Comida

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Se aseguro que no había nadie cerca y entro a la casa. Camino por el pasillo de la entrada en silencio y se paró frente a la segunda puerta.

Tres golpecitos en la puerta suaves, uno fuerte y tres segundos de espera para otro golpe suave.

Pasaron unos segundos y la puerta se abrió. La mujer de cabello gris la estaba esperando como de costumbre.

—Sigo sin entender porque haces esto—dijo la mujer—. No te culpare, yo también hacia lo mismo a tu edad ¿Pero por qué?

La chica se quedó en silencio y le entrego las monedas. La mujer contó cuantas eran y quedó asombrada.

—¿A quién se las quitaste?—preguntó sorprendida.

—No sé—contestó Luz—. Una chica que estaba por ahí, creo que tenía mi edad—murmuró—. ¿Estuvo bien lo que hice?

—Excelente—dijo la mujer de cabello gris y sacó una bolsa de debajo de su mostrador—. Me has traído el triple que la última vez, así que el triple de recompensa.

Le dió la bolsa. Dentro estaban las botellas y hiervas que necesitaba.

—Gracias—dijo la chica.

—¡Niña!—gritó la mujer antes de que se fuera—. No me conteste la pregunta.

—Mi mamá los necesita ¿Si?—contestó y se fue del lugar.

Llegó a su casa rato después y su madre seguía dormida. O eso pensaba. Se acercó y se recostó en su pecho para escuchar sus latidos; respiraba, pero su cuerpo estaba ardiendo.

No sabía mucho sobre la medicina. No tenía permitido estudiar y tampoco le interesaba. Lo único que le gustaría aprender es a leer, pero no conocía a nadie para que le enseñase.

—Mami, despierta—sacudió el brazo de su mamá y está no reaccionó—. Vamos, mamá. Por favor.

Su madre se sacudió un poco y continuo durmiendo. Luz suspiro y tomo una de las botellas que le dieron. No entendió lo que en la etiqueta decía, pero Edalyn le había dicho que era para tratar la fiebre.

Abrió un poco la boca de su madre e hizo que tragara una parte de la bebida. Guardo la botella debajo de su cama y tomo un pequeño balde de madera.

—Ya vuelvo, mami—dijo Luz, aunque era consiente que no la escuchó.

Camino con el balde hasta el río y lo llenó de agua. Luego volvío a su casa y se sentó en el piso a mojar uno de los dos trapos que tenía. Se lo puso en la frente de su madre.

Se acercó a ver si había algo malo, pero su madre seguía en el mismo estado que esas semanas.

Ahora tenía que preocuparse de otras cosas, entre ellas, su hambre. Si seguía robando, la descubrirían. Si no lo hacía, se moriría y de pasó también su madre. Pero no quería morir. Le gustaba su vida, o eso quería hacerse creer.

Se despidió de nuevo de su madre y volvió al pueblo. Camino en silencio entre los demás, aunque algunas personas la miraban. Sabía que la miraban; sabía que estaban buscando cualquier prueba para acusarla de lo que era. Se acercó a un pequeño puesto dónde vendían comida y disimuladamente tomó una empanada y se la llevó al bolsillo. Nadie se dió cuenta, pensó; hasta que alguien la agarró del hombro e hizo que se diera vuelta.

—Harold ¡Tenemos a otra ladrona!—dijo el hombre y la empujó contra la mesa, quitándole la empanada del bolsillo.

—¡No, espera!—un niño de tez oscura se acercó a ella y al hombre—. Ella es mi amiga; yo se lo dí.

—¿En serio?—dijo el hombre soltando a Luz—. ¿Hace cuánto tienes amigos, Augusto?

—¿Sucedió algo?—apareció un hombre bastante parecido al llamado Augusto.

—Perdón papá, es que mi amiga tenía algo de hambre entonces decidí darle una—se disculpo el niño—. Lo siento por no preguntarte.

—No es problema, pero antes pregúntame, ¿está bien?—dijo dándole una palmadita en el hombro—. No me habías dicho que tenías amigos.

—No, es que hablamos ayer en el parque, se llama...

—Luz—continuó la chica sosteniendo la empanada, en duda si debía devolverla o no.

—Puede ayudarnos con la cocina—dijo el probablemente padre de Augusto—. ¿Estás bien, niña?

—Si, si—dijo nerviosa—. Yo... creo que debería irme.

Le sonrió al chico y él hizo lo mismo. Para irse, paso a su lado y le susurró un gracias en el oído. Augusto le guiño antes de ver cómo se alejaba.


RIESGO /Lumity/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora