Dark Red

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POSIBLES SPOILERS PARA EL MANGA SOBRE LOS PADRES DE ITADORI

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A los pocos días de la llegada de sus "hermanos", Choso le había preguntado a Itadori si su padre tenía algún tipo de cicatriz en la frente. El adolescente nunca conoció a ninguno de sus padres para confirmar o negar esa pregunta; ellos habían muerto en un accidente, según su abuelo. Yuuji nunca estuvo muy convencido de esa historia, pero tampoco la cuestionó demasiado. Ahora se arrepentía de no haber indagado un poco más en su pasado.

Cuando su abuelo falleció, Yuuji y sus hermanos se encargaron de revisar toda la casa para asegurarse de que no hubiera ninguna maldición alojada en la morada o algo similar, además de reorganizar las pertenencias del abuelo. Itadori, junto a Choso, se encargaron de limpiar la habitación de Wasuke. Entre sus pertenencias, encontraron su testamento, donde todos los bienes a su nombre pasaban a Yuuji en caso de fallecer, algunos documentos más y una caja bastante desgastada al fondo de su closet. Intrigado, el adolescente la abrió y encontró recortes de diario, unos pergaminos muy antiguos, fotografías y unas cartas.

Yuuji, quien jamás había visto registro de alguno de sus padres, no pudo evitar llorar al leer el reverso de la primera fotografía. Con una letra borrosa decía "Itadori Jin". Ese era el nombre de su padre; tenía el cabello rosado como él, usaba anteojos y tenía unos ojos muy amables. Siguió revisando las fotos hasta que encontró algunas de él mismo de bebé junto a una mujer de cabello negro corto: "Itadori Kaori e Itadori Yuuji", esa era su madre.

—¿Qué encontraste, Yuuji?— preguntó Choso al ver a Itadori en el suelo del cuarto llorando mientras abrazaba unas fotografías viejas.

—Yo... son, son mis padres, mira— el adolescente, medio eufórico, le señaló el retrato a Choso. Este miró la fotografía que señalaba su hermano y, al notarlo, quedó paralizado al ver a esa mujer. Itadori se dio cuenta del cambio de actitud del mayor.

—¿Estás bien?— preguntó con una voz insegura, no conocía lo suficiente a Choso para saber si esa reacción era positiva o negativa.

—Yuuji... esa mujer, mira su frente.— Itadori no perdió el tiempo y miró nuevamente la foto; su madre tenía un extraño patrón de cicatrices en su cara, justo bajo la entrada del cabello. Si mal no recordaba, Choso le había preguntado si su padre poseía unas cicatrices así. El mayor se agachó a la altura del adolescente y lo miró a los ojos, un tanto perturbado.

—Quiero que recuerdes ese rostro. Si trata de acercarte a ti por cualquier motivo, necesito que huyas. No intentes enfrentarla; no creo que puedas ganarle con tus habilidades actuales... a esa cosa.—

—¿De qué hablas? El abuelo dijo que ella murió.—

—¿Recuerdas que te expliqué que tú, Esou, Kechizu y yo somos hermanos de sangre? Sé esa información gracias a mi ritual maldito. Yo nací gracias a que mi madre era capaz de embarazarse de maldiciones, además de la intervención del hechicero Noritoshi Kamo. No existe nadie a quien aborrezca más que a él por todo el sufrimiento que nos ha hecho pasar. —Apretó los puños solo al recordar la desdichada historia detrás de su existencia—. La razón por la cual somos hermanos de sangre es porque, de alguna manera, él logró transformarse en tu "madre". Desconozco qué clase de macabros métodos utilizó para tal hazaña o si usó algún tipo de ritual para poseer su conciencia.

Cuando Choso terminó de hablar, el peso de sus palabras le cayó. ¿Su "madre" era un hechicero? ¿Cómo es posible eso? ¿En qué posición lo deja a él? ¿Yuuji es siquiera humano? Miles de preguntas más lo atormentaron.

—Eres humano, Yuuji—. ¿Había dicho eso en voz alta? El adolescente fue rodeado por los brazos de su hermano mayor. —Escúchame bien, no importa quiénes sean tus padres. Tú elegiste vivir como humano, y todos los días lo eres. Está en tu esencia. No dejes que esta nueva información consuma quién eres en el fondo de tu corazón. Si bien desearía que las circunstancias fueran diferentes, lo único que puedo agradecer de esta situación es tener a un niño tan bueno como tú de hermanito.

Yuuji se aferró más a él. Era un poco vergonzoso cómo, en los últimos días, había llorado tanto en su presencia, aunque había algo extrañamente reconfortante en los abrazos de su hermano mayor.

—Gracias, Choso—.

The curse redeptionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora