CAPÍTULO III

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Al despertar me di cuenta que mi teléfono estaba vibrando en la pequeña mesita de noche. Era de madera oscura y la parte superior era de mármol blanco. La lámpara qué habían colocado se veía muy bien. Era en forma de balón. Tomé el móvil y atendí la llamada en el segundo tono.

—¿Bueno?

—Cariño, espero no haberte despertado. Olvidé que estamos en diferentes horarios. —chillo avergonzada.

La ciudad en la que nací se llama Los Angeles. Pero, ahora que estoy en la universidad de la ciudad de Toronto. En Canadá. Aquí existía la universidad que ofrecía la carrera que yo quería estudiar. La música, la composición de la melodía y sus partituras era lo que me gustaba estudiar. Sobre todo porque gracias al Ballet puedo transmitir mis emociones y sentimientos.

—Descuida, recién despierto. —comente adormilada.

—¿Ya conociste el campus? —pregunto curiosa.

—No, estaba algo agotada por el vuelo. Mi compañero de piso dijo que el me daría un tour.—comunique mientras me levantaba de la cama y salía de mi habitación.

Al quedarme dormida, solía despertar en las madrugadas por un vaso de leche. Ya que eso me ayudaba a dormir. Me tranquilizaba de alguna manera. Dejé el móvil en la barra con el altavoz encendido.

—¿Compañero de piso? Creí que sería una chica... —murmuro. —Ten mucho cuidado cariño.

—¿Cuidado? —arrugue mi nariz. —mamá, no vayas a empezar...

—Sabes que no estoy preparada para contártelo ¿No? —chillo avergonzada. —Estos temas no se hablan por teléfono Gwen Stefani Henderson.

Sí, mi nombre completo era muy ¿Extraño? O al menos para mí lo era. No lo utilizaba a menos de que ella se enojara conmigo o mi hermano solía molestarme con eso. Solo pude suspirar pesado y servía un poco de leche en el vaso de vidrio.

Cuando puse la caja de leche sobre la barra me di cuenta de que Jasper estaba rascando la puerta de la habitación de aquel chico tan extraño. Eso me recordaba que aún no sabía su nombre y no le iba a decir por siempre El chico o algún otro apelativo. Me acerqué a la puerta con cuidado. Por otro lado, mi madre seguía llamándome pero realmente no la estaba escuchando.

Cuando abrí la puerta con cuidado pude ver la pequeña cabeza del felino. Parecía tener una mirada triste. Sus ojos brillaban de noche. Las luces del departamento estaban apagados. Lo único que había era la luz natural de la luna que entraba por los ventanales grandes que teníamos. Abrí la puerta un poco más y ahí estaba él. Parecía estar sufriendo ya que su pecho subía y bajaba al ritmo de su respiración agitada.
Me acerqué de inmediato y cuando puse mi manos sobre su frente me di cuenta que tenía fiebre.

Salí de su habitación y fuí a la cocina. Busque un pequeño plato hondo para colocar agua fría en el. También busque un pequeño pañuelo en uno de los cajones de la cocina. Al regresar a la habitación coloqué el plato en la mesita de noche que estaba junto a su cama. Era una réplica exacta a la que tengo en mi habitación. Al sumergir el pequeño pañuelo en el agua y quitarle el exceso lo coloque sobre su frente. Cuando estaba por quitar mis manos de su rostro el me detuvo. Abrió poco a poco los ojos y me miró fijamente.

Sus ojos brillaban con la luz de la luna que entraba en la ventana que estaba junto a su cama. Sus ojos marrones claros se hacían visibles y noté que dejó de tener la respiración agitada. Parecía estar más tranquilo. Estábamos los dos solos en aquella habitación y ninguno de los dos decía nada, hasta que él trato de sentarse sobre su cama y lo detuve con mi mano sobre su pecho.

—No te levantes, puede que te vaya a doler la cabeza de nuevo. —murmuré y miré hacia la puerta un momento y al regresar dije. —Ire por el medicamento que deje en mi maleta.

No dije nada y caminé hacia la salida. Al irme a mi habitación pude escuchar el crujido de la cama dándome una señal de que aquel chico se había acomodado para tomar el medicamento. Esperaba que no se sintiera mal de nuevo. Cuando abrí mi bolso de medicamentos me di cuenta de que ahí estaba mi inalador. Aunque me encantaba hacer deporte a veces debía de utilizarlo.

Por un momento había estando recordando el día en que sucedió todo. Como fue que dejaba de respirar y por más que trataba de obtener el aire me era imposible. Mi pecho subía y baja al ritmo de la desesperación. Al igual que ese día mis padres estaban realmente preocupados por mi y fue también le día en que papá decidió dejarnos. Solo hemos estado mi mamá, mi hermano y yo. Por ende, mi hermano ha tomado un papel que no le correspondía, el ser un adulto a muy temprana edad y tener que cuidar a nuestra mamá y a mi.

Regrese de aquel flashback que estaba teniendo y tome el medicamento. Una caja de pastillas y un pequeño vaso con agua. Al entrar de nuevo en su habitación me di cuenta de que el me esperaba. Jugaba con sus manos y en cierto modo lo hacía porque terminaba cerrando sus ojos. Debía estar mareado. Al percatarse de mi asistencia me miró un poco y tomó el vaso que llevaba en mis manos. Saque la pastilla del empaque y se lo entregue.

El parecía dudar un momento y me crucé de brazos. Algo ofendida. Al darse cuenta de mi acción parecía que tragaba saliva de golpe y parecía pensar a toda velocidad.

—No es veneno es lo que se te viene a la mente. —fruncí el ceño.

—Sí, lo sé... Es solo que, jamás me habían atendido. O al menos eso es lo que recuerdo. —río un poco avergonzado.

Finalmente trago el medicamento y para que la pastilla no se quedará ahí en su garganta. Tomo un poco de agua. Parecía estar más tranquilo. Me miró y dijo con una pequeña sonrisa.

—Muchas gracias... Espero no haberte molestado mucho hoy. —comento avergonzado.

—No me agradezcas. Pero, lo que si puedes decirme es como te llamás. —me senté en la orilla de su cama y lo miraba.

—Bueno... Ya que me has salvado supongo que puedo hacer una excepción. Sin embargo me gustaría que primero me digas tu nombre. —comento.

—Esta bien... —suspiere. —Me llamo Gwen Henderson. Un placer conocerte. —sonreí.

Aquel chico parecía estar realmente sorprendido. Estaba mirándome de cierta forma que no sabía cómo explicarlo. Me miraba de arriba a bajo, pensando a toda velocidad. Aunque en su mirada demostraba asombroso podía ver que había una pequeña pisca de coqueteó. O tal vez... Era burla.

—¿Así que eres esa niña que tenía los frenos y aquel aparato gigante? Vaya que realmente has cambiado mucho Gwen. —sonrio de lado.

—¿Me conoces? Y ¿Cómo sabes sobre eso? —fruncí el ceño y lo fulminaba con la mirada.

—Lo sé porque soy alguien que estuvo contigo y que solía molestarte mucho. —comentó amablemente y suspiro un poco. Giro su vista hacia otro lado. —Lo hacía solo porque tú me gustabas.

FIN DEL CAPÍTULO III

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⏰ Última actualización: Nov 19, 2023 ⏰

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