Prologo

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La habitación de Levi estaba tan limpia como usualmente lo era, se encontraba sentado en la silla de su comedor, con la mirada perdida y somnoliento, los dedos entrelazados sin pensar en nada.

Solo el y la silenciosa habitación.

En este punto de su vida no podía tolerar ni siquiera una molécula de polvo, no se recostaba en su cama para no desordenarla, durmiendo cada día en la silla y limpiaba la casa todo el día hasta que su hombro se quejara de dolor.

Levi se miró en el reflejo de la mesa en donde se encontraba sentado; sus ojos que todo el mundo le alababan por su inusual color se encontraban opacados por unas profundas y negras ojeras.

Su hombro dio una punzada por haber estado fregando el suelo por tercera vez en el día lo cual le hizo fruncir el ceño.

No ha habido ruido en su departamento desde hace días, excepto por el ruido de sus pasos y el sonido de la aspiradora, la televisión no ha sido encendida y no ha hablado con nadie por propia voluntad, hablaba cuando lo visitaba alguien o lo llamaban por teléfono.

Levi solo ha salido de casa para botar la basura y entra rápidamente a casa para volver a limpiar por donde paso.

El sonido de unos pasos conocidos hizo a Levi suspirar al escucharlos en el pasillo del departamento, esos pasos apresurados los reconoció y se removió incómodo cuando se abrió de un portazo la puerta.

Su madre acostumbraba a abrir la puerta sin golpear y de la forma más rápida posible.

Kuchel tenía el cabello tomado en una pinza, la polera azul con patrones de flores resaltaba en su blanquecina piel y los pantalones blancos con sandalias altas, arrugo su nariz en desagrado por el olor del departamento y dejo la bolsa en la mesa de la entrada.

Kuchel puso su mano en su cadera y Levi se preparó para lo que iba a decir.

Dios, Hijo ¿Cómo no te intoxicas con este olor a cloro? —Dijo mientras daba vueltas por la habitación observando, abrió una ventana y se sentó frente a Levi. —Puedo ver mi reflejo en esta mesa, ¿Cuántas veces la limpiaste?

—Hay que cerrar la ventana, va a entrar polvo—Dijo Levi, Kuchel frunció el ceño y tomo la mano de Levi.

—¿Qué polvo va a entrar casi en verano Levi?, vives en un décimo piso, nada entrará.

Kuchel sabía que lo reciente le había afectado, sabía que Levi nunca le diría lo mal que se encontraba, pero era su madre, Kuchel sabía lo mal que se encontraba, no importaba las veces que Levi le dijera que se encontraba bien y que mataba el tiempo limpiando.

Kuchel recordaba que Levi siempre fue un niño extremadamente limpio, que odiaba jugar con arena, que cuando iban al lago se sentaba en la tolla bajo el quitasol y que se negaba a entrar en el lago cuando había mucha gente, pero a pesar de todo nunca sería mal educado, si alguien lo saludaba de la mano él aceptaba así las manos estuvieran sucias.

—Mamá no te quitaste las sandalias al entrar. —Dijo Levi apuntando a sus zapatos.

Y sobre todo Kuchel sabía que Levi no le pediría que se quitara los zapatos sabiendo que ella detesta estar sin algo en los pies.

Algo así lo recordaría Levi de no tener su cabeza llena de pensamientos que lo tenían de esta forma.

Kuchel presiono con cariño las manos de Levi y miro directo a los ojos de su hijo.

Sé que estás deprimido—Dijo Kuchel.

—Por supuesto que no lo estoy—Respondió Levi negando con la cabeza.

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