capitulo 1

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Mi vida hasta los quince solo consistía en dos cosas: estudiar y no salir de casa. Sí, puede parecer extraño, de hecho mucho, que una persona de 16 años no saliera ni siquiera para ir al parque. Hasta que llegó ella: Gala. Era mi mejor amiga y la conocía desde hace cuatro años. Había vivido con ella bastantes momentos, buenos y malos, fáciles y difíciles, pero siempre juntos.

Estábamos en mi casa antes de irnos de fiesta, Gala era la única que no estaba preparada todavía.

—Amor, venga que vamos a llegar tarde —gritó Caleb, el novio de Gala,

—Si, eso. Llegaremos tarde por tu culpa —bromee yo.

—Que pesados sois. Me falta poco —bufó Gala

Poco más tarde salió de la habitación con un vestido negro y unos tacones plateados.

—¡Por fin, venga que ya llegamos tarde!- exclamé y cogí las llaves del coche.

—Esa es mi chica, tan guapa como siempre- dijo Caleb con una sonrisa.

Nos montamos en el coche y conduje hasta el parking de una de las discotecas más grandes de Madrid, nos bajamos y nos dirigimos a la puerta de entrada donde nos esperaban nuestros amigos Alex y Elena para entrar.

Entramos a la discoteca, y fuimos directamente a la barra, donde cada uno pidió lo que quería beber, faltaban pocas horas para año nuevo, empezó a sonar Mal de amores de Juan Magan, Gala Elena y yo nos fuimos corriendo a la pista de baile mientras Caleb y Alex se quedaron en la barra con los vasos y nos estaban mirando.

Gala estaba bailando ajena a todo mirando a su novio, Elena estaba bailándole a uno de los chicos más populares.  Quedaba una hora para acabar el año y ya íbamos un poco borrachos, Elena estaba liándose con el chico popular, Gala y Caleb bailaban en la pista muy pegados y me fui a buscar a Alex ya que no sabía donde estaba, entonces salí a la terraza de la discoteca y allí estaba.

—¿Qué haces aquí fuera tu solo? —le pregunté.

—Necesitaba que me diese un poco el aire, hace mucho calor ahí dentro— respondió con una pequeña sonrisa.

—Yo también tengo calor, la gente está muy amontonada.

 suenan los altavoces: —Chicos y Chicas, quedan 5 minutos para año nuevo.

—En verdad tenía calor porque estaba cerca de ti —dijo el tímidamente mientras se acercaba a mí lentamente, se acercó tanto que podía notar su respiración cerca de mi cara.

—¡Chicos, las campanadas van a sonar ya!- dijo Gala interrumpiendo el momento.

Gala entró y nosotros volvimos a la realidad.

—Creo que deberíamos entrar- dije con nerviosismo, no esperé una respuesta y entré a reunirme con mis amigos, al poco tiempo entró Alex.

—¡Quedan treinta segundos para las campanadas!- exclamó Gala con entusiasmo.

 —No me digas, no teníamos ni idea- soltó Caleb con sarcasmo.

Todos reímos menos Gala que le dio un manotazo en el brazo. 

—Tres... dos... uno... ¡feliz año! —decimos todos al unísono, Gala y Caleb se besan

—¡No comáis delante de los pobres! —grité entre risas, ellos sonrieron pero siguieron besándose. Seguimos bailando hasta el amanecer, salimos de la discoteca y Gala y Caleb se fueron a su casa.

(...)

Al día siguiente me desperté, no porque quise, sino por que escuché golpes en la puerta demasiados fuertes y a la vez unos regaños.

Con mucha resaca de la pasada noche, me levanto para ir a abrir la puerta, ¿Quién será ahora?

—¡ Hola, Traigo churros! —exclamó Gala con su pequeña hija en brazos.

—Me duele mucho la cabeza —

—Ya somos dos, pero ¿churros? —preguntó.

—Obvio, ¿Quién dice no a unos churros? —le abrí mas la puerta y ella pasó para dirigirnos hacia la cocina.

—Esta mañana, mi hija se ha encargado de despertarme a las nueve y yo estaba con un dolor de cabeza que me moría, el graciosillo del padre está en el quinto sueño y no se va a despertar hasta las tres de la tarde.

—Mama... mama... —habló Valentina, la hija de Gala.

—Dime cariño —la mira —¿Quieres churros? —asintió mi amiga como respondiendo por su hija y se dirigió a la cocina.

—Adelante, es tu casa —dije con sarcasmo mientras me reía porque siempre, cada vez que viene a mi casa hace lo mismo.

—Lo sé.

Seguí a Gala hacia la cocina y ella cogió dos vasos para echar el chocolate ahí como pudo, ya que tenia a su hija en brazos, no sé de donde sacaba esa mujer tantas manos para hacer tantas cosas a la vez. Después cogió un vaso de chocolate junto a la bolsa de churros y se dirigió al comedor.

—Coge tu vaso, Gael, solo tengo dos manos y una niña en brazos.

Cogí mi vaso y fui detrás de ella. Nos sentamos en la mesa de la cocina a desayunar y Valentina enseguida se cansó porque no podía comerlo por lo que solo absorbía el chocolate. La pequeña se sentó en la alfombra que había en el suelo y se puso a jugar con su oso de peluche.

—Gala —la llamé —¿Conoces la leyenda del hilo rojo?

—No, no la conozco.

—Pues cuenta la leyenda que todos cuando nacemos tenemos un hilo rojo atado al meñique, el cual nos une a nuestra alma gemela y que por mucho que se estire, nunca se romperá— comenté con entusiasmo

—Gael, no creo que eso sea verdad, es una leyenda —respondió mientas me miró  un segundo para después echarle un vistazo a su hija y mirarme de nuevo.

—Pues yo he visto que hay gente que está con el amor de su vida, eso quiere decir que la leyenda es cierta —zanjé, creyendo en las palabras que leí en internet, en una pagina que escribía mucha gente. De repente escuché un móvil sonar y por el sonido supe que no era el mío, era el de Gala.

Gala lo miró y lo cogió poniéndolo en altavoz:

 —Amor, ¿Dónde estás? ¿Y Valentina? —preguntó Caleb con voz de dormido.

—Hola amor, estamos en casa de Gael, vinimos a desayunar para no despertarte. ¿Tu te acabas de levantar, no? —

—Si, ahora mismo, me levanté y miré por casa pero no estabais, ¿por que no me llamaste?

—Amor, estabas en el quinto sueño y Val te hubiese despertado porque sabes que le gusta jugar en la cama contigo.

—Lo sé. No tardéis que os echo de menos u os iré a buscar yo mismo —hace una pausa —Te dejo cariño, voy a tomarme una pastilla o me mataré. Te quiero.

—Y yo a ti, mi vida —cuelga.

—Ves como si funciona la leyenda del hilo rojo, solo hay que veros a tu novio y a ti.

—Bueno, a ver, ahí tienes razón, es el amor de mi vida —dijo ella mientras le brillaban los ojos.

Después de eso, terminamos de desayunar y Gala y Valentina se tuvieron que ir, dijimos de quedar otro día y me despedí de ella junto a mi sobrina.

fui a ducharme para despejarme y quitarme todo el olor a alcohol que llevaba en el cuerpo. Diez minutos mas tarde salí de la ducha cuando el móvil justo me sonó, me lie una toalla por la cintura, cogí el móvil y lo miré.

Era un nuevo mensaje, de Alex. 

Un baile bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora