Capítulo 4: comienzan los sueños

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Dormir, una importante y renovadora habilidad que poseen los humanos y animales para restaurar energía. Un tiempo donde es permitido soñar. Para un demonio, un ser maldito y antinatural, dormir es un privilegio que no poseen y nunca poseerán, sin embargo, pueden soñar, debido a que la proyección de sueños no necesita que el individuo esté dormido, si fuese así no existiría la expresión "soñar despierto", un instante donde un minuto o una hora es tiempo suficiente para que la realidad se distorsione y establezca en el espacio del cerebro imágenes que deseamos para el futuro. Sea humano o demonio tiene la capacidad de soñar, ¿no es así, demonio que sueña mientras relaja sus ojos?

Recostado en el sofa puff de la sala del templo, Douma visualizaba imágenes de una tierna mujer de larga cabellera negra que vestía un vestido lila; era ligero, quizás diseñado para los días calurosos: gracias a la holgadez de la tela el corte hasta los talones no dificultó que siguiese danzando entre los prados de flores. La suave brisa que soplaba hasta mover los pétalos de las flores y la tela del vestido refrescaba el calor que la potencia del sol dejaba, volviéndose un terreno que transmitía una calidez sin igual. Douma, embelesado y tal vez enamorado, no podía discernir que característica era más hermosa, Kotoha inclinada para oler la fragancia de las flores o estas mismas iluminadas por el sol. No tuvo dudas cuando la mujer miró en su dirección y conectó miradas con la suya, ya no era sólo un espectador, su figura formaba parte de la ilusión, allí estaba él, con su mirada arcoiris recorriendo los detalles del rostro de la mujer. Con cada paso que daba pudo distinguir que la mujer en los prados no era su mujer, aún así no quiso abandonar su compañía, una extraña sensación de relajación invadió cada célula de su ser, por alguna razón desconocida deseó quedarse allí hasta los últimos días. Anheló escucharla hablar, saber si su voz sería tan meliflua como su apariencia delicada indicaba, despertando así una desesperante curiosidad. Por cada segundo que transcurría creía que la mujer desaparecería como polvo llevado por el viento, así que aprovecharía la oportunidad de saciar dos ambiciones con una pregunta.

—¿Puedo saber su nombre, señorita? —preguntó encantando por los ojos lilas que nunca apartaron la mirada de él. Ese simple gesto, que para Douma significó todo, provocó un escalofrío por su piel.

Más ansioso que antes aguardó la respuesta, olvidando que todo lo sucedido era un producto de su imaginación y nada más. Lamentablemente para él y por fortuna de la joven de vestido lila la respuesta nunca llegó, el toque en la madera de la puerta causó una reacción en Douma: poco a poco las imágenes de su vida fueron desapareciendo lentamente y a la vez en un pestañeo; lo último que pudo ver antes de mirar la interrupción que llegó a la sala fue la radiante sonrisa que seguiría con su nombre, pero ya no sería así, ahora solo tiene dos humanos frente a él, absortos de la profunda ira que acaban de despertar.

—Douma-sama, llegó una nueva doncella —dijo tímidamente un hombre de gafas —, que quiere ser su aprendiz —declaró señalando a la joven que estaba sentada a un lado del hombre.

Douma los miró fingiendo interés, con su vista recorrió la figura de la doncella, sus ojos no tardaron en reflejar decepción al no encontrar similitud con la mujer de sus sueños.

—¿Podrás quedarte o no? —formuló en voz alta y a su vez suave. Miró el tejado del templo sin decir nada más. Los acompañantes no comprendieron su pregunta, pero no dijeron nada — Los dioses han hablado —expresa mirando a la joven.

—¿Qué han dicho? —preguntó maravillada y emocionada por ser capaz de ver los poderes del hombre más famoso del pueblo, ser su aprendiz sería todo un honor para ella — ¿Podré quedarme? —volvió a preguntar ansiosa por la respuesta.

—Fuiste aceptada —informó el demonio con una sonrisa —. Bienvenida a mi culto —expresó con falsa alegría —, pronto formarás parte de mí —musitó contemplando la sutil sonrisa que se formó el los labios de la joven mujer —. Te llevaré a conocer el templo —acercándose a la dama —. Tú puedes retirarte —refiriéndose al hombre que los acompañaba.

Caminaron juntos los pasillos del templo: la joven nerviosa e intimidada por la presencia del hombre junto a ella que extrañamente actuaba serio y frío. Douma compartía con ella el nerviosismo, pero evidentemente no era por su presencia, su nerviosismo se debía al deseo de evitar a toda costa a Kotoha. No quería un retroceso en el avance que obtuvo con su mujer durante los últimos años, el encuentro con su comida sería sin duda una futura pelea o un intento de escape y después de perder a la mujer de sus sueños no quería perder a la mujer de su realidad.

¡Hola a todos! Aquí les traigo un nuevo capítulo de "Capricho", espero que lo disfruten.

Gracias por leer esta historia y no lo olviden, si tienen algún comentario no duden en hacerlo (con respeto).

Hasta la próxima. 

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