La alarma sonó a las 7 de la mañana, rompiendo el silencio de la habitación. Rápidamente, me levanté, me vestí y me dirigí hacia la cocina. Encendí mi laptop y me sumergí en los últimos encargos que debía programar antes de Navidad. Aunque mis dedos tecleaban con habilidad, mi mente estaba en otro lugar.
Esa noche, volvería a adentrarme en aquella casa, acompañado por Omar en su auto. Sin embargo, a pesar de la determinación, una sensación de desilusión me invadía. Hasta ahora, las pistas solo llegaban a mí en sueños.
Tres horas y un desayuno intermedio más tarde, finalmente terminé mi trabajo y me dirigí a bañarme. Mientras el agua caliente caía sobre mi cabeza, mi mente se llenaba de posibles escenarios que podrían desarrollarse esa noche. Desde esperar como estúpido a que alguien apareciera en la casa, hasta enfrentarnos a disparos en su interior. Sin embargo, mi única prioridad era asegurarme de que nada me ocurriera hasta que Angela pudiera salir de ese limbo.
Omar me avisó que podía llegar temprano a su casa, así que me apresuré a limpiar mi apartamento, dejándolo en perfecto orden. Si no volviera, al menos sabrían que fui una persona organizada.
Finalmente me acerqué hacia la pistola. Hasta esa semana, nunca había usado un arma como esa en mi vida, así que no tenía la menor idea de cómo se cargaban las balas y todo eso. No quería arriesgar a que algo saliera mal, de modo que guardé la pistola con las balas aparte y la guardé junto a ls navaja en una pequeña mochila.
Esa noche sería el clímax, el momento en que todo llegaría a su conclusión. Todos los involucrados tendríamos nuestro desenlace final.
Llegué a casa de Omar cerca del mediodía. Al abrir la puerta, me recibió con una pequeña botana sobre la mesa de la sala de estar.
—¿Gustas? —preguntó Omar señalando la comida.
—Claro —respondí, tomando una papa del tazón.
—Trajiste las armas, ¿verdad? —preguntó, con un brillo de seriedad en sus ojos.
—Sí, están en la mochila.
—Genial —dijo Omar, dejándose caer en el sofá.
—¿De verdad vas a pasar la navidad dentro de un auto esperando a un sujeto que probablemente ni viva ahí?
—Sí, hombre —respondió mi amigo relajado—. Y debes tener un poco de fe, después de todo, es tu esposa la que te está guiando hacia esa casa.
—Sí, en mis sueños —reclamé.
Guardamos silencio por unos minutos. Mientras solo nos dedicábamos a comer y el peso de nuestras emociones flotaba en el aire.
—Carlos, ¿crees en Dios? —preguntó Omar, con una mirada inquisitiva en sus ojos.
La pregunta fue tan espontánea que me dejó con la boca medio abierta, sosteniendo una papa a medio camino hacia mi boca.
—¿Por qué preguntas? —respondí, tratando de ganar tiempo para organizar mis pensamientos.
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A través de sueños
FantasyCarlos, un hombre viudo de 30 años, se enfrenta a una difícil situación al descubrir que su difunta esposa, Angela, se encuentra atrapada en una especie de limbo, impidiendo su paso al Más Allá. Carlos tendrá que superar a sus demonios mientras se e...