Capitulo 1: ¡Hola, San Diego!

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6 años después.

Estados Unidos, San Diego, California. Octubre 10, del 2014 a las 07:56am.

ELA'S POV.

        Me desperté por el estruendo de las ruedas del avión al chocar con el pavimento. El aterrizaje no había sido de los más espectaculares, pero al menos había llegado y eso era lo que me importaba. ¡Al fin en San Diego! Sonreí amplio, mientras bajaba del avión y caminaba hacía la banda en busca de mi equipaje.

        No fue hasta que fui a tirar de mi equipaje que mi sonrisa se esfumo. Alguien tiraba de mi aleta en sentido contrario; Decidí tirar con más fuerza, por lo que escuché el quejido de una voz femenina cuando le fue arrebatado el objeto. Sólo me permití verificar que la maleta efectivamente era mía, así que encogí los hombros y obvie el ahora gruñido de frustración que se producía desde el otro lado. Sonreí gustosa como si nada hubiese pasado y caminé hacía donde se suponía que me esperarían mis hermanos, mientras tarareaba una canción que salía de mis cascos.

"Because I'm happy. Clap along if you feel like a room without a roof"

        Reí por mi propia actitud en cuanto llegué, y me decepcioné un poco al ver que no estaban por ningún lado. Sonó entonces mi teléfono móvil, y era Evan. Atendí rápidamente y lo llevé a mi oído.

        —¿Dónde demonios se han metido? —Fue lo primero que pude decir al contestar. Les echaba en falta y necesitaba un abrazo de ellos, pero no podía evitar estar de malas al no verlos cerca.

        —No vamos a poder pasar por ti, Ely, lo lamento. Surgieron algunos percances de último minuto, y ni Leila ni yo podemos terminar nuestros asuntos en menos de 2 horas.

        Esa noticia me dejo parada donde estaba, no podía contestar. Mis hermanos no podían venir a por mi, recién llegaba y ya sus trabajos y quehaceres eran más importantes: —Esta bien, creo que entiendo, tomaré un taxi, luego de que este en la residencia les aviso, y nos veremos, supongo. —Dije finalmente luego de un par de minutos de silencio.

        Colgué sin esperar una respuesta y me volví tomando mis maletas. Bajé la mirada unos segundos cuando sentí los acetatos de mis tenis desamarrados al dar el primer paso, y luego me agaché para poder atarlos de nuevo. Cuando estuve por acabar vi dos pares de pies parados frente a mi. Fruncí el ceño ya que no estaba de buen humor, y me dispuse a preguntar que demonios querían, pero cuando levanté la mirada y vi de quien se trataba, no podía creerlo...

        ¡Estaban allí! Mis adorados hermanos, mis protectores...

        —¡Son unos capullos! ¡Me han hecho creer que no os vería! ¡Los odio! —Chillé, mientras me tiraba a sus brazos, rodeando con mis brazos los cuellos de cada uno. Sonreí muy contenta, y bese sus mejillas, mientras escuchaba sus risas por mi reacción.

        —Queríamos darte una sorpresa, pequeña, pero vaya que los sorprendidos somos nosotros. ¡Te ves guapísima! —Comentó Evan dando un beso en mi coronilla, para luego alborotar mi cabello.

         —¡Y grande! Joder que si habéis crecido, chaparra. Ya no pareces esa pequeña que vimos la última vez que os fuimos a visitar a ti y a papá. —Opinó Leila ahora, con una gran sonrisa en sus labios, pero con una mirada algo nostálgica.— Por cierto, ¿Cómo está él?

        Evite entornar mis ojos y soltar un gruñido al escuchar que preguntaba por él, ¡Ese capullo! Pero no podía hacer nada, era mi padre por más que no me gustará, y tanto Leila como Evan lo vieron siempre como su padre.

       —Hank esta bien, sigue vivo, apostando lo que no tiene, y embriagándose hasta más no poder. —Esta vez si entorne mis ojos, odiaba a ese hombre, por más que fuera mi padre. Me disgustaba hasta el hecho de pensarle.

        —No hables de él como si no fuera tu padre, Ely. —Me reprendió Evan, en un tono autoritario, pero suave.

       No le discutí porque el tema era Hank y él no valía que perdiera mis fuerzas en él. Preferí asentir y besar la mejilla de ambos, antes de sonreír ampliamente.

       —Los eche en falta, muchísimo. —Murmuré, por lo bajo, apretando un poco el agarre a sus cuellos.

       —Nosotros a ti, pequeña. —Respondieron ambos al unísono. Los tres reímos. Nunca nos acostumbramos al hecho de que ellos pudieran responder con las mismas palabras una misma pregunta u oración, al mismo tiempo.

        —Pues, creo que ya es hora de que mi grandiosa bienvenida se traslade al instituto, necesito conocer la residencia y acomodar mis cosas, en un par de días comienzan a dar programas de estudio, horario, y quiero disfrutar mis pocos días de felicidad y libertad que me quedan, por lo cual no puedo tardarme mucho en desempacar. —Dije, separándome para tomar mi maleta, casi más grande que yo, pero con suerte de que esta tenía ruedas, podía trasladarla sin mucho ajetreo.

          Comenzamos a caminar fuera del aeropuerto, hacía el Ford Streetka, modelo 2003 de un color azul metálico que nos esperaba frente a este. Evan guardo mi equipaje en la maleta, y subimos todos al coche, con algo de prisa. No tanto por mis palabras, sino porque ellos debían volver a sus trabajos luego de dejarme en la residencia del instituto.




Perdiendo la cordura.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora