Capítulo 30.

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Tres días han pasado y más batallas se han librado en los campos de Reebwall, hemos perdido más de doscientos hombres y ganado la mayoría de estas batallas. El miedo aún me recorre cuando veo a padre marchar junto al ejército.

El lado positivo es que los pobladores que se fueron de Eastford, han regresado. Llegaron cientos de ellos a sus casas que fueron reparadas, he puesto mi mayor esfuerzo para que esto sea posible y me siento orgullosa de mi misma.

Por otro lado, mi intento de relación con Owen ha decaído mucho más pues ya no pasamos mucho tiempo juntos desde que este desastre inició. Él ha estado ayudando a su padre en Seyrmoreen y yo a padre aquí, lejos uno del otro. No sé cómo resulte todo cuando nos encontremos de nuevo.

Tampoco he pasado tiempo con mis amigas, Magda no sale de su casa y de Valerie no tengo noticias. Me extraña no saber nada de ella hasta ahora pues siempre habíamos tenido buena comunicación.

Dentro del palacio, todos han vuelto a sus puestos de trabajo alegremente, sin ninguna queja. Intentamos que lo pasado se quede atrás para que no interfiera con los deberes de nuestros sirvientes.

Paso las manos por mi vestido esmeralda, la tela es suave y brillosa. Es un hermoso vestido para usar en una reunión pero prefiero utilizarlo en casa para más comodidad aunque estar cómoda con un vestido todo el día es muy poco probable.

Por otro lado, Amy le ha comenzado a dar dolores de cabeza a mi padre por sus travesuras en el palacio, ha mostrado una actitud rebelde que no juzgo pues las tres hijas Windsor tenemos esa actitud en común.

Josiah se ha esforzado mucho en los entrenamientos que hace dos veces cada día junto a Arlo, estuve presente en el entrenamiento de ayer y tiene buenas habilidades con la espada, no sé como se usa una de esas pero oí alabanzas hacia él que me confirmaron mi teoría.

Muerdo la manzana roja en mi mano, degustando su suave sabor mientras mis ojos observan a los niños jugar cerca de la fuente en la plaza central. Decidí dar un paseo y estar fuera del palacio porque el estar encerrada me hace sentir como si estuviera en un calabozo gigante repleto de riqueza.

Le pedí al cochero y a los guardias que me acompañaban que por favor volvieran a casa porque no quiero llamar la atención ni ser notoria pero el que Josiah esté junto a su estada envainada no creo que funcione pasar desapercibida.

Ha reemplazado la armadura por pantalones negros y camisa blanca, cualquiera pensaría que no es un caballero real de no ser, obviamente, por la espada que carga a todos lados.

—Pudiste haber dejado esa cosa en el palacio—refunfuño.

—Debo cuidarla a toda costa, alteza, y sí dejo la espada en el palacio no podría hacerlo.

Ruedo los ojos.

—No vuelva a hacer eso, sea educada.

No respondo.

—¿Qué hacemos aquí exactamente, alteza?—pregunta—¿Mirar niños correr de un lado a otro con trenes de madera en sus manitos?

—No exactamente, solo huir de la rutina diaria palaciana.

—¿Existe esa palabra?—me mira, burlesco.

—No lo sé pero ahora la usaré más seguido—vuelvo a darle otro mordisco a la manzana.

Termino con la fruta. Josiah está de pie a mi lado, le ofrecí sentarse pero me negó, alegando que debe permanecer alerta a cualquier movimiento.

Tiene un poco de sentido después de las cartas amenazantes que han llegado a mis manos. De nuevo ese tal Rey Oscuro ha regresado para recordarme lo mucho que requiere mi presencia en sus aposentos. No he respondido a ninguna de sus cartas y no lo haré pues es una falta grave hacerlo cuando se trata de un enemigo mayor como ese, Magnus ya ha pasado a un segundo plano.

La Princesa Del Sur (Libro #1)©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora