A 3 años de su muerte - 25 de diciembre

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Salvador dejó este mundo en la medianoche, mientras las campanas del templo tañían solemnemente

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Salvador dejó este mundo en la medianoche, mientras las campanas del templo tañían solemnemente. Angela murió desangrada en el hospital, también a la misma hora, hace tres años exactos.

En aquel momento, no había nada más que hacer en la oscura y abandonada casa. Sin embargo, yo me preguntaba si realmente mi esfuerzo había valido la pena. ¿Había logrado liberar a Angela del limbo en el que estaba atrapada?

Decidí levantarme y, al hacerlo, me vi transportado a un lugar completamente distinto, un lugar que contrastaba fuertemente con la desolación de la casa. Me encontraba en el limbo, pero ahora ese lugar estaba rebosante de vida. Ya no era una simple extensión de árboles, sino un paisaje lleno de color y vida: flores de todos los colores adornando pequeños riachuelos, abejas zumbando de un lado a otro, el sol brillando en lo alto y nubes esponjosas acompañando el cielo azul.

—¿Acaso me quedé dormido? —me pregunté. Pero pronto escuché una voz conocida, la voz de mi esposa Angela, resonando detrás de mí.

—Hola —dijo ella, presumiendo su figura iluminada por una suave luz que parecía emanar de su alma.

—¿Por qué nunca me recibes de frente?

—Porque sé que te gustan las sorpresas —respondió Angela con una risita.

—¿Esto es el paraíso? —Intentaba buscar al hombre recién fallecido— ¿Qué pasó con Salvador?

—Hiciste lo que debías hacer. Gracias a tu perdón, Salvador finalmente puede descansar, junto con su pequeña Dani. Sin embargo, no estoy segura sobre el destino de su esposa. —Una sombra de amargura cruzó su rostro, recordando que algunos misterios quedarían sin resolver—. Y no, esto no es el paraíso, este es el lugar de tus sueños, donde siempre imaginaste que pasaríamos nuestras vidas juntos.

—Creí que tú lo construías.

—Yo solo le doy vida. Estuve atrapada dentro de ti, por así decirlo, pero ahora que soy libre, puedo soltar toda la vida que aún conservaba.

—¿Eso significa que es el adiós?

—Así es.

Me acerqué con ternura a su rostro y sostuve una de sus mejillas con mi mano. Una lágrima escapó de mis ojos.

—Te amo, Angie. —dijo con voz quebrada—. Te amaré por el resto de mi vida.

—Yo también te amo, Carlos —respondió Angela, sosteniendo suavemente mi rostro con las palmas de sus manos—. Prométeme que mi recuerdo no obstaculizará tu vida a partir de ahora. Quiero que me honres saliendo adelante y enfrentando los desafíos que la vida te presente. Siempre estaré orgullosa de lo que logres.

—Nunca me abandones —supliqué sin contener el llanto.

—Ni en sueños. —Sentenció Angela con una sonrisa tímida, pero radiante.

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