguntó Carlos sonriendo.
— Si genio.— Respondió de mala gana Jay.
— ¿Puedo guardar mi deseo para después? No hay nada que desee ahora.— Dijo el peliblanco.
— Está bien, hazme recuerdo.— Acepto Cheryl.
De pronto la puerta se abrió, eran Mal e Evie. Jay se fue a su cama y se puso a observar todos los objetos que había conseguido robar durante el día.